Los anuncios del show lo marcan como “el regreso más esperado”. Es que muchos recuerdan aquellos clásicos de los 90 con los que Los Rancheros ingresaron en el cancionero popular de una época. “Casualidad”, “El Che y los Rolling Stones”, “Sin solución”, “Será” y “Mujer”, forman parte de ese repertorio de clásicos que, mixturados con las nuevas composiciones que integran Tras tus pasos, su último disco, volverán a sonar hoy, a partir de la medianoche, en el Café de la Flor (Mendoza 862).
“Tenemos el desafío de poner a convivir lo nuevo con los clásicos, tenemos canciones que la gente pide, que tenemos que tocar siempre, no renegamos de ellos porque gracias a esos temas estamos en esto”, contó a El Ciudadano Meno Fernández, vocalista de Los Rancheros.
Muchos años pasaron de épocas en las que esos clásicos sonaban en todas las radios, años en los que Los Rancheros continuaron rodando, tocando, componiendo, pero con un perfil mucho más bajo. “Somos un grupo de un éxito que nunca fue producto de la exposición, de la difusión o de las compañías poniendo plata como si fuéramos Chayanne o Tan Biónica; las radios y los canales nos llamaban porque existía una demanda de nuestra música. Tuvimos apoyo en dos canciones (“Casualidad” y “Mujer”), todo lo demás fue producto de la elección de la gente”, dijo, y sentenció: “Somos un grupo que se hizo por sus canciones”.
Si bien el trabajo tuvo su continuidad, la carrera de Los Rancheros sufrió un gran quiebre: “Nos desligamos de las multinacionales, rompimos contrato, empezamos a hacer nuestras propias producciones. Estuve un tiempo afuera dedicándome a mi carrera solista pero nunca dejamos de trabajar juntos”, aclaró sobre el camino en el que llevan editados, en los últimos años, los materiales Estimulante (2010), Canción sin tiempo (2007) y Sin pedir nada (2004).
En esta oportunidad, la agrupación que también integran Miguel Gabbanelli, Julián Meza y Riqui González presentará Tras tus pasos, un material que continúa con la línea melódica de la banda y contiene algunas “perlitas”, como la versiones de “Desconfío” de Pappo y “Bachata rosa” de Juan Luis Guerra, así como también “Ni una muerte más”, un tema que compusieron en lucha contra la violencia de género. “Rubén Patagonia aportó un poema en mapuche que habla de la Madre Tierra y la mujer como una misma cosa, venidas a la tierra a dar vida”, apuntó sobre el poema que es recitado al principio del tema en el que también participan Los Tekis.
“El shock en mi cabeza ocurrió cuando prendí la tele y me encontré con el chico de Callejeros que había prendido fuego a su mujer, no entraba en mi cabeza. Después hubo una sucesión de eventos muy similares. Empecé a pensar que ya no afectaban como el primero, que nos íbamos anestesiando. La música, a veces, hace que un mensaje llegue mucho más profundamente. Se me ocurrió hacer esta canción que es muy directa. Tenemos un compromiso con la gente. Si la canción ayuda a una sola persona estamos felices”.
Un recuerdo para Cerati
La charla con Fernández tuvo lugar el jueves, un día en el que la música nacional perdió a uno de sus grandes exponentes, Gustavo Cerati: “Con él realmente tenía una relación histórica, casi del secundario”, comenzó la charla consternado. “Por un lado siento alegría porque se pudo despegar de la situación jodida en la que estaba y, por otro, me da bronca que se escape un tipo con tanta capacidad y talento”.
Respecto de sus vivencias junto al ex Soda, Fernández recordó: “Un día nos encontramos en una oficina llevando nuestros primeros demos. Éramos dos pibes, sentados, mirándonos, él ya tenía ese look moderno, con los pelos para arriba, era más moderno que yo (risas). Empezamos a hablar, teníamos nuestros cassettes en la mano, le pregunté cómo se llamaba su banda y dijo Soda Stereo; pensé «qué nombre de mierda», no me sonaba a nada, me imaginaba un sifón con dos picos. Después se convirtió en lo que es y mi comentario en algo estúpido (risas). Arrancamos juntos en la misma época, Soda Stéreo, los Enanitos Verdes y Autobús (banda que lideraba Fernández) salíamos de gira”.
“Siempre sentí por él mucho respeto: vivía en una búsqueda permanente –contó–; íbamos en un micro y el tipo iba con su discman escuchando música inglesa nueva, o bien leyendo. En su vida personal era igual, todos estaban en la calle y él investigando el último pedal de sonido que vino de afuera para ver cómo le podía sacar el jugo. Era distinto a todos. Creo que siempre fue un vanguardista”.