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Un año con la mayoría de las variables económicas en rojo

La Argentina cierra 2016 con la mayoría de las variables económicas en rojo, una inflación superior al 40% potenciada por fuertes subas en servicios públicos, combustibles, alimentos y bebidas, y una profundización de la pobreza y el desempleo.

La Argentina cierra 2016 con la mayoría de las variables económicas en rojo, una inflación superior al 40% potenciada por fuertes subas en servicios públicos, combustibles, alimentos y bebidas, y una profundización de la pobreza y el desempleo.

Cuando el año económico parecía cerrado, el presidente Mauricio Macri definió la salida de Alfonso Prat Gay del Ministerio de Hacienda para colocar allí a Nicolás Dujovne. Además, dividió el área dándole estatus mayor a Finanzas, cartera que queda a cargo de Luis Caputo, el negociador con los fondos buitre. Todo sumó tensiones en un área decisiva que el gobierno necesita encaminar cuanto antes de cara a las legislativas de medio término.

Termina el año con un acelerado incremento en el endeudamiento –por encima de los 50.000 millones de dólares entre Nación, provincias y empresas– y un déficit fiscal primario que se encamina a superar el 4,8% del Producto Bruto pronosticado por el gobierno, ante la aceleración del gasto público y menor recaudación. Apenas el impactante número de 90.000 millones de dólares logrado hasta fin de año con el blanqueo de capitales, y que promete superar largamente los 100.000 millones cuando cierre ese “sinceramiento fiscal” en marzo, mantiene una luz de expectativas positivas de cara a un año exigente en materia fiscal.

Las esperanzas de un mejor segundo semestre y de una “lluvia de inversiones” que el gobierno trató de instalar de entrada, se fueron derrumbando como un castillo de naipes. Recién a fines de este año la recesión y la actividad industrial empezaron a dar algún respiro y mostrar suaves signos de un rebote, o de al menos haber tocado un piso.

Esos magros resultados globales y el permanente choque con funcionarios del riñon macrista, como el jefe de Gabinete, Marcos Peña; el vicejefe, Mario Quintana, y el jefe del Banco Central, Federico Sturzenegger, fueron desdibujando y aislando a Prat Gay y llevaron a Macri a decidir su desplazamiento. Tras su salida, Macri decidió desdoblar el Ministerio: el de Hacienda que quedó a cargo de Dujovne –un técnico que integró la Fundación Pensar de Cambiemos– y Finanzas, comandada por Caputo, ex secretario del área y hombre clave en la negociación con los fondos buitre.

En su conferencia de prensa de despedida, Prat Gay habló de “misión cumplida” y se adjudicó el “éxito” del blanqueo de capitales.

El 2016 también será recordado por un fuerte ajuste en tarifas de gas –luego frenado por la Justicia–, luz y agua, que provocó costo político al gobierno, con cacerolazos y protestas, en las que se atacó directamente al ministro de Energía, Juan José Aranguren, quien siempre fue respaldado por el presidente. La fuerte suba impactó de lleno en usuarios domiciliarios pero también en pequeños comercios e industrias, que en muchos casos debieron cerrar sus puertas por la imposibilidad de pagar las facturas.

Pocos ganadores

En este escenario complejo, tres sectores cierran el año con buenos resultados y expectativas favorables: el sistema financiero, el energético –por aumento de tarifas y expectativas de inversiones– y el campo, con una cosecha récord –por baja de retenciones–, aunque algunas economías regionales tiene serios problemas y hay sectores en virtual quiebra, como el lechero.

Las variables sociales, que ya venían siendo alarmantes en el 2015, empeoraron: uno de cada tres argentinos es pobre, según lo admitió el mismo Indec, que volvió a difundir las cifras después de tres años de silencio.

La desocupación se ubicó en el 8,5% de la población económicamente activa, aunque las cifras privadas la elevan al 10%, en un año con fuertes pérdidas de empleo en el sector público y privado, con un balance preocupante: 2.500.000 argentinos están desempleados o subocupados.

Desde su inicio, la gestión macrista enarboló una consigna que impulsó como necesaria e imprescindible: “Normalizar” el país en aspectos financieros, económicos y estadísticos, y desde ese lugar tomó y justificó medidas y resultados. Instaló la idea de abandonar el “populismo” del anterior gobierno de Cristina Kirchner y superar una “pesada herencia”, para lo cual promovió la eliminación de subsidios en servicios públicos, libre fluctuación cambiaria y una férrea actitud de apartar al Estado de cuestiones vinculadas con la economía, además del retorno, tras diez años, al Fondo Monetario Internacional.

Apostó a reinstalar la idea de una “vuelta a los mercados” para lo cual aceleró la negociación con los fondos buitre con el propósito de cerrar a cualquier costo el “juicio del siglo”, cuya falta de resolución aparentemente frenaba la llegada de inversiones, aunque hasta ahora estuvo de haber sido la llave para destrabar el arribo de capitales pero sí permitió una sostenida caída en las tasas de interés.

Ni el viaje de Macri junto con el líder del Frente Renovador, Sergio Massa, a Suiza para participar del encumbrado Foro de Davos, ni el Mini-Davos que se hizo en el Centro Cultural Kirchner, sirvieron hasta ahora para disparar la prometida lluvia de inversiones en la magnitud esperada.

Para la consultora de Orlando Ferreres, la inversión acumula una baja del 3,7% en lo que va de este año respecto de 2015, y se posicionó en 21% respecto del PBI.

En su primera conferencia como ministro designado (junto al jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el propio Caputo), Dujovne buscó transmitir optimismo.

“Es la primera vez en 20 o 25 años que, en el contexto de un Producto Bruto que se contrae, el componente maquinaria y equipo de la inversión muestra un crecimiento interanual positivo. Una vez que se revierta la caída en la construcción vamos a tener a la inversión creciendo. Ahí tendremos a los dos componentes creciendo”, destacó. Los “brotes verdes” de una reactivación genuina, coinciden casi todos los estudios privados, recién empezarán a notarse en el primer trimestre de 2017, si el contexto internacional es medianamente favorable, para lo cual será vital que la economía de Brasil supere el proceso recesivo que aún atraviesa.

Proyecciones y expectativas

Todas las proyecciones prevén un crecimiento económico de entre 3% y hasta 5% –los más optimistas–, aunque las perspectivas seguirán siendo preocupantes.

Si el consumo, la inversión y la balanza comercial no repuntan considerablemente la esperanza de una mejora se desvanecerá, admiten reportes de consultoras privadas. Sostienen que una desaceleración inflacionaria no será necesariamente un motorizador del consumo, porque lo que el asalariado precisa es una recuperación de sus ingresos.

El gobierno prevé, según las metas de inflación del Banco Central, bajar el costo de vida a una franja que va del 12 al 17%, un objetivo por demás exigente.

Hasta la consultora Dujovne y Asociados, del designado ministro de Hacienda, prevé una inflación del 20,5%, con una economía creciendo al 3% y un superávit comercial de 3.700 millones de dólares. El 2017, año electoral, coloca a la Argentina ante un escenario por demás desafiante, y para superarlo con éxito necesitará también de un contexto internacional favorable, que aún no se vislumbra en el horizonte.

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