Diana D’Agostino y Virginia Zaracho *
Desde la llegada de la administración de Donald Trump, cuyo lema es “Make America Great Again” (que América vuelva a ser grande), los escenarios del comercio global y de las políticas monetarias internacional han incrementado su nivel de fricción especialmente a raíz de la mayor tensión entre Estados Unidos y China.
El pasado mes de marzo, la administración Trump impuso aranceles del 25 y 10 por ciento a las importaciones de acero y aluminio, respectivamente, con el objetivo de proteger la industria nacional.
Con socios comerciales como Argentina, Australia, Brasil, Canadá, México, Corea del Sur y la Unión Europea, la meta del gobierno de Trump ha sido llamar su atención frente a la imposición de los aranceles, provocando la necesidad en los dirigentes de negociar para conseguir librarse de las tarifas o adaptarse a las reglas unilateralmente propuestas.
El juego con China es un tanto diferente; y es en la arena comercial de las últimas semanas donde puede observarse con mayor claridad la escalada de acciones y reacciones, lo cual dan cuenta de la existencia de un conflicto de intereses entre ambas potencias.
Así, frente a la imposición unilateral de aranceles por parte de Estado Unidos, China presentó el 5 de abril una denuncia ante el organismo de solución de controversias de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
A la vez, Xi Jinping prometió suavizar los aranceles a la industria automotriz y proteger los derechos de propiedad intelectual, dos insistentes reclamos de Washington en el marco de la organización.
Sin embargo, a principios de abril, la Casa Blanca promulgó una nueva lista que –si bien contaba con un período de 30 días de debate público para entrar en vigor– sumaría productos de origen chino de tecnología industrial, transporte y medicamentos sobre los cuales recaería una tasa del 25 por ciento.
Tras esta decisión, Pekín respondió con la imposición de aranceles, también, del 25 por ciento, sobre aproximadamente 128 productos estadounidenses, entre los que se encuentran la soja, automóviles y productos químicos.
En respuesta, Trump amenazó con ampliar las importaciones gravadas por un valor de 150.000 millones de dólares “a la luz de la injusta represalia de China”; a lo que Pekín arremetió con imponer contramedidas en caso de materializarse la amenaza.
Es entonces que, frente a este contexto de escalada proteccionista, Roberto Azevêdo, director Comercial de la OMC, sostuvo que China y Estados Unidos parecieran estar jugando las cartas previas de un conflicto que, si llegara a escalar, podría incluso acarrear repercusiones globales.
En lo que a política monetaria se refiere, el profesor Benjamín Cohen ha sostenido que este escenario podría llevar a una guerra de divisas que afectaría tanto a los mercados como a la economía en general.
¿Queda espacio para la cooperación?
En relación con cuestiones comerciales, es menester resaltar que si bien las consultas son la primera etapa en el proceso de resolución de diferencias que establece la OMC, éste puede durar años, especialmente considerando la fragilidad de la que adolece el mecanismo durante los últimos meses.
En cuanto a política monetaria se refiere los analistas sostienen que desde el 2017 el yuan presenta una tendencia al fortalecimiento frente al dólar y el gobernador del Banco Central de la República Popular China, Yi Gang, aseguró que no devaluará su moneda como respuesta a las tensiones comerciales con Estados Unidos, desvaneciendo el fantasma de la guerra de divisas.
Finalmente, se hace necesario poder seguir de cerca la evolución las acciones bilaterales y, a su vez, evaluar el impacto que estas medidas tienen en las respectivas industrias de aluminio y acero a ambos lados del Atlántico.
Sólo allí podrá identificarse en qué proporción existe en estas acciones un juego de acción y reacción propia de políticas que buscan proteger el desarrollo económico y, por otro lado, en qué medida se trata de una acción unilateral que busca imponer las reglas de juego en el escenario comercial, por fuera de las instituciones internacionales.
Si fuera este último caso, hemos visto que la República Popular China ha demostrado su capacidad de respuesta.
(*) Estudiantes avanzadas de la Licenciatura en Relaciones Internacionales, de la UNR. Miembros del Observatorio de Economía Internacional, perteneciente a la Escuela de RRII de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales