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Última oportunidad para recorrer la instalación «Una noche en Calilegua»

La obra montada en el Museo de la Memoria desde marzo tendrá su último recorrido guiado con las artistas este sábado a las 11, el día que se cumplen 48 años de La Noche del Apagón, ocurrida en Jujuy

Una noche en Calilegua es una instalación artística que se exhibe en el Museo de la Memoria de Rosario desde el 21 de marzo de este año hasta este fin de semana, el último de julio. Las artistas Romina Garrido y Alejandra Fábregas, con la curaduría de Mónica Fessel, dieron cuerpo a este proyecto que empezaron a imaginar en 2021 y que pudieron concretar gracias a una beca del Fondo Nacional de las Artes.

La propuesta del Museo de la Memoria para incluirlo en su programación les dio a las artistas un marco que les resultó muy atractivo para montar la obra: desde la semana del aniversario del último golpe militar en Argentina, el 24 de marzo, hasta el fin de semana donde se cumple otra efeméride, la Noche del Apagón.

Desde su inauguración en el Museo ubicado en la esquina de Moreno y Córdoba (ex sede del Segundo Cuerpo del Ejército) hubo charlas y recorridos con ellas y la última recorrida será este sábado 27 de julio a las 11, un día antes del desmontaje.

Entre el 20 y 27 de julio de 1976, la empresa del ingenio Ledesma en la localidad Libertador General San Martín (que todos conocen como Ledesma), en Jujuy, provocó un corte de energía total con el que facilitó el secuestro de 400 personas, de las cuales más de 30 permanecen desaparecidas. El 24 de marzo de ese año las Fuerzas Armadas habían tomado el poder y ejecutaron un plan de represión sistemática que dio como resultado un genocidio. Hasta diciembre de 1983, el terrorismo de Estado se extendió por todas las provincias argentinas.

Últimos días de visita: viernes de 12 a 18 | Sábado y domingo de 9 a 13 h

Garrido y Fábregas nacieron durante aquella época de terror, y la primera, de hecho, nació en esta localidad jujeña. El objetivo era producir una obra que capturara desde los sentidos la represión ilegal montada contra los trabajadores del ingenio durante aquellas madrugadas de julio del 76.

Una noche en Calilegua consiste en una “estructura de hierro y alambre, media sombra, aserrín, sonidos de bagazo”, tal como indica la ficha técnica que ofrece el Museo. En diálogo con El Ciudadano, la curadora Fessel contó cómo fue el proceso de producción de lo que concibe como “una obra poético-política”. Puntualizó especialmente la palabra poético, ya que el objetivo era apelar al público desde un lugar cuyo nodo no estuviera en lo estrictamente informativo ni en un discurso panfletario: la instalación toca los sentidos, en particular el auditivo.

El texto de presentación de la obra en el Museo dice que las artistas “nos proponen orillar la noche”: “Entrar a tientas a una escena para habitar un tiempo y un paisaje: la noche del apagón del Ingenio Ledesma, en Calilegua, Jujuy. Allá, una yunga desbordada de cañas de azúcar y una fábrica de papel. En el centro, una montaña de bagazo se impone en Libertador General San Martín. El bagazo es un residuo, la piel del cañaveral, su pellejo. Una piel descompuesta, con un olor inmundo y penetrante con el que conviven sus habitantes como un signo o un señalamiento”.

La primera idea fue recrear ese olor tan invasivo, tan identificable, sin embargo las cuestiones técnicas lo impidieron porque era riesgoso ubicar una fermentación de estas características en un lugar cerrado.

“En esta instalación pudimos hacer un desplazamiento. La idea hacer una montaña con esta fermentación porque ese material, en Calilegua y Libertador General San Martín y en todos esos pueblos, siempre está muy presente. En los avatares de la investigación para poder materializar la obra, Alejandra (Fábregas) encontró un libro que la convocó, se llama El sonido de las plantas. Por lo que investigamos la posibilidad de trasladar al sonido esa fermentaciónSe generó una fermentación a escala reducida y se capturaron esos sonidos, luego se trabajaron en conjunto esos sonidos con los de la yunga jujeña. Toda esta inmersión en la obra recupera el ambiente en que ocurrieron los hechos”, describió Fessel.


El texto institucional además dice: “Dos artistas atravesadas por la migración y la dictadura instalan un exterior en un interior, un paisaje dentro de otro. En esta obra, la ausencia de luz trae un rastro de la experiencia de aquellas noches de oscuridad total. La penumbra nos amplifica el rumor de la yunga y la sonoridad de la descomposición, un sonido aumentado y vivo, que también habla de la muerte”.

