El republicano Donald Trump, uno de los presidentes más polémicos de la historia de Estados Unidos, dejó este miércoles la Casa Blanca y partió hacia su retiro en Florida, dejando detrás un legado de caos y una nación fracturada.
Junto a la primera dama Melania Trump, el mandatario saliente saludó a las cámaras sobre una corta alfombra roja y se subió al helicóptero oficial Marine One para dirigirse a la base aérea de Andrews, en el vecino Estado de Maryland.
Antes de irse, destacó que su «Gobierno no fue normal» y destacó: «Conseguimos un milagro médico, conseguimos la vacuna. (…) Creo que van a ver mejores números (epidemiológicos) en los próximos días».
«Volveremos de alguna manera», señaló, repasando lo que consideró sus principales logros: «la reconstrucción de las Fuerzas Armadas» y el «mayor recorte de impuestos de la historia».
Sin mencionar por su nombre a su sucesor, el demócrata Joe Biden, y luego de tomar la decisión sin precedentes de no asistir a su investidura, Trump deseó suerte al futuro Gobierno del país, al tiempo que lanzó un mensaje a sus partidarios.
«Siempre lucharé por ustedes. Estaré vigilando. Estaré escuchando, y les digo que el futuro de este país nunca ha sido mejor», declaró.
«Deseo al nuevo Gobierno mucha suerte y mucho éxito. Tienen los fundamentos para hacer algo realmente espectacular», agregó, citado por CNN.
Previo a concluir su mandato, benefició este miércoles a 143 personas con indultos y conmutaciones de penas en lo que fue una de sus últimas decisiones al frente de la presidencia del país norteamericano.
«El presidente Donald J. Trump concedió indultos a 73 personas y conmutó las sentencias de otras 70 personas», informó la Casa Blanca en un comunicado.
Algunos de los nombres más destacados de los beneficiarios de la decisión del magnate son su ex consejero Steve Bannon; los raperos Lil Wayne y Kodak Black; el antiguo director financiero de la Organización Trump Elliott Broidy; y el ex alcalde de Detroit Kwame Kilpatrick.
También figuran en la lista el cofundador de Death Row Records, Michael Harris; el coleccionista de arte Hillel Nahmad; y el agente político conservador Paul Erickson, ex pareja de la presunta espía rusa Maria Butina, quien se declaró culpable de cargos de fraude electrónico y lavado de dinero.
En lo que respecta a las conmutaciones de penas, los nombres de los beneficiarios incluyen a un hombre que pasó casi 24 años preso por cargos de drogas y armas, pero que durante su reclusión mostró un comportamiento ejemplar; y un ex marine sentenciado en 2.000 con una condena por cocaína.
Muchos de los casos de esa segunda lista fueron reclamos de varios años de organizaciones de derechos humanos.
Cuatro años después de su propia investidura, en la que presentó a Estados Unidos como un país en decadencia, Trump deja el cargo sometido a dos juicios políticos, con millones de desocupados más y más de 400.000 muertos por coronavirus.
Durante su mandato, su Partido Republicano perdió la Casa Blanca y ambas cámaras de Congreso, y ahora enfrenta un futuro incierto marcado por las divisiones internas en torno a la figura de Trump y sus ambiciones electorales futuras.
El presidente saliente será recordado para siempre por el acto final de su Presidencia: incitar el asalto al Capitolio de una muchedumbre de partidarios para frustrar la certificación del triunfo de Biden en las elecciones del año pasado.
Cinco personas, entre ellas un policía del Capitolio, murieron en los escandalosos desmanes, que horrorizaron a la nación y derivaron en la apertura de un segundo juicio político a un mismo presidente, algo sin precedentes en la historia de Estados Unidos.
Trump será el primer presiente de la historia moderna en boicotear la ceremonia de investidura de su sucesor, aún enojado por su derrota. Funcionarios republicanos de varios Estados, miembros de su propio Gobierno, entre ellos su ex fical general, han rechazado esos argumentos, también desestimados por decenas de jueces de todo el país en respuesta a decenas de demandas interpuestas por Trump.
De todos modos, Trump decidió no participar de ninguna de las simbólicas tradiciones de traspaso pacífico del poder, incluyendo la acostumbrada recepción en la Casa Blanca de la nueva familia presidencial, un día antes de la investidura.
Para cuando Biden haya asumido, Trump estará ya en su residencia en su club privado de Mar-a-Lago, en Palm Beach, Florida, enfrentado a futuro de dudas, no sin antes darse un despedida con alfombra roja, banda militar y 21 salvas de cañón.
Incluso el vicepresidente Mike Pence planea faltar a la ceremonia de jura de Biden, argumentando desafíos logísticos para despegar hacia el lugar desde una base aérea cercana.
La investidura en las escalinatas del Capitolio se dará con Washington transformado en una fortaleza, con unos 25.000 integrantes de la Guardia Nacional y miles de policías desplegados, vallas y puestos de control para evitar una recurrencia de hecho violentos.
Asesores habían aconsejado a Trump pasar los últimos días en el cargo tratando de destacar los logros de su Gobierno, como la aprobación de recortes de impuestos, eliminación de regulaciones estatales y normalización de relaciones en Medio Oriente.
Pero se negó, y en cambio decidió hacer un único viaje a Texas para visitar la construcción del muro que ordenó extender en la frontera con México y difundir un video en el que prometió a sus seguidores que «el movimiento» crado «apenas comienza».
Trump se retirará en Florida con un pequeño grupo de exconsejeros de la Casa Blanca para delinear un futuro político que aparece muy diferente al de apenas hace dos semanas.
Antes del asalto al Capitolio, se esperaba que siguiera siendo el líder de facto del partido, con enorme apoyo popular -74 millones de votos en las elecciones de noviembre pasado- y grandes posibilidades de volver a candidatearse en 2024.
Pero ahora aparece con mucho menos poder, abandonado por muchos en su partido, enfrentado a un nuevo juicio político de comienzo inminente y vedado del acceso a Twitter, la red social que usó como forma de conectar con sus bases y comunicar sin el escrutinio de la prensa, así como de arma contra sus rivales.
En caso de ser condenado en el Senado por «incitación a la insurección» contra el Congreso, el magnate podría ser inhabilitado para ejercer cargos públicos y, por lo tanto, impedido de presentarse como candidato a presidente dentro de cuatro años.