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Un barrio quebrado por el sórdido final para la búsqueda de Milagros

Familiares y vecinos de la adolescente asesinada apuntaron contra el joven detenido por el caso, quien hoy será imputado.

“Milagros era tímida, no le gustaba sacarse fotos y estaba siempre en su casa. Si salía avisaba al que veía de la familia. Iba a una iglesia evangelista que está por Juan José Paso. El miércoles desapareció al mediodía cuando fue a buscar el control remoto de la tele a la casa de la abuela”, describió Rocío, una de las tías de la adolescente de 14 años cuyo cadáver fue hallado anteanoche en una zanja a 50 metros del canal Ibarlucea, a la altura del puente de Floduardo Grandoli al 3600, en un sector de Nuevo Alberdi donde funcionan muchos hornos de ladrillos, golpeado por la pobreza y, cada tanto, la inundación. Allí fue detenido anteanoche, bajo acusación de ser el homicida, un vecino, Juan José P., de 25 años y quien cumplió condena por abuso sexual; hoy será sometido a audiencia imputativa (ver aparte). En principio, la causa de muerte pudo haber sido estrangulamiento.

El cuerpo de Milagros Ailén Sánchez fue encontrado a 50 metros de una zanja que desemboca en el canal y que empieza en Grandoli al 3300. Ahí la zanja es honda; tiene casi dos metros que no se notan por los altos pastizales. El cadáver no estaba escondido: estaba a un costado y fue hallado por un vecino y un tío que la buscaban desde su desaparición, el miércoles al mediodía.

Los familiares de Milagros se ayudaban ayer por la tarde para contar lo que sabían.

Algunos amigos de la familia –que siempre vivió en la zona– también aportaban datos cada vez que alguno se quebraba.

“Sabíamos que la tiró por acá”

A Milagros la crió la abuela en la casa en la que también funciona como quiosco, en calle 1335. Unos metros hacia el norte está la subida al puente, en Grandoli al 3600. En esa esquina tenía su habitación el joven de 25 años que desde el viernes por la noche está detenido como principal sospechoso del homicidio. En diagonal a esa precaria construcción, la cual ya no existe porque los vecinos de Milagros la destrozaron, hallaron el cuerpo. “Sabíamos que la tiró por acá. Cuando la buscábamos y pasaba por la zona me latía el corazón rápido. No la veíamos por los pastos. Acá no hay luz a la noche y enfrente está este campo enorme que nunca le cortaron los yuyos: tienen dos metros y ahí hacen cualquier cosa”, describió Nicolás, el hermano mayor de Milagros.

El miércoles al mediodía, Milagros salió de la casa de su mamá, que queda a la vuelta de la vivienda de su abuela. Hacía todos los días el mismo recorrido varias veces.

Cruzaba el puente tras subir por calle 1337 y bajaba del otro lado del canal, justo frente a la casa del acusado, en 1335. Iba a pedirle a su abuela el control remoto del televisor, pero nunca llegó. Sus cuatro hermanos se quedaron esperándola. Como pasó casi una hora y no había noticias de la adolescente, sus hermanos fueron hasta la vivienda de su abuela para ver qué pasaba. “Nos enteramos que con el último que había hablado era con ese tipo. La vieron parada frente a la pieza que tiene. Buscamos todo el miércoles y los vecinos de los dos lados del puente nos dijeron que no la vieron. Hasta nos metimos en un monte que está bien al oeste para ver si estaba ahí y nada”, describió Rocío.

La mamá de Milagros está embarazada de 5 meses. Dijo con voz entrecortada que a las ocho de la noche del miércoles hicieron la denuncia, pero que los uniformados de la subcomisaría 2ª no hicieron nada. “Vinieron, dieron una vuelta y se fueron. El jueves recién volvieron dos con una linterna chiquita. Con los pastizales que hay acá, no alumbraba ni a un metro. También estuvieron un ratito y se fueron. Esto de noche es una boca de lobo porque rompieron todos los focos y los yuyos del campo ya lo tapan a uno”, dijo la mamá.

“Nos daba vergüenza culparlo”

“Le preguntamos (al acusado) si la tenía: lo tendríamos que haber obligado a que hable. Pero nos daba vergüenza culparlo. El último lugar donde la vieron fue ahí. Estaba nervioso, nos contestaba cualquier cosa y el jueves lo vimos limpiando la pieza que comparte con su pareja, una mujer más grande. Nunca se lo vio limpiar. Esa también fue cómplice porque sabía lo que hizo el tipo. El tío lo dejó quedarse ahí para cuidar el horno de ladrillos. Sabía lo que era y hace tres meses lo trajo acá: un lugar lleno de criaturas”, se quejó la tía.

Los vecinos y familiares de la adolescente sospechan que el imputado, desde que llegó –tres meses atrás–, tenía los ojos puestos en Milagros. “Iba al negocio de la abuela y le hablaba a Milagros de la iglesia para sacarle conversación. La fue hablando hasta ganarse su confianza. Por eso, ella se animó a pararse frente a la pieza. Cuando no vio a nadie, la metió para adentro y le hizo lo que quiso”, reflexionó Rocío para describir que, cuando desenvolvieron los plásticos que tapaban el cuerpo, se encontraron con que la joven tenía quemada la cara con brea, cortes en la panza y en los brazos, el cuello quebrado y estaba atada con alambres.

Los allegados a la adolescente señalaron que el cuerpo se lo entregarán hoy a primera hora y que a las 9 la van a enterrar directamente en el cementerio La Piedad. “No vamos a hacer velorio: si la destrozó”, dijo una vecina.

“Queremos justicia por Milagros, que ese no salga más. Que no le pase a nadie más. Por eso también pedimos que limpien el campo que está enfrente y pongan luz, porque están pasando cosas que nunca se vivieron en esta zona”, reclamaron los familiares.

Condenado a cuatro años de cárcel por abuso sexual

Juan José P. fue condenado a cuatro años de prisión por un caso de abuso sexual que ocurrió cinco años atrás, en el interior de una fotocopiadora ubicada en Mendoza al 4400 y tuvo como víctima una clienta de 21 años. La joven denunció que el hecho había ocurrido cerca del mediodía del 2 de noviembre de 2010 tras ingresar al local. Apenas se acercó al mostrador para pedir las copias, el empleado cerró la puerta con llave, la tomó del cuello desde atrás y la amenazó con un cuchillo tipo tramontina. De acuerdo con el fallo, el empleado la obligó a ir hasta un baño ubicado al fondo del local, donde comenzó a manosearla y la obligó a que le bajara los pantalones. Tras unos minutos, el sospechoso salió del baño y regresó al local de ventas, al parecer, para buscar algo. Ese fue el momento que la muchacha aprovechó para escapar hacia el frente del local y para golpear la vidriera. Los vecinos la socorrieron y Juan José P., terminó detenido y luego condenado por intento de violación.

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