Había una vez un hombre llamado Kalum que vivía en la selva. Él ganaba dinero capturando pequeños pájaros y otros animales, y se los vendía a la gente como mascotas.
Un día Kalum cazó dos pequeños loritos habladores. Esa tarde fue a la ciudad a venderlos esperando ganar bastante dinero.
Vendió uno de los loros a un carnicero, que mata animales y los convierte en comida.
Luego siguió caminando por el pueblo y vendió el otro loro a un monje que oraba y cantaba con alegría.
El primer lorito pasaba sus días escuchando: “Corre la vaca, atrápala, mátala, córtale la cabeza, córtala aquí, córtala allá…”.
El segundo lorito pasaba sus días escuchando oraciones y hermosas canciones que el monje cantaba junto con otras personas del pueblo que se acercaban a su casa para tener su compañía.
Algunos meses más tarde Kalum regresó a la ciudad. Al pasar por la carnicería del pueblo, vio al loro del carnicero y lo saludó amorosamente.
—¡Hola, lorito!
—¡Mátenlo! ¡Córtenle la cabeza!, le contestó el loro. Kalum se alejó asustado.
Luego pasó por la casa del monje, donde estaba el otro loro.
—¡Hola, lorito!
—¡Bienvenido, querido amigo!, le respondió el lorito amorosamente. Y comenzó a cantar “El amor de Dios es maravilloso”.
¡La sorpresa para Kalum que fue la dulzura de este loro! Siguió caminando por las calles pensativo y se dio cuenta de que el primer loro, al vivir en compañía del carnicero, había aprendido su rudo lenguaje; en cambio, el segundo loro sólo sabía cantar y decir dulces palabras gracias a la compañía del buen monje.