Sin otras intrigas que los porcentajes, en particular lo que coseche Juan Manuel Urtubey, y el segundo escalón, por el que cuerpean Alfredo Olmedo y Walter Wayar, la elección salteña de mañana carece de encanto: el resultado parece cantado y, a priori, no parirá ninguna novedad extra.
El teorema, suscripto por el gobernador al adelantar la votación, de que serviría de plataforma para una aventura presidencial se diluyó. Ni siquiera deriva como potencial vice: Urtubey dice no desear esa butaca; la Casa Rosada, en tanto, no lo contempla.
Con esas variables fuera de radar, las incógnitas son de segundo y tercer orden: la performance de Olmedo, portador de amarillo PRO y aval de Mauricio Macri, poco y nada puede incidir en los pasos del porteño que se autoexcluyó del grueso de las pulseadas provinciales.
Al margen de Miguel del Sel en Santa Fe –a quien espera favorecer con una eventual victoria porteña: en la provincia se vota dos semanas después de la primera vuelta– el macrismo optó por renunciar a batallas suicidas: ocurrió en Catamarca y en Chubut.
Se repetirá en la mayoría del mapa. Ensaya armados en Mendoza, quizá en Misiones, explora acuerdos en Río Negro y trata de encontrar un formato para combatir en Córdoba. En Salta, Olmedo operó por su cuenta y orden y Macri, pragmático y ahorrativo, aceptó la oferta. Nada, por ahora, indica que el diputado de eslogan orillero (“No vote al pedo, vote a Olmedo”) supere el 25 por ciento. Pero ese caudal sería suficiente para condenar a Wayar al tercer lugar. Indirectamente, Olmedo contribuirá a sepultar la rebeldía del ex gobernador Juan Carlos Romero.
En esencia, esa disputa inter-K entre Urtubey y Wayar asoma como una de las atracciones, menores, de la elección. Se enfrentaron en 2007, uno con respaldo de Alberto Fernández; el otro con el de Julio de Vido y Romero; el resultado fue ajustado.
Los sondeos proyectan que Urtubey estará por encima del 45 por ciento que logró aquella vez y que Wayar obtendrá la mitad, un tercio de los votos que contó por entonces. El ex vice rompió, además, con Romero, pero retuvo su pacto con De Vido, quien juega en tándem con Hugo Moyano.
El camionero, que visitó dos veces Salta en las últimas semanas, se trenzó con Urtubey; el gobernador, de manera sistemática, lo cuestiona: “No representa un modelo sindical saludable”, dijo. Moyano replicó que “ser lindo” no significa ser buen administrador.
El jefe de la CGT ubicó a Jorge Guaymas, jefe del Sindicato de Camioneros local, como vice de Wayar. Es, al margen de las empatías con De Vido, quien apuesta de manera visible en la elección de Salta. Camina, salvo un cataclismo, a ser el derrotado en el planeta K.
Se trata, en rigor, de la primera experiencia 2011 de su Corriente Sindical. Sus detractores, club numeroso, podrán invocar el resultado salteño para refrescar un dato obvio: Moyano en particular y el moyanismo en general tienen un poder fáctico que no se refleja en las urnas. O viceversa.
Otro anexo de la elección es la ausencia, formal, de Romero. El ex gobernador, que se sienta en la mesa de coordinadores del Peronismo Federal, no interviene en la batalla de mañana a pesar de ser, Salta, su territorio. Rompió, hace tiempo, con Wayar, dice mantener vínculos con sectores del PJ, ahora alineados en la jefatura de Urtubey, y decidió replegarse para aplicar otra táctica: el gobernador declara que su principal oposición es el grupo mediático de la familia Romero. El ex gobernador, que así y todo mantiene contactos con Wayar y Olmedo, se corrió de escena y desliza que se relanzará en mayo.
El resultado de las elecciones –Urtubey no hizo ni siquiera actos de campaña– engrosará la estadística anecdótica. Mañana por la noche lo compartirá moderadamente con la Casa Rosada y Cristina de Kirchner, como hasta ahora, dirá que sumó por dos: lo del gobernador y lo de Wayar.