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Tucumán: así torturaron a nena de 11 años violada para que continúe su embarazo

Dos meses después de que a su hija de 11 años, violada y embarazada por su abuelastro la obligaran a parir, la madre habló con los medios. Por primera vez contó las torturas que la niña sufrió en manos de funcionarios, médicos y la Iglesia y las presiones que recibió para continuar el embarazo

Matías Auad / Cosecha Roja (*)

Dos meses después de que a su hija de 11 años, violada y embarazada por su abuelastro, la obligaran a parir, la madre de Lucía habló con los medios de comunicación. Por primera vez contó las torturas que la niña sufrió en manos de funcionarios, médicos y la Iglesia y las presiones que recibió para continuar con el embarazo.

Sol –como la bautizaron para proteger su identidad– contó cómo el titular del Sistema Provincial de Salud (Siprosa), Gustavo Vigliocco, llegó a decirle que  la niña se iba a morir si abortaba el bebé y hasta le prometió una casa. También narró cómo un representante de la iglesia la presionó cada día. Y cómo, finalmente, la engañaron al momento de hacer la cesárea. Lo que sigue son extractos de la entrevista que la mamá de Lucia le dio al periodista  y becario de Cosecha Roja Matías Auad para La Gaceta de Tucumán.

  • Yo primero había dicho que me iba a hacer cargo del bebé. Me dieron cuatro días para que vaya a mi casa y piense. Cuando volvíamos del hospital, mi hija me dice: “no, mamá. No quiero que vos lo críes. Yo no lo quiero”. Me puse a pensar para qué iba a venir una criatura al mundo si se iba a criar bajo un odio, porque no era deseada. Cuando me traen al hospital y me vuelven a preguntar, dije que se haga la voluntad de mi hija (que se lleve a cabo un aborto). Ahí quedamos internadas. Eso hemos pedido desde que llegamos al hospital. Supuestamente había una ley que la amparaba y queríamos que se respetara.
  • No recuerdo bien (cuando se pidió formalmente la ILE) si fue una o dos semanas después de que quedamos internadas. Dudaba un montón porque tenía miedo de perder a mi hija. El doctor Gustavo (Vigliocco) me había dicho que se podía morir desangrada.
  • (Vigliocco) me dijo que la matriz de mi hija era gruesa, que estaba llena de coágulos, que al cortarla se podía morir desangrada y que yo iba a llevar una carga de conciencia. Llorando le decía que haga todo lo posible para que mi hija no se me muera. Él me decía que esperar hasta los siete meses era la única solución. La criatura ya iba a tener madurados los pulmones, iba a nacer bien y mi hija no iba a correr peligro. Yo le decía que no, porque ella no quería tenerlo. Y me dijo: “si no querés darlo en adopción, te prometo que me hago cargo del bebé. Lo voy a criar como mi propio hijo”.“Aguantá mamita, que a los siete meses te prometo hacerte tu casa. Vas a tener toda la comodidad que tu hija se merece”, dijo. Fue a donde vivo a pedirle al delegado comunal que me hagan la casa. Yo tenía tres piezas de material y una casilla machimbrada. A la casilla la han destrozado, me la han destechado y ahora no tengo las puertas ni las ventanas. No han ido nunca más.
  • Vigliocco me prometió que iba a hacer estudiar a todas mis hijas, que al bebé lo iba a criar él y que iba a ser alguien el día de mañana. No podía creer que me quería comprar la vida de la criatura. A mi hija le regaló una tablet. Todos los días le preguntaba cómo estaba, le mandaba caramelos. Todo el tiempo me decía que aguante los siete meses. Cuando le dije que no y pedí que busquen la forma de operarla, él desapareció hasta hoy. No lo he vuelto a molestar más porque nunca me volvió a mandar mensajes. Ni me preguntó cómo salió la operación.
  • A la habitación entraban las enfermeras. Una prima iba siempre. También mi hermano y mi cuñada. La doctora Tatiana (Obeid, jefa del servicio de Tocoginecología del hospital) y el doctor Gustavo Vigliocco. Todos los días iba un cura, a la mañana y a la tarde.
