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Trump y Bolsonaro: los líderes de la derecha dura se juntan

El estadounidense Donald y el brasileño Jair representan a los gobiernos del mundo con más territorio y habitantes que se ubican en la derecha dura. Los dos se jactan de que ahora van a hacer un eje con similares políticas en el norte y sur del Hemisferio Occidental

Isaac Bigio *

Los presidentes de Estados Unidos y Brasil se reunieron en Washington. Donald Trump y Jair Bolsonaro representan a los gobiernos del mundo con más territorio y habitantes que se ubican en la derecha dura. Los dos se jactan que ahora van a hacer un eje con similares políticas en el norte y sur del Hemisferio Occidental.

Bolsonaro apoya el muro contra México; más medidas contra los inmigrantes; el rechazo a lo políticamente correcto; el conservadurismo social y religioso; el respaldo a primer ministro Benjamín Netanyahu y a Jerusalén como “capital unida de Israel”; también apoya a las petromonarquías autoritarias arábigas y la dictadura egipcia contra el eje Irán-Irak-Siria-Líbano y los palestinos; la lucha común para extirpar al socialismo de las Américas; el incentivo a las privatizaciones y a las exoneraciones fiscales a las grandes empresas; el uso político de la Biblia contra los gays, el aborto y la “ideología de género”, y la estrategia de hacer “grandes otra vez”  a sus naciones mediante el estímulo de las grandes inversiones privadas y el fortalecimiento de su aparato militar.

Bolsonaro ha conseguido el beneplácito de Trump para solicitar el ingreso de Brasil en la Otán, para ser la segunda república latinoamericana (luego de Colombia) en entrar a dicha alianza originalmente enfocada en contra del Moscú soviético (del siglo pasado) y hoy devenida en un instrumento contra la nueva Rusia, China, Irán y posiblemente Venezuela.

El llamado “Trump tropical” hubiese querido que su país trasladase su embajada en Israel a Jerusalén, que los Estados Unidos puedan tener una base militar en Brasil y lanzarse junto a Colombia y Estados Unidos a una invasión sobre Venezuela, pero las Fuerzas Armadas del Brasil le han puesto “peros”, pues no quieren acabar supeditando su poderío al de Norteamérica ni quieren romper sus relaciones con el mundo musulmán, ni arriesgarse a una guerra que podría desestabilizar el continente.

No en todo ambos mandatarios pueden concordar, pues China sigue siendo el enemigo central de Trump, mientras que Bolsonaro sabe que el gigante asiático hace tiempo y por mucho ha desplazado a Estados Unidos como su principal socio comercial, y eso es algo que él debe poner en la balanza de su política internacional.

 

Tras la catástrofe venezolana

En la conferencia de prensa que dio Trump, dijo con respecto a Venezuela: «Diría que hemos impuesto sanciones justo en el medio, pero podemos ser mucho más duros si necesitamos hacerlo. (…) Lo que está pasando ahí es una desgracia. Era uno de los países más ricos del mundo y de repente está sumido en el dolor y la pobreza, sin alimentos, sin agua, sin aire acondicionado, sin nada».

Esto último es bastante esclarecedor, pues Trump anda festejando y reconociendo el hecho de que han logrado hacer colapsar la economía y el servicio de agua y de electricidad en esa república, mientras que sus voceros le echan la culpa del mega-apagón venezolano al presidente Nicolás Maduro.

Encima dice que van a aplicar sanciones «mucho más duras», tras haber sancionado a la empresa estatal minera venezolana Minerven, y luego de haber requisado Citgo, la petrolera estatal venezolana en Estados Unidos, la cual bordea los U$S 20.000 millones entre sus actividades y las utilidades anuales que deja y los 1.200 millones de dólares en reservas de oro en el Banco de Inglaterra. También, luego de castigar a bancos y países que compren petróleo y productos a Venezuela, y de haber ocupado sedes diplomáticas de Venezuela en Estados Unidos, contrariando al derecho internacional.

Si Trump se apiadara de los venezolanos tan empobrecidos, él debería levantar esos embargos, pero se enorgullece de poner más y más, y deja entrever que él está detrás del mayor mega-apagón que haya sufrido cualquier gran país en tiempos de paz.

Ya Trump no llama al pueblo venezolano a que se levante contra Maduro, pues a éste castiga, sino a sus militares. Él pareciera creerse Dios o Moisés lanzando las 10 plagas contra Venezuela, pero no para presionar a que el faraón deje libres a los esclavos israelitas sino para que los uniformados venezolanos remuevan al presidente elegido en las urnas por uno que nunca ha participado en ninguna elección general pero que ha sido designado por Trump como presidente de Venezuela.

 

Nuevo eje ultra-conservador

Y mientras esto ocurre, en Brasil el mandatario sudamericano más votado que haya tenido ese país, y también Latinoamérica y el Hemisferio Sur, que es Lula da Silva, sigue en la misma cárcel que lo puso el actual superministro de Justicia, Sergio Moro, y aparecen evidencias que ligan al asesino de la activista negra, lesbiana y socialista Marielle Franco con Bolsonaro.

El nuevo eje Washington-Brasilia va a cambiar la política regional y mundial. Si a principios de este milenio Brasil creó un contrapeso a Estados Unidos en la región impulsando la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (Celac) y tejiendo relaciones con otras potencias emergentes (como el famoso Bric, Brasil-Rusia-India-China), ahora el gigante sudamericano vuelve a alinearse con el gigante norteamericano, igual a como pasó durante la mayor parte del siglo XX. Este eje ha de precisar ir golpeando a México, el cual tiene un nuevo presidente independiente muy popular. Pero ese eje buscará además remover gobiernos “socialistas” en Venezuela, Nicaragua, Cuba, Bolivia y las Antillas, si es posible mediante levantamientos internos, y sino mediante acciones militares.

Brasil, en caso de entrar a la Otán, se convertiría en su segunda potencia tanto a nivel de población como de economía, pero seguramente entraría como miembro no pleno, con el mismo estatus que Colombia, y buscando contrapesar el creciente distanciamiento de Turquía. Nunca antes la Otán entró a Latinoamérica y el hecho que los dos países más poblados de Sudamérica se le estén incorporando puede implicar a tratados de defensa militar mutua. Lo cual, a su vez, puede preparar el peligro de guerras contra Venezuela o en toda la región, como no se habían visto desde las guerras del siglo XIX, como aquellas que se dieron entre Chile, Perú y Bolivia, o entre Brasil, Argentina, Uruguay contra Paraguay (al cual lo destruyeron).

 

(*) Politólogo, economista e historiador peruano formado en la London School of Economics, donde enseñó política brasileña, venezolana y latinoamericana.  Agencia Alai/vaconfirma.com.ar

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