Llegué. Paraguay 1217. Soy una periodista paki parada en la puerta de un centro cultural queer que cree saber lo que eso significa. Quiero hacer una nota porque me enteré que la continuidad de este espacio, como el de tantos otros de la cultura independiente de Rosario, peligra. Tienen que renovar el contrato de alquiler y para eso necesitan 70 mil pesos que intentan juntar con el aporte de la gente. No hay timbre, pero la puerta de hierro está abierta, asique entro. Me recibe ella: dorada, brillante y con unas garras que pueden dejar marcas. La gata que acaba de bajar del tapial camina conmigo hasta la primera puerta del pasillo. “Ella es La Veneno”. La que me habla del otro lado del umbral es Tatiana Delacour, mujer, trans, artivista, gestora cultural. Y yo me pongo contenta de entender la referencia a Cristina Ortíz Rodríguez, uno de los mayores íconos LGTBIQ+ de España. “Es una gata trans”, dice Tatiana.
Doy un paso al frente y ya estoy adentro de Casa Kaos. Lo que sé de este lugar es lo que vi en Instagram. Hay talleres y seminarios de danza contemporánea, flexibilidad, tango queer, ballroom, técnica vocal, escritura creativa, danzas urbanas. Se condice con lo que veo: un salón grande con pisos de pinotea con el espacio suficiente como para desplazarse dando libertad a los movimientos. Leí en un flyer que algunos de esos talleres son gratuitos para todas las identidades trans. También vi otras movidas artísticas, como producciones fotográficas y audiovisuales.
Sigo a Tatiana hasta el corazón del Kaos, el centro exacto de la casa, con puertas que comunican a todos los otros ambientes: el patiecito de ingreso, el salón, la cocina y el baño. Malena Masuelli, mujer, lesbiana, artivista, gestora cultural, está sentada en una mesa frente a una computadora donde tiene información sobre Casa Kaos, y yo agradezco que haya hecho un resumen ordenado que me permita reproducirlo.
Tatiana y Malena son dos de las patas que sostienen este centro cultural queer. Las otras dos: Yoe Sarasketa y Gala Parisi. Se hicieron cargo del espacio en 2020, cuando la gestión anterior decidió retirarse. “Yo entré acá trabajando, dando talleres. Funcionaba como como un espacio cultural que no estaba tan activo. El año pasado, en medio de la pandemia, decidimos convertirlo en un espacio cultural queer. Con todo lo que eso implica. No sabíamos bien lo que iba a suceder pero lo fuimos construyendo. Después entró a trabajar el Yoe y después la Tati, toda gente disidente, mucha gente queer, que es justamente el público al que queríamos apuntar en la casa”, cuenta Malena.
“Siempre fue una propuesta abierta a que se sume quien quiera a trabajar en espacio o traer propuestas o simplemente habitar la casa”, dice. Habitar. Anoto la palabra en un cuadernito.
Al principio -me cuentan entre las dos, a veces al mismo tiempo- la gestión apuntó a generar talleres, seminarios, encuentros, algún que otro evento con protocolo cuando las normativas lo permitieron para juntar algo más de plata. “De los talleres no nos queda mucha plata y el espacio lo estamos sosteniendo del bolsillo de compañerxs que tienen otros trabajos. Hacer eventos nos genera otro tipo de ingresos”, explica Malena.
No pasó mucho tiempo hasta que a lo cultural empezaron a sumarse otras cosas de las que ocuparse. “Lo que empezamos a ver con la gente que empezó a habitar el espacio era que se necesitaba contención urgente. Venía gente necesitando contención, necesitando pares disidentes, personas que permitieran que se viva libremente la corporalidad desde donde se quiera. Una vez vino alguien al espacio y dijo eso: este es un lugar donde las corporalidades son libres”, recuerda.
“Después empezó a pasar esto de la necesidad de la asistencia alimenticia. Había compañerxs en situación de vulnerabilidad, entonces empezamos a ser como una especie de brazo entre el Estado y lxs compañerxs, facilitamos algunas cosas. Funcionamos como un intermediario cuando llegan personas con situaciones concretas de necesidad: facilitamos bolsones, viandas de comida, algunos trámites”, agrega Malena.
Tatiana hace una aclaración importante: “No somos asistentes sociales. Cuando empezó a pasar todo esto entendimos que hay cosas que por más que una tenga todos los recursos para comunicarse y entender a la otra persona no vamos a poder solucionar. Pero tenemos una perspectiva disidente e intentamos brindar un asesoramiento claro y conciso”, cuenta. A veces, el más conciso de todos, como tirarle un colchón a una compañera travesti que duerme en la calle hace un par de noches porque la echaron de la casa. “Nos contactan por redes personas que no conocemos, pero entendemos por lo que están pasando, porque a muchas de nosotras nos pasó alguna vez”, cuenta Tatiana.
Cultura Ballroom
“Desde Casa Kaos formamos parte del Movimiento Kiki Rosario, que es una organización que surge hace muy poquito, sobre la Cultura Ballroom”, dice Malena. Tan poco sé de lo que me cuenta que anoto “Cultura Volrum”, porque así lo escuché. Cuando me siente a escribir esta nota lo voy a googlear y a terminar de entender lo que me explica Tatiana.
“Es una cultura que tiene que ver con la cultura queer y con los lugares donde la disidencia se empezó a encontrar históricamente, donde poder ser quienes querían ser. Salir de lo oculto, salir de la noche, salir del fondo. Y tiene que ver con una forma de organización particular, con el modo de vinculación que tienen las disidencias. Esto de la familia. De mi mamá trava, mi otra familia”, explica Tatiana. “Entre nosotrxs se construyen familias debido a que las realidades de todas son bastante parecidas: nos vamos de nuestras casas muy de chicas, o nos echan, entonces en esos lugares nos encontramos y empezamos a formar nuestra propia familia”.
“Y también nos encontramos en esto de que por más que seamos todas disidencias, eso no quiere decir que nos llevemos todas bien. Al contrario. Tomamos justamente esto de la Cultura Ballroom como una lucha artística, una competencia artística donde hay categorías: nos defendemos en la pista con arte, que es el lugar donde nos sacamos las chispas. Después somos una comunidad y vamos todas para adelante”. El Movimiento Kiki de Rosario, que recoge la Cultura Ballroom, está apenas naciendo y tiene como lugