Hay momentos y grupos que quedan en la historia. Y a los que a veces el transcurrir de los años los baña con un efecto magnificador, sobre todo cuando los logros no pueden ser igualados o repetidos. Es el caso del Calzada del 98, que consiguió el histórico ascenso a la máxima categoría, modificó las aspiraciones de una institución y le permitió explotar en primera a jugadores que ya habían tenido su gesta en las inferiores de Newell’s, y que años después repetirían con Horizonte en la C y hasta en el torneo de veteranos. Una historia particular que linkea clubes, apellidos reconocidos del básquet local, pero también la esencia de la amistad y el amor al básquet por encima de lo monetario.
El inicio del relato no es de un jugador ni de un entrenador; tampoco de un dirigente. Quien toma la posta es el preparador físico José Luis Marchica, hombre de Calzada, quien soñó para su club la chance de un proyecto superador y buscó ayuda en un grupo de jóvenes que conocía y en un amigo que se lanzaba como DT de primera: “Fue emocionante volver al club en el que jugaba de chiquito y en poco tiempo poder llegar a primera. Los dirigentes de ese momento, Rodríguez y Martínez eran compañeros y amigos míos de mi época de jugador. Yo era un perro, pero con ímpetu y ganas, por eso seguir ligado al básquet fue una pasión y estaba contento sentándome en el banco”.
“Cuando Newell’s entró en el Torneo Nacional de Ascenso hubo varios jugadores jóvenes que no se pudieron quedar en el plantel y los llevamos a Calzada. Eran buenos jugadores y un grupo que conocíamos mucho. El otro gran paso fue lograr que se sume Gustavo Lalima, a quien yo había tenido como jugador y que ya los había dirigido en Newell’s”, relata el Pelado, partícipe de numerosos logros en el básquet, pero que guarda con mucho cariño la memoria de este equipo por un lógico pero no por eso menos emotivo sentido de pertenencia por la institución de calle San Martín.
“No fue fácil lograr el ascenso, recuerdo que salimos cuartos en la fase regular y que incluso en el cierre de la fase regular con Temperley por 40. Pero ahí con el Tete hicimos una especie de acting para motivarlos a los jugadores al decirles que no tenía sentido presentarnos a los playoffs después de haber perdido tan feo”, cuenta Marchica. Y funcionó a tal punto que tras dar vuelta la serie contra el Negro, se le ganó la final a Tiro Suizo: “El de Pochi era un muy buen equipo pero muy joven. Nosotros teníamos más experiencia y ganamos 3 a 1. Son los mejores recuerdos, en el club que me sacó de la calle y con gente amiga en la dirigencia, el cuerpo técnico y el plantel, porque siempre digo que entreno personas, no jugadores”.
Hoy Gustavo Lalima es protagonista en El Tala de uno de los proyectos más respetados y exitosos de básquet local con alcance provincial. Dirigió selecciones e incluso tuvo su prolífica etapa internacional en España, pero sus inicios en primera lo remiten a Calzada, a ese Calzada del 98.
“A Calzada me llevó el Pelado Marchica y había un grupo de jugadores que había dirigido en los 90 cuando eran infantiles en Newell’s. Era un lugar en el que te atendían muy bien y que tenía jugadores jóvenes del club como Cimolai, Gallo, Pabón Maciel, Arredondo o Lorenzatto a los que queríamos potenciar. La idea era sentar las bases para el que el club supiera que podía competir en un nivel mayor, nunca fue un objetivo lograr el ascenso a primera, sino que estaba más vinculado a llevar a la categoría más importante a las inferiores”, explica Lalima, quien destaca algo clave de aquel plantel: “Pasaba algo que no se daba en esa época y que incluso hoy es difícil de ver en la B de Rosario, entrenábamos todos los días. Y cuando el equipo vio que se podía llegamos a entrenar hasta los domingos”.
“Cuando el torneo se dividió en B1 y B2 los jugadores de dieron cuenta de que estábamos para dar pelea y se convencieron de que podíamos dar el batacazo. Y eso que había equipos muy buenos y que eran candidatos como Náutico o Temperley. A Temperley le ganamos la semifinal después de haber perdido por 40 y a Tiro 3 a 1 la final”, recuerda el Tete, quien resalta también el apoyo de la dirigencia, de un club familiar y humilde pero que siempre los tuvo “bien atendidos”.
Entre los jugadores hechos en casa y los llegados desde Newell’s, había un basquetbolista clave que venía de ser campeón con Atalaya en la máxima división y que llegó al club de manera inesperada para darle un salto de calidad. Ese jugador es German Andersen, hoy el entrenador de Calzada y de alguna forma en el encargado de continuar el proyecto de Lalima y Marchica.
Los detalles de su incorporación en aquel 98 son simpáticos desde la anécdota pero determinantes para el futuro de ese equipo: “Yo había terminado de jugar en Atalaya en el 97 y no iba a seguir. Martín Buncuga se enteró en qué barrio vivía pero como no me podía encontrar tocó tiembre en 15 edificios de la zona hasta que pudo dar conmigo”.
“Ese Calzada era un equipo joven, casi todos menores de 23 o 24 años que eran del club o llegaban de Newell’s. Martín Sánchez y yo éramos los únicos de afuera. Fue un torneo duro, parejo, con Fisherton, Echesortu, Tiro, Náutico y Temperley que era el gran candidato. Pudimos dar vuelta la serie contra Temperley y lo cerramos contra Tiro un día que se llovió todo y hasta se inundó la cancha en Atalaya”, relata el Oso y agrega: ”El club estuvo en primera hasta 2003 cuando perdimos el repechaje con Provincial”. Desde allí no pudo regresar, aunque generó buenos valores desde sus divisiones menores y mantuvo la idea que se inició por aquellos años.
