El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asumió en enero pasado al frente de la Casa Blanca pero recién en los próximos meses estaría realmente produciendo cambios en la política económica de ese país, en lo que podría significar más transformaciones en la relación con América latina.
En una entrevista que ofreció esta semana a Forbes, Trump adelantó que, por un lado, apretaría el acelerador con sus políticas proteccionistas.
Afirmó que su gobierno está trabajando en una “fantástica” ley que contiene “incentivos” para que las empresas norteamericanas se queden en suelo estadounidense.
Explicó que, de acuerdo con el borrador de esa norma, las firmas de capital estadounidense que decidan mudar producción al exterior serán “severamente penalizadas”.
“Es tanto una zanahoria como un palo”, explicó el mandatario, quien aseguró que “si te vas va a ser muy difícil pensar que vas a poder vender tu producto en nuestro país”.
Al respaldar su mirada proteccionista, consideró que debe existir “reciprocidad” porque si un país “nos cobra 50 por ciento, nosotros debemos cobrarles 50 por ciento”.
“Ahora nos cobran 50 por ciento pero nosotros no les cobramos nada. Eso no funciona para mí”, subrayó el mandatario republicano.
El otro pilar que daría inicio a la “verdadera” política económica de Trump sería su anunciado recorte de impuestos –en particular a los ciudadanos más acaudalados–, que también podría reforzar la “aspiradora de dólares” global que la Casa Blanca parece tener en mente para este período.
Ambas políticas son cuestionadas por buena parte del “establishment” global, lo que incluye al Fondo Monetario Internacional (FMI).
Sin ir más lejos, el último reporte sobre la marcha de la economía global del organismo señalaba que, “aunque las chances de las políticas de las economías avanzadas de volcarse hacia adentro han disminuido en el corto plazo, las presiones para aumentar el proteccionismo no han desaparecido y deberían ser resistidas”.
El FMI –además de estar opuesto ideológicamente a las políticas proteccionistas– destacó que la economía global parece estar en buena forma por lo que no convendría hacer cambios: se registra un crecimiento al ritmo más rápido desde 2010.
Pero Donald Trump parece tener otras ideas en mente y querría darle un impulso mayor a la maquinaria de la economía norteamericana.
En declaraciones publicadas por el diario Financial Times, Mick Mulvaney, director de Presupuesto de la Casa Blanca, atacó con dureza al FMI y a otros críticos del plan de recorte de impuestos que propone.
El funcionario advirtió que “si bajar impuestos lleva a más crecimiento, ¿cuál será el argumento de ellos para subirlos en el futuro?”.
La política propuesta no podría ir más en contra de lo que plantean los expertos más consultados por el mundo de los negocios internacional.
“Los aliados de Washington se preocupan crecientemente de que los Estados Unidos, el mayor accionista del FMI y miembro fundador de las organizaciones internacionales de posguerra, esté trabajando activamente para minar la base de estas instituciones”, advirtió el diario británico, al evaluar la situación.
En el FMI no se retractan: el jefe de asuntos fiscales del Fondo, Vitor Gaspar, advirtió que “la idea de que uno producirá crecimiento adicional por reducir impuestos es algo que, aunque se trata de una posibilidad conceptual, raramente llega a ser documentado empíricamente”.
“No encontramos evidencia sistemática de que aumentar la progresividad impositiva –es decir, cobrar más impuestos a los ricos– afecte el crecimiento”, sostuvo el integrante del organismo internacional, en rechazo a la mirada de la administración Trump.
Es en ese contexto que la próxima finalización del mandato de Janet Yellen al frente de la Reserva Federal causa cada vez más ruidos, especialmente cuando se mira la situación desde el Sur.
Es que la funcionaria no fue todavía ratificada para continuar en su cargo por Trump, quien dejó trascender que entrevista a otros posibles candidatos para esa función.
El temor es que el presidente estadounidense se incline por un economista que apunte a revertir la política de tasas bajísimas de los últimos tiempos con más rapidez.
Se sabe: las subas aceleradas de tasas por parte de la Reserva Federal funcionan como una “aspiradora de dólares” global y suelen encarecer el costo para el financiamiento de los países en desarrollo.
Muchos de estos movimientos terminarán de conocerse recién el año próximo, pero parece aconsejable seguir de cerca estas situaciones, tanto para los observadores, como para quienes deben tomar decisiones de política económica a uno y otro lado del planeta.