  • A mi hija el cura le decía que ella lo tenía que querer al bebé. Ella le respondía “no lo quiero”. Él le contaba la historia de la Virgen de Guadalupe. Ella le gritaba para decirle que no se le arrime y él lo hacía igual para hacerle cruz en la frente. Él me decía que Dios no dice que se maten (bebés), preguntaba por qué no lo daba en adopción. Me decía cosas que no tenía por qué decir si era un cura.
  • Me hacían hacer una lista de las personas que quería que pasen. Había veces que a la psicóloga no la dejaban pasar porque me olvidaba de anotarla. A él (el cura) lo dejaban pasar como si lo hubiera anotado, pero ni lo conocía.
  • La ministra de Salud, Rossana Chahla, fue a vernos una sola vez después de la operación. Me preguntó cómo era la atención en el hospital. Le dije que estaba bien, pero que me había vuelto loca el doctor Gustavo Vigliocco. Me dijo que lo había interpretado mal. Ella me dio su número para que le avise cualquier cosa.
  • Se ha demorado un montón la ILE. Firmé para que le hagan la operación, pasaron como dos semanas y nada. Todo el tiempo me ponían un pero. Primero me pidieron dos donadores de sangre y no sabía cómo conseguirlos. No podía salir ni hasta al frente del hospital porque mi hija no permitía que me alejara. Cuando le avisé a Vigliocco que ya había conseguido uno, me pidió cuatro. No sé para qué porque mi hija nunca necesitó donadores ni le agarró hemorragia como él había dicho. Hasta un día antes de la operación le pusieron inyectables para que maduren los pulmones del bebé, mintiéndome que eran vitaminas para la anemia. Una mañana ella se levantó llorando y decía que quería ir a la casa. Se hizo el mediodía y lloraba sin parar. No quería comer, tomar el té ni nada. Yo estaba desesperada. La llamé a mi prima para que busque ayuda. Ella se comunicó con la abogada Florencia (Vallino, de la ONG Andhes), que me ayudó un montón.
  • El día de la operación me dijeron que me estaba esperando un remise para que a mi hija la trasladaran a un sanatorio para que le hagan el aborto. La doctora Tatiana me dijo que no había equipos. Le consulté a la abogada (Vallino) y me recomendó que no firme el alta. Me negué a salir y se empezaron a mover. Me dijeron que no le dé de comer ni nada líquido porque podían operarla esa noche. Eran las 23 y mi hija lloraba. Le untaba gasita y le hacía pasar por la boca. La hacía jugar con enfermeras, con sillitas, con juguetes. Así estuvimos hasta que a las doce llegaron la doctora Cecilia (Ousset) y el doctor (José Gigena). Sólo yo sé lo que mi hija ha sufrido. Ella se empezó a poner morada, tenía 170 de presión. Yo lloraba a gritos y recordaba las palabras del doctor (Vigliocco), que me había dicho que se iba a morir. Pero le doy gracias a Dios y a los médicos que mi hija nunca perdió tanta sangre como él me decía. Si no hubiera sido por los doctores no sé si ella estaría con vida. Si seguía con el embarazo corría mucho riesgo.
  • Después de la cesárea había veces que le daban comida a ella y a mí no. Me daban permiso para que la lleve a la mañana a la casa de mi hermano y volvíamos al hospital de noche. Un día le agarró una crisis de nervios y se pilló en la puerta porque no quería entrar al hospital. Así estuvimos más de dos semanas hasta que la jueza (Valeria Judith Brand, a cargo del Juzgado de familia) le dio la tutela provisoria a mi hermano por seis meses.
  • Tengo una tristeza muy grande. Mi hija quiere volver conmigo y le tengo que decir que tiene que esperar. Ver que ella se ríe y juega cuando está conmigo me llena de alegría. Pero para que seamos totalmente felices hace falta que me entreguen la tenencia de mis cuatro hijos. Y pido justicia, si es posible que esa persona (por el violador) que le hizo daño a mi hija salga de la cárcel en cajón.

(*) Esta nota se produjo en el marco de la Beca Cosecha Roja y parte de ella fue publicada en el diario La Gaceta de Tucumán

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