Por su parte, Martín Buncuga fue uno de los jugadores clave de aquel equipo y también linkea de forma inexorable el pasado en Newell’s, el regreso en Horizonte y la unidad del grupo en veteranos desde hace ya varios años. Una línea de tiempo en la pasar tiempo con amigos y buscar objetivos deportivos se mantuvo constante sin importar la divisional de turno.
“El proceso de ese equipo de Calzada en el 98 arrancó un tiempito antes con Cipriotto y Enjuto, pero luego Tete tomó la conducción y se comenzó el nuevo proyecto en el club, para nosotros fue la gloria porque devolvió a Calzada a los primeros planos y a la vista está lo difícil que es lograrlo otra vez, aunque lo siguen intentando con un proyecto bárbaro de la mano del Oso Andersen y del Pelado Marchica y a pesar de los pocos recursos”, cuenta Chuni, quien recuerda la búsqueda desesperada del Oso contra reloj: “Un día antes del cierre de libro de pases, lo fui a buscar por el barrio en el que vivía y le dije que estábamos armando el equipo. Nos faltaba ese tipo de jugador, un ala pivot que salía y tiraba de tres, un adelantado”.
“Ese equipo de Calzada fue muy laburado, muy homogéneo. Nosotros mismos nos revelamos, porque veíamos que por ahí el club estaba conforme con jugar en segunda pero también sabíamos que se podía. Me acuerdo que el presidente lloraba cuando le ganamos a Temperley, que tenía un equipo muy sólido, con jugadores de primera. Creo que también trajo susto en Calzada, porque era muy grande lograr el ascenso. Son recuerdos fabulosos y tengo la alegría de que el grupo se sostiene”, dice Martín. Gómez Ravetti, Hanusiak, Cimolai, Sánchez, fueron otros de los apellidos de ese elenco.
Y Buncuga también cuenta la construcción de aquel grupo en Newell’s y el hito de juveniles en el 93, cuando se consagraron en el torneo provincial en San Jorge ante el local, Norte de Armstrong y Unión de Sunchales. “En la etapa nacional competimos contra los mejores, como el Atenas de Oberto que salió campeón o el Rocamora del Torito Palladino”, recuerda Buncuga.
Y años después, varios años después de la etapa de Calzada, volvieron a unirse para lograr el título con Horizonte, un equipo emblema de años pasados en Rosario (múltiple campeón local con éxito provincial también) que volvió a reencontrarse con el básquet gracias a este grupo de amigos.
“Horizonte no tenía básquet, así que fue construir todo, lo armamos nosotros, gestionamos gracias a un dirigente la llegada al club y ascendimos. El Seba Pardini marcó la diferencia, Hanusiak jugaba en todos los puestos y era una categoría difícil, con canchas duras en las que se permiten más cosas que en las divisiones superiores. No es que ganamos caminando, sino que trabajamos para eso, muchas victorias fueron en finales cerrados en los que hicimos pesar la experiencia. Creo que Luciano Pardini debe ser el técnico con mayor porcentaje de triunfos. Guardo buenos recuerdos, aunque una vez que ascendimos había que generar todas las inferiores para poder seguir y el club no quiso continuar”, cierra Buncuga, quien resume lo que significa el básquet para este grupo: “Es lo que nos apasiona, nos contiene y nos agrupa”.
Seba Pardini llegó después del ascenso del 98, pero su marcada pertenencia al grupo lo hizo sumarse primero a Calzada, después a Horizonte, luego al elenco de veteranos. Y agrega datos particulares de aquel reencuentro de 2005: “Lo de Horizonte nació en mi casamiento por civil el 11 de febrero de 2005 dónde con los amigos de siempre que compartimos muchísimos años en Newell’s empezamos a gestionar la idea de volver a jugar juntos, pero como éramos muchos era difícil llegar a un club todos. En el civil estaban Ricardo y Enrique Lauría, que estaban en Horizonte y después de un tiempo logramos convencerlos. Tuvimos que acondicionar la cancha, saldar una deuda histórica que el club tenía en la Rosarina, y plasmar el loco proyecto sin gente”.
“El técnico fue mi hermano Luciano, que ya había dirigido medio año en Newell’s en primera cuando se fue Marcelo Estévez. Como dato de color Diego Lo Grippo debutó en ese equipo de Newell’s. Después, como nos faltaba algo de altura lo convencimos a Martín Allegranza, que nunca en su vida había jugado al basquet, y ahí comenzó su carrera. Sumamos gente amiga para que hagan el rol de dirigentes”, agrega Seba, quien reconoce que a pesar de que al principio todo fue buena onda y simpático, cuando empezaron a ganar los miraron de reojo: “Cuando fuimos ganando y se veía que íbamos a ser campeones comenzaron las trabas y finalmente nos confirmaron que no podíamos ascender porque no se cumplían los requisitos. Intentamos armar las inferiores, pero no se pudo en todas las divisiones. Igual tengo una sensación de que nuestro objetivo había sido logrado”.
Una parte grande de la historia de un club como Calzada también fue uno de los hitos de un grupo de amigos que tienen el básquet como pasión y excusa para vincularse, primero en inferiores, luego en la primera y hoy en el maxi. Un éxito que cada año realza su importancia y también es faro a imitar para una institución que se esfuerza día a día para crecer desde el empuje de los que hoy son veteranos y que contagia también a los más chicos.