Chicho tenía 35 años. Era el más carismático del grupo. Le encantaba la política, la militancia. Creía que a los chicos se los acompaña, se los aconseja, se les está arriba y nunca se les niega un plato de comida, ni un lugar en la mesa.
Chicho trabajaba en una empresa de montajes para obras de teatro y bandas musicales. Los últimos trabajos fueron en el Broadway y en el Metropolitano. A Lucas lo conocían como Picachu, tenía 25 años y era fanático de Rosario Central.
Al principio, Picachu era medio tímido. Después se soltaba y empezaba a hacer bromas como los demás. Trabajaba todas las noches en la panadería La Nueva San Blas. Así los recuerdan sus amigos de barrio Municipal, una docena de pibes que van de 18 a 26 años y que este miércoles hacían cola para donar sangre en el hospital Provincial para su amigo Tomás Ercolino. Ricardo “Chicho” Gómez, Lucas “Picachu” Vieyra y Tomás fueron víctimas del brutal ataque a balazos del viernes pasado en Grandoli al 4900. Chicho murió en el acto, Lucas la peleó hasta el lunes pasado, cuando falleció en el Heca, y Tomás lucha con todas sus fuerzas para salir adelante. Como dicen sus amigos: eran personas llenas de vida, que no le hacían mal a nadie y cuya ausencia se sentirá para siempre en barrio Municipal.
Cada vez que matan a un pibe en un barrio, a sus familiares se le suma un dolor extra. Tienen que salir a los medios para aclarar que no era un delincuente, como si eso justificara una muerte, dicen a coro los compañeros de los tres amigos. Por estrategias políticas también es más fácil si a la opinión pública se le presenta el caso como un ajuste de cuentas. Después sus amigos y familiares tendrán que recorrer los pasillos de Tribunales para saber el estado de la causa y organizar marchas para pedir justicia. Pero ¿Quién es bueno? ¿Qué es ser buena persona? Y, más precisamente: ¿Quién merece que lo maten? En el caso del ataque a Chicho, Picachu y Tomi, sus amigos decidieron representarlos. No son narcos, ni sicarios: son jóvenes como otros.
En una de las galerías del Provincial sus amigos Brian, Esteban, Gonzalo, Ramiro, Axel, Jonatan, Milton, Aarón y Riki hacían cola para donar sangre para Tomi. Contaron a El Ciudadano que Tomi tuvo una mejoría. Todavía sigue internado en la sala de cuidados intensivos pero esa mejoría fue una gran noticia para sus amigos y familiares. Y, entre carcajadas y lágrimas, empezaron a contar las anécdotas que les dejaron Chicho y Picachu.
Chicho
Les llevaba diez años a la mayoría de los pibes. Los amigos contaron que lo conocieron desde muy jóvenes. Eran vecinos. Para él la militancia era ayudar a los más chicos. “No sabés lo que cocinaba Chicho. Cualquier cosa lo hacía en el disco y le salía espectacular. El arroz amarillo y los bifes a la criolla era lo más rico que le salía. El último miércoles hizo cinco kilos de ravioles con salsa para todos”, contaron sus amigos, mientras mostraban videos y fotos de las sobremesas. En algunas secuencias simulaban ser integrantes de una banda de cumbia, en otras jugaban a la bolita en el espacio verde que tienen al lado de las pasarelas de Grandoli al 4900 y que tiene los murales de otros dos amigos asesinados el año pasado: Alberto “Cachi” Ruiz Díaz y Franco Carballo.
Los pibes se acordaron de cuando Chicho los juntó para ir a buscar a un muchacho del barrio. “Había tomado alcohol y quedó tirado. Con Chicho lo fuimos a buscar porque se perdía. Estaba atento a esas cosas”, dijeron y enseguida se les vino a la mente cuando organizó a todo el barrio para pusieran dos luces en el lugar de los murales y así los vecinos tenían más seguridad cuando pasaban temprano para ir a trabajar.
Chicho hacía bromas y le gustaba compartir todo lo que tenía con los chicos del barrio. En el verano jugó con ellos a la guerra de bombitas, a las bolitas, al fútbol y también compitió para ver quién era el que se hamacaba más alto en el Parque España. Era el cocinero oficial de los terceros tiempos del equipo de rugby Botines Solidarios y también era el primero que los llamaba si necesitaba ayuda con el montaje de escenarios o a en algún otro trabajo. Al contar la anécdota de que Chicho invitaba a todos a comer con su familia, Brian se acordó que le organizó un asado por su cumpleaños.
