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Tumbas de la Gloria

El gobierno quería aprovechar la fama de Tillman para promocionarlo como un superhéroe que renunciaba a un contrato millonario y a un gran futuro deportivo a cambio de defender a la patria de “las fuerzas del mal”


Por Alejandro Duchini

Entre 2006 y 2007, el periodista y escritor Jon Krakauer se la pasó en Afganistán. Quiso -y logró- reconstruir la historia de Pat Tillman, jugador profesional con gran futuro en la NFL (jugaba en Los Cardinals de Arizona) que en 2002 desestimó un contrato de 3.6 millones de dólares para alistarse en el ejército y combatir en Afganistán. La historia no tuvo final feliz porque a Tillman lo mataron sus propios compañeros por negligencia el 22 de abril de 2004. Sin embargo, se acusó al enemigo: la cadena de mandos desde el ejército hacia arriba tergiversó los hechos. Hasta que una confesión en voz baja decantó en otras y se destapó la mentira.

Tillman, que se alistó junto a su hermano Kevin, ambos impulsados por un gran sentido patriótico, ese del que los estadounidenses tanto se jactan, anotaba lo que vivía en el campo de batalla en un diario íntimo al que Krakauer tuvo acceso gracias a la familia. A eso le sumó entrevistas y noticias de época y lo contó en un libro que se titula Donde los hombres alcanzan toda la gloria.

Tenía el grado de cabo primero e integraba los rangers y a poco de incorporarse ya empezaba a desconfiar de las autoridades. “La desconfianza no desapareció de su ideario, al contrario, se fue alimentando por una lógica militar que cada vez le parecía menos fundada y más endeble, especialmente por la poca confianza que le generaba el comandante en jefe George W. Bush: ‘Mi esperanza es que las decisiones se están tomando con la misma buena fe que Kevin y yo esperamos mostrar […]. Espero que esta guerra sea más que petróleo, dinero y poder. […] Pero dudo que sea así’”, se lee en el libro de Krakauer.

Esa desconfianza tenía asidero. El gobierno quería aprovechar la fama de Tillman para promocionarlo como un superhéroe que renunciaba a un contrato millonario y a un gran futuro deportivo a cambio de defender a la patria de “las fuerzas del mal”. “Una suerte de producto de marketing de propaganda militar perfecto del que Pat Tillman se negó a participar buscando un anonimato imposible. Su decisión saltó a la prensa, acaparó titulares y se mostró en pantallas de televisión: Pat Tillman era la encarnación del ídolo americano comprometido con su país”, se lee en Donde los hombres alcanzan toda la gloria. Y después: “Era la encarnación de la lucha del bien contra el mal, del deportista que renuncia a un contrato millonario para atrapar al supervillano Bin Laden”.

Incluso el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, envió un informe a un subalterno: “Aquí tiene un artículo sobre un tipo que parece ser que se ha alistado con los rangers. Parece que es un número uno. Quizá queramos mantener vigilado”. Y luego mandó una carta al mismo Tillman: “Es algo patriótico y digno de enorgullecimiento lo que estás haciendo”.

El libro de Krakauer se destaca por los detalles con que cuenta cómo murió Tillman. Su relato es no ficción pura y de la mejor. Describe la zona montañosa, los problemas mecánicos de uno de los móviles estadounidenses que dejaron a su escuadrón a merced del enemigo, parapetado para emboscarlos. Además, hubo órdenes de superiores erradas que desencadenaron los hechos. Krakauer reconstruye la vida del propio Tillman y nos sumerge de lleno en la historia de cómo se originó esta guerra en la que tanto rusos como norteamericanos ayudaron a construir el monstruo que luego se les volvió en contra. Una clase de historia.

A Tillman lo utilizaron para promocionarlo como un mártir que había muerto defendiendo la paz. “Una cínica campaña de encubrimiento sancionada desde los más altos niveles gubernamentales”, nos recuerda Krakauer. Incluso, una base de artillería del Ejército estadounidense al sur de la colina en la que falleció fue bautizada en su honor: Base de Operaciones Avanzada Tillman. Y el entonces el presidente George Bush participó de un emotivo discurso que fue vivado durante un partido de Los Cardinals.

Pero un primer testimonio dio cuenta de que a Tillman lo había matado uno de sus compañeros por error. Había recibido “uno o más impactos en la placa metálica del pecho de su chaleco antibalas: fuertes golpes que habría sentido como un martillo neumático que le golpearía el esternón”.

La autopsia revelaría que había muerto por disparo de una una SAW, el arma que tenía uno de los suyos. Los fragmentos de las balas habían destruido parte de su cráneo, “lo que provocó que su cerebro cayera al suelo. De la cabeza de Tillman quedó principalmente piel y fascia; parecía un globo pinchado”, describe Krakauer. Cuando los comentarios se hicieron imparables, el gobierno comenzó a callarlos. Se borraron pruebas. Se aludieron motivos de seguridad para quemar las ropas de Tillman. Desde el 75.º Batallón Ranger intentaron “engañar deliberadamente” a su familia. Pero su hermano, Kevin, que seguía en el frente de batalla, escuchó aquellos rumores. Un superior le habló en potencial: “podría”, le dijo, haber muerto por fuego amigo. Si la verdad ya la conocía su hermano, no habría posibilidades de detener su difusión.

“Tillman posiblemente murió como resultado de fuego amigo”, fue el discurso gubernamental “pese a que la investigación oficial era concluyente en su determinación de las causas de la muerte”. “La muerte por fuego amigo -recuerda Krakauer- es considerada homicidio negligente en el código militar”.

Ninguna de aquellas autoridades dejó una buena imagen en la historia. Todo lo contrario. Ese es uno de los mensajes que se desprenden de Donde los hombres alcanzan toda la gloria. A Tillman, en cambio, le dedicaron documentales, libros y hasta carrera propia: su viuda, Marie, fue una de las gestoras de la Fundación Pat Tillman, que entre otras cosas organiza dos competencias anuales que se conocen como “Pat’s run” (La carrera de Pat). “La mejor forma de conmemorar nuestra relación y la vida que Pat y yo teníamos juntos no es dejarse atrapar por la pena, la rabia y otras emociones negativas”, le dijo Marie a Krakauer. Hay un slogan de un club de fútbol argentino que se ajusta a este tema: la historia te dice quién sos.

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