Se llama Luis Caffarelli, es bonaerense, tiene 74 años y este miércoles la Academia Noruega de Ciencias y Letras le otorgó el Premio Abel, considerado el Nobel de las matemáticas y dotado con 7,5 millones de coronas noruegas, unos 660.000 euros. Es en reconocimiento a su trabajo en ecuaciones diferenciales parciales, que analizan los cambios continuos y se utilizan para modelar el mundo natural. La Academia destacó sus resultados “técnicamente virtuosos”, en particular sobre los llamados problemas de frontera libre: modelos matemáticos que reflejan lo que ocurre en la superficie de contacto entre el agua y el hielo, por ejemplo, o en una aleación de metales fundidos que solidifican a distinta velocidad.
Caffarelli nació y se crió en Buenos Aires, por lo que se convirtió en el primer premio Abel de América del Sur. Hoy es profesor en la Universidad de Texas en Austin.
Desde hace 50 años, Caffarelli es una figura destacada en el estudio de las ecuaciones diferenciales parciales, un campo basado en métodos ideados en el siglo XVII por Isaac Newton y Gottfried Leibniz para describir sistemas que cambian continuamente.
Casi todas las ecuaciones conocidas que modelan el comportamiento físico o humano son ecuaciones diferenciales parciales, desde las de Navier-Stokes en dinámica de fluidos hasta la de Black-Scholes en finanzas.
El reconocimiento al argentino indica que ha realizado “contribuciones innovadoras” que “cambiaron radicalmente la comprensión de las clases de ecuaciones diferenciales parciales no lineales con amplias aplicaciones. Los resultados son técnicamente virtuosos y cubren muchas áreas diferentes de las matemáticas y sus aplicaciones”.
El texto que argumenta el premio lo felicita: «Combinando una visión geométrica brillante con herramientas y métodos analíticos ingeniosos, ha tenido y continúa teniendo un enorme impacto en el campo».
Caffarelli estudia la consistencia matemática de las ecuaciones diferenciales para determinar si pueden tomarse como representaciones significativas de la realidad. Helge Holden, presidente del comité Abel, dijo sobre esa área del coocimiento: “Las matemáticas son como una navaja suiza: la misma herramienta se puede aplicar a muchos problemas diferentes. Las herramientas que ha ideado Caffarelli se han aplicado a muchos problemas distintos, desde ecuaciones que describen la naturaleza hasta matemáticas financieras”.
“No puedes alcanzar la verdad, pero por lo menos puedes acercarte a ella, a la complejidad de la realidad”, le dijo el argentino al periodista Manuel Ansede del diario madrileño El País tras conocerse el galardón. “Las matemáticas vinculadas a la física son las más interesantes. Yo no soy muy partidario de hacer investigaciones superabstractas, que solo puedan entender media docena de matemáticos”, dijo el premiado en la misma entrevista.
Caffarelli profundizó las ecuaciones de Navier-Stokes, planteadas en 1845 y que describen en término matemáticos el flujo de un fluido viscoso, como el aceite. No solo se aplican a eso, sino, por ejemplo, al análisis de la circulación sanguínea en el cuerpo humano o la predicción del movimiento del petróleo.
Tras doctorarse en la UBA, el matemático bonaerense estuvo una década en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, en Estados Unidos. Es el mismo en el que trabajó el físico alemán Albert Einstein.
Caffarelli está casado con la matemática argentina Irene Martínez Gamba, profesora de ingeniería y ciencias computacionales en la misma Universidad de Texas en la ciudad de Austin.
El premio Abel lleva el nombre del matemático noruego del siglo XIX Niels Henrik Abel, quien hizo importantes contribuciones en varios campos antes de morir de tuberculosis a los 26 años. Se otorga todos los años, desde 2003. Y es la primera vez que lo gana un nacido en Sudamérica.
Caffarelli recibirá la medalla y los alrededor de 700 mil dólares del premio el 23 de mayo durante una ceremonia en Oslo. El Abel es considerado como un «premio a la carrera». De los 26 laureados hasta el momento, solo uno, Karen Keskulla Uhlenbeck, es mujer.