Picachu
Era fanático de Rosario Central y escuchaba siempre a Los Bam Band. Los últimos días no paró de cantar “No quería engañarte”. Todas las noches, en la panadería de Milán y Oroño, era el encargado de cocinar las facturas y el pan. “Nunca tomó alcohol. No le gustaba y tampoco quería sacarse fotos con bebidas alcohólicas. No hablaba mucho, era tímido y así y todo tenía todas las mujeres”, describieron los amigos entre risas cómplices y miradas vidriosas.
Los amigos se olvidaron por un momento de lo que había pasado y contaron que Picachu tenía una fijación con el pelo. “Siempre usaba gorrita porque no le gustaba el pelo que tenía. No era por el corte. Si se sacaba la gorrita e iba por el barrio estoy seguro de que nadie lo conocía. Una forma de molestarlo era cargarlo por el pelo y se enojaba. Una vez se golpeó jugando al fútbol y no había forma de sacarle la gorrita”, dijeron y también mostraron un video donde simulaba con otros amigos ser parte de una banda de cumbia.
“No se perdía un partido de Central. El último que jugó acá era a las una de la tarde, había estado toda la noche trabajando y cuando salió a eso de las 9 de la mañana empezó a buscarnos para ir a la cancha. No había dormido nada pero no se iba a perder de ver a Central”, dijeron.
Las risas desaparecieron cuando uno de los amigos reprodujo un audio de Picachu del año pasado. En tono bajito dijo: “Chicos vamos a tomar mates en la casa de alguno. No está para estar afuera”. Fue la primera vez que los amigos agacharon la cabeza y ahí contaron el cuidado que tenía Picachu lo tenían todos, porque no sabían cuándo se iba a desatar un tiroteo. “Hace dos años nos cambió la vida. No sé por qué nos confiamos”, contaron y dijeron casi en coro que si el atacante hubiera decidido concretar el ataque unos minutos más tarde todos habrían estado ahí. Los que no estaban en la entrada de la pasarela fue porque se demoraron en llegar a la cita de todos los viernes para tomar gaseosas.
Pibes en riesgo
Chicho, Tomi y Picachu pertenecen a un grupo más grande de amigos. Eran más de 17, pero dos años atrás a los chicos le cambió la vida y ahora les faltan cinco amigos. Las recientes pérdidas de Chicho y Picachu se sumaron a las ausencias y el dolor que les dejaron las muertes de Alberto “Cachi” Ruiz Díaz, asesinado el 1° de octubre de 2016. Como autores hay dos imputados: Carlos “Pelo Duro” Fernández y Lautaro “Lamparita” Funes. El otro amigo asesinado fue Franco Carballo, de 21 años: lo mataron el 27 de noviembre de ese mismo año. Por este caso no hay detenidos. Sus amigos reforzaron la teoría que los investigadores habían señalado en ese momento, Cachi y Franco no tenían nada que ver en los enfrentamientos entre los clanes de Ungaro-Funes (asentados en barrio Grandoli) y Caminos-Segovia (de barrio Municipal) que dejaron decenas de muertes en los últimos 26 meses.
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“Hace dos años nos cambiaron la vida, pero también aprendimos a ser más amigos, más unidos, más compañeros. El que está mal, vamos y lo buscamos. Ese mismo viernes –en referencia al día de la balacera contra Chicho, Tomi y Picachu– se cumplía un año y cinco meses desde que mataron a Franco (Carballo). Esa noche teníamos pensado comer algo, acordarnos de ellos y apoyarnos entre todos”, dijo Ramiro, primo de Franco.
Sacarle la mancha al barrio
“Si vivís en barrio Municipal tenés los días contados. Si te matan en zona sur es porque sos narco o sicario, por más que seas bueno, pero si matan a alguien en el centro sos bueno por más que no lo seas. Por eso queremos hacer pequeñas cosas como las que hacía Chicho para que nos saquen esa mancha que tenemos y que no tiene que estar. Que vean que la mayoría de las personas que vive en la zona sur es trabajadora y buena gente”, reflexionó Ramiro sobre lo que les está pasando.
Ramiro juega al rugby desde hace 5 años en Botines Solidarios y contó que una de las cosas que se les ocurrió para sacar esa mancha y mostrarles a todos lo que realmente es la zona sur fue hacer igual el torneo de rugby al día siguiente del ataque a los chicos. “Me avisaron que lo suspendían por lo que había pasado. Lo llamé y les dije que había que hacerlo para mostrarles a todos que la zona sur no es lo que muestran siempre en los noticieros. El evento en Parque del Mercado reunió a casi 300 rugbiers de diferentes barrios de la ciudad y no tenía nada que con la violencia de la que somos víctimas, al contrario. Hay un montón de pibes que quieren salir adelante. Fue todo muy emotivo”, dijo Ramiro.