Ante la lógica “cinematográfica” contemporánea de las plataformas virtuales de exhibición y distribución de series y películas, no es secundario que se plantee el problema del acceso restringido a determinado tipo de material. En muchos lugares del mundo (cabe aclarar, esos lugares o países que ostentan privilegios reprochables a costa de privaciones ajenas – las nuestras–), evidentemente, el hecho de abonarse indiscriminadamente a numerosas plataformas no supone un escollo de ningún tipo.
Pero sin embargo aquí, en estas geografías el sur global, está claro, la restricción económica implica supeditar las posibilidades del universo audiovisual al pago restrictivo de algunas plataformas de renombre mediático, que no por eso suponen, desde ya, un índice de calidad (como la desastrosa cadena dominante, Netflix). Por eso quizás, incluso en el endeble panorama contemporáneo televisivo de la series, muchas propuestas mínimamente destacables pasen injustamente desapercibidas, entre otras no sólo pobres, sino incluso, reprochables políticamente.
Una increíble historia reciente
El caso de la serie Dr. Death, por ejemplo, en su poca difusión, se liga a ese tema de las restricciones de acceso a las cadenas pagas de streaming. Dr.Death no se exhibió en una cadena popular por estos lados, la serie es de la cadena estadounidense Peacock, comprada luego por Starzplay, y habrá que ver de qué otros modos se difunde.
Y de todos modos, no se trata en realidad, en ninguna medida, de que esta serie suponga una propuesta que implique algún tipo de superación o revelación o ruptura con respecto al estándar actual “televisivo” de las series, pero sí, desde ya, implica, sin mayores pretensiones, un abordaje ajustado, singular, incómodo y absorbente de una increíble historia reciente: la de un cirujano estadounidense que cometió una serie de crímenes atroces, durante varios años, sin ser cuestionado jamás.
Y allí, claro, está el eje más potente de la serie: cuando la salud es una cuestión privada y empresarial (como ocurre en Estados Unidos), la vida pasa a ser una moneda con la que se puede especular para sostener las ganancias. Y un psycho killer, allí, puede legalizar sus crímenes y cobrar por ellos.
En principio, cabe destacar, en Dr. Death, la elección del elenco. Christian Slater y Alec Baldwin, como maravillosos resucitados de un cine dudoso y ya desaparecido de los 90, toman aquí la posta y llevan adelante un relato que saben sostener con nuevos aires no exentos de una tierna melancolía por una cinematografía ya extinta. Frente a ellos (literalmente, antagonista en el relato), un gran Joshua Jackson, que sabe trabajar magistralmente su algo inusual pero siempre rica figura, llevando a aquel héroe dubitativo y querible de Fringe al estatuto de un asesino radicalmente amoral.
Completa el equipo Carrie Preston, quien se pone al hombro, finalmente, toda la historia, como la joven abogada decidida a desenmascarar al cirujano criminal, y con él, a un sistema de salud que lo sustenta y perpetua.
El perpetrador de atrocidades
La historia se inspira en el caso real de Christopher Duntsch. Un caso increíble, impensable incluso. Un cirujano que perpetró, en cada una de sus intervenciones (todas), atrocidades que acabaron con la lesión irreversible o con la muerte de sus pacientes. En cada una de sus cirugías producía intencionalmente un daño, irreversible o letal. Nadie salía ileso de sus intervenciones.
¿Por qué lo hacía? ¿Se trataba solamente –por plantearlo de algún modo– de impericia o de irresponsablidad?, ¿o era en cambio un auténtico asesino serial amparado por las leyes empresariales de la salud privada norteamericana?
Lo más acertado de la serie es, en ese punto, no poner el énfasis en los motivos de Duntsch (¿quién podría entenderlo sin justificarlo en complicidad?), sino, en cambio, acentuar los engranajes burocráticos que permitieron que tales atrocidades sigan cometiéndose para resguardar el nombre y el estatus de los hospitales-empresas que lo contrataban y lo derivaban sin hacerse cargo de los hechos.
La irresponsabilidad empresarial
Durante muchos años, Christopher Duntsch perpetró sus crímenes siendo derivado de un hospital a otro, incluso, bajo recomendación. La cuestión, más allá de toda ética, era no ensuciar el nombre de los hospitales que lo contrataban. Finalmente dos médicos, apoyados por una abogada tenaz, deciden investigar los pormenores de lo sucedido y sacarlo a la luz.
Y eso es lo que relata, detalladamente, Dr.Death a lo largo de ocho ajustados episodios, oscuros, incómodos, y anclados en una frialdad procedimental que no trata de escarbar en los motivos (o justificativos psicológicos) del asesino serial, sino, en cambio, se preocupa en profundizar en el sistema perverso que lo generó y que lo sostuvo. Es decir, la lógica de una irresponsabilidad empresarial que está por encima de la vida.
Dr. Death / Peacock / 1 Temporada / 8 episodios
Dirección: Kim So-yong, Maggie Kiley, Jennifer Morrison
Intérpretes: Joshua Jackson, Alec Baldwin, Christian Slater, Carrie Preston