Una abogada fue víctima de un violento episodio en Presidente Roca y Córdoba, pleno centro de la ciudad, cuando un grupo de personas rodeaba a un policía que mantenía esposado a un chico que supuestamente había robado un celular.
Marta Falperín se acercó para pedirle al agente que lo custodiaba que no le pegaran, lo que desató la ira del medio centenar de transeúntes que esperaba su turno para arrimar una patada.
La letrada fue víctima de todo tipo de agresiones verbales y rescatada por el mozo de un bar y un psicólogo que pasaba por la zona. “Esto es peor que la Ley de Talión, no es ni siquiera ojo por ojo. Es un celular por la vida”, reflexionó la abogada en diálogo con El Ciudadano.
“Volvía a casa y pasaba por la esquina de Presidente Roca y Córdoba, donde está el bar Havanna. Había muchísima gente y policías. Me acerco, porque se me pasó por la cabeza que podría tratarse de un linchamiento. Veo un chico muy pero muy flaquito esposado mientras los policías le apretaban la cabeza contra el piso haciéndole preguntas sobre su compañero. La gente enardecida gritando que hay que matarlos a todos, y todo lo que se les ocurra”, relató Falperín.
La mujer se acercó y le pidió a la Policía que no golpeara al chico. Pero los transeúntes intentaron sacarla. Fue allí que Falperín les explicó que es abogada.
“De ahí en más la atacada fui yo. Empezaron a filmarme, a decir que había llegado la abogada del chorro, mugrienta de los derechos humanos y más cosas. También me sacaban fotos”, contó.
Un chico que trabaja en un bar de la zona la abrazó para protegerla. Y un joven psicólogo que también pasaba por allí se unió en su ayuda. En medio de esa situación llegó un móvil policial y se llevó al chico.
“Fue ahí que entramos al bar rodeados y perseguidos por unas 20 personas. Un muchacho de pulóver verde le llegó a dar un cachetazo al psicólogo”, relató Falperín.
Tras eso, siempre dentro del bar, la abogada dijo en voz alta algunas palabras a modo de reflexión. «Un celular no vale una vida», señaló, ante todos los clientes. Pero no encontró siquiera una sola mirada que empatizara con la de ella.
Mientras, en la puerta, la turba la seguía esperando. Hasta que se cansaron y se fueron del lugar.