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Un argentino detrás de los manuscritos bíblicos más antiguos del mundo

Uno de los tesoros arqueológicos más importantes desenterrados en el siglo XX, los “Rollos del Mar Muerto”, que incluyen la biblia manuscrita más antigua, están al cuidado de Adolfo Roitman, un experto que dirige el Santuario del Libro del Museo de Israel

Uno de los más importantes tesoros arqueológicos desenterrados en el siglo XX, los denominados “Rollos del Mar Muerto”, que datan de la época del primer cristianismo e incluyen la biblia manuscrita más antigua jamás conservada, están al cuidado de un experto argentino que además dirige el Santuario del Libro del Museo de Israel en Jerusalén.

“Es uno de los hallazgos arqueológicos más sensacionales, sino el mayor de todos los acaecidos el siglo pasado”, dijo el especialista en cuestión, Adolfo Roitman (63), cuya vida es el eje del documental <Paternal< (2019) de Eduardo Yedlin.

Graduado como antropólogo en la UBA y luego especializado en religiones primitivas comparadas en la Universidad Hebrea de Jerusalén donde se doctoró, su presente en el museo que diariamente visitan “entre 1.500 y 3.000” personas y que contiene un tesoro equivalente a “la Mona Lisa del Estado de Israel”, es el corolario de un largo camino recorrido desde su infancia en aquel barrio porteño conocido como Paternal.

“Como parte del trabajo, en dos días puedo recibir al príncipe de Luxemburgo, al rey de Bélgica, al presidente de Portugal y al príncipe Carlos, como me ha pasado, en el Santuario del Libro: viéndolo en perspectiva, es como el cuento de la Cenicienta”, contó.

Formación antropológica para ver los problemas de manera diferente

Su familia paterna está en San Juan, donde a comienzos del siglo XX llegó su abuelo inmigrante ruso que, como zapatero, supo ganarse la vida trabajando el mismo material que sirve de soporte a  gran parte de los casi mil manuscritos a los que Adolfo ha dedicado los últimos 26 años: el cuero.

“Esta anécdota que nos muestra que la vida no tiene rutinas, planeamos una cosa y nos lleva por otro lado”, dijo.

Título en mano y habiendo realizado paralelamente “todos los niveles de la educación judía en marcos comunitarios”, en 1980 emigró a Israel para estudiar religiones comparadas primitivas, especializándose en la época del Segundo Templo de Jerusalén (-538 A.C. al 135 D. C.)

“Tras el doctorado, lo que esperaba era dedicarme a la investigación o a la enseñanza en la universidad, pero uno de los jueces de mi tesis me sugirió postularme para el cargo de curador de los rollos del Mar Muerto, cosa que hice a pesar de que no me sentía idóneo”, contó.

Es que como antropólogo no se había especializado en arqueología sino en etnografía, pero además “carecía de formación sistemática en filología semítica” y sus conocimientos de estudios bíblicos venían de una “formación tradicional, no académica”.

“Tuve que competir con israelíes, americanos e ingleses que estaban formados en estudios bíblicos, lenguas semíticas y lenguas clásicas; pero mi profesor me hizo ver que importaba lo que sí tenía, que era la formación antropológica que me permitía ver los problemas de manera diferente”, dijo.

El resultado de la selección ratificó que “lo que yo veía como una desventaja era una ventaja” y desde 1994 Roitman es el curador de los “Rollos del Mar Muerto”, siendo la digitalización en alta resolución de cinco de esos rollos que se pueden consultar de manera libre y gratuita en una plataforma de Google (http://dss.collections.imj.org.il/) desde 2011, uno de los logros de su gestión.

Un punto de inflexión en la historia del conocimiento de Occidente

Se conocen como “Rollos del Mar Muerto” a unos 900 textos escritos a mano sobre pergamino (soporte de piel de animal) o papiro (soporte vegetal), que fueron encontrados entre 1947 y 1956 dentro de vasijas escondidas en once cuevas situadas a tres kilómetros de la orilla occidental de este lago salitroso, en las proximidades del sitio arqueológico de Qumrán y a 100 kilómetros de Jerusalén.

Los manuscritos fueron datados entre el año 250 AC y el 135 DC, cuando las ruinas contiguas fueron ocupadas por la secta judía de los esenios, y el más largo es el “Rollo del templo” de 8,14 metros.

El 25% de los rollos corresponden a copias de todos los libros de la Biblia hebrea excepto Esther y Nehemías, mientras el otro 75% restante se reparte entre obras sectarias, manuscritos apócrifos y de género no identificado.

“Los rollos son un punto de inflexión en la historia del conocimiento de Occidente porque su hallazgo produjo una revolución intelectual que 70 años después todavía estamos tratando de asimilar”, dijo.

Es que estos manuscritos corresponden a “una de las épocas más fascinantes” ya que por entonces no sólo nace el judaísmo histórico y el cristianismo, sino que en ese momento y lugar estos dos grupos se enfrentan entre sí y con el mundo grecorromano, “los tres baluartes de la civilización Occidental”.

“Y los únicos documentos directos que nos llegaron de esa época son los rollos; un túnel del tiempo que nos permiten acercarnos a la espiritualidad de los hombres de esta época de una manera como no pueden reflejarla los artefactos arqueológicos”, dijo.

Los rollos colaboraron en promover el diálogo interconfesional

Hasta ese momento los únicos documentos escritos de los que se disponía con referencias a los judíos de la época del Segundo Templo, provenían de fuentes ajenas y tardías, como Flavio Josefo o el Nuevo Testamento.

“Los rollos nos permiten entender la complejidad de la sociedad judía de esos años a nivel político, social y religioso; pero también les recuerda a judíos y a cristianos que son hermanos porque el cristianismo primitivo era una secta de judíos”, dijo.

Roitman enfatizó que años de enfrentamiento hizo que “tanto a judíos como a cristianos les sea difícil reconocer la judeidad de Jesús”, pero “hoy estamos en otro momento y los rollos han colaborado enormemente en promover el diálogo interconfesional”, prueba de lo cual fue la exhibición, en 1994, de los manuscritos en la Santa Sede.

Por otro lado, antes del hallazgo de los rollos, “las copias más antiguas conocidas de los libros bíblicos eran las versiones medievales”, con lo cual este hallazgo implicó “aumentar la antigüedad de los primeros testimonios bíblicos en mil años”.

Es decir que los rollos permiten un mejor conocimiento de la historia del pueblo judío, pero también del proceso de decantación que llevó a la consolidación de los textos canónicos.

Entre los bíblicos, el único completo es el libro de Isaías, que además es uno de los textos más populares, con 21 copias. Aún más repetidos aparecen de Salmos (36 copias) y Deuteronomio (30 copias).

“Los libros más populares entre manuscritos bíblicos coinciden con los más citados en el nuevo testamento, que son Salmos, Isaías y el Deuteronomio; y esto se debe a que tanto judíos como cristianos vivían esa época con la sensación de que el fin de los tiempos había comenzado o estaban próximos”, concluye Roitman.

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