Garrido es licenciada en Bellas Artes, vive en Rosario desde muy chica, en 1978; Fábregas es artista visual; y Fessel es fotógrafa, videoartista y docente. Las tres viven en la ciudad y desde hace tiempo forman parte de la escena artística local a través de la participación u organización de muestras, talleres y curadurías.

Fessel se sumó a la obra apenas consiguieron la beca y mientras avanzaron en el trabajo decidieron dividir roles, y ella tomó el trabajo de curaduría y acompañamiento creativo. La investigación de campo también incluyó viajar al lugar de los hechos.

Para las tres lo primordial tenía que ver con la experiencia sensorial. La dificultad o el desafío fue cómo generar una instalación con esta densidad política y generar sensaciones y emociones, que la conexión pasara por el cuerpo y no fuera solo una cuestión informativa. Para mi el lugar tenía que ser este Museo”, compartió Fessel.

En este sentido, explicó que “en otro tipo de museo hubiera sido necesario un trabajo de reforzar mucho más la cuestión política, en cambio el Museo de la Memoria ya pone al público en un contexto que permite que esta instalación explore más lo sensorial y que a la vez la obra  se lea como se tiene que leer y se perciba como se tiene que percibir”: “En este caso el espacio es fundamental porque la obra dialoga con el lugar donde está instalado”.

Finalmente, la curadora también reflexionó: “A título personal creo que muchas veces las obras que son muy dirigistas o que tienen discursos panfletarios no generar lo que quieren generar ni provocan lo que quieren provocar porque los que terminan consumiendo esas obras ya tienen esa postura ideológica definida”, 

“A veces esos contenidos tan dirigistas no permiten otras lecturas posibles, por ahí en el camino queda alguien que por ahí no se involucra del todo o piensa que la política es otra cosa y no lo cotidiana. Cuando sí lo es. Las propuestas tan dirigistas quizás alejan a esas personas y quizá desde la sensibilidad se los puede convocar desde otro lugar”.

El equipo de trabajo para producir la muestra se completa así: Diseño sonoro: Fernando Romero De Toma y Micaela Trombini | Asesoramiento y dirección técnica: Luciano Stechina | Estructura: Iván Baldón, Roberto Villalba y Angel Escalante | Montaje: Juan Ignacio Grandi, Pablo Albini | Producción general: Museo de la Memoria.

Hechos históricos

El 20 de julio de 1976 se montó un gran operativo en las ciudades de El Talar, Calilegua y Libertador, en la provincia de Jujuy, que incluyó cortes de energía eléctrica en todo el departamento de Ledesma y, en medio de la clandestinidad fueron secuestradas cerca de 400 personas, en su mayoría sindicalistas, maestros rurales, obreros y estudiantes.

La orden para cortar la luz la dictó la empresa Ledesma, en la localidad de Libertador General San Martín. A estos crímenes que se cometieron entre el 20 y 27 de julio de 1976 se los conoce como “la Noche del Apagón”.

Las personas secuestradas fueron llevadas al centro clandestino de detención de Guerrero, donde sufrieron todo tipo de torturas. Todavía continúan desaparecidas al menos 33 de ellas.

Murió Carlos Pedro Blaquier, ícono de la connivencia empresarial con la dictadura

Se trata de un claro ejemplo donde se pone de manifiesto la complicidad civil con la dictadura. Carlos Blaquier, propietario del ingenio Ledesma, era miembro del directorio cuando fue a Noche del Apagón. Estuvo procesado junto a Alberto Lemos, administrador de la empresa, como partícipes necesarios por proveer vehículos y personal del ingenio para ese operativo represivo, como consta en diversos testimonios de sobrevivientes. Blaquier murió impune. Lemos todavía no recibió ninguna condena.

Juzgar la complicidad de los empresarios (o de médicos, jueces, fiscales, entre otros) durante la dictadura es una pata flojísima de los procesos judiciales que se reanudaron en Argentina desde 2006. 

En la región hay uno: la causa Villazo que tiene en el banquillo de los acusados al jefe de personal de Acindar, por los secuestros y torturas cometidos contra trabajadores de Villa Constitución en marzo del 75, un año antes de que empezara formalmente la dictadura. Se espera que antes de fin de año haya condena. En Acindar, incluso, funcionó un centro clandestino de detención.

El precedente es la causa Ford que en 2018 juzgó a altos funcionarios de la empresa Ford Motor Argentina. El sitio del Cels describe que en el predio de la empresa “se montó un centro clandestino de detención que funcionó en el espacio del quincho del campo de deportes”, que la empresa “confeccionó un listado de trabajadores que entregó a las fuerzas represivas para detenerlos; facilitaron legajos personales, fotografías y camionetas para los traslados” y que “muchas de las detenciones se produjeron, además, en el interior de la fábrica, en horario laboral, frente a compañeros y directivos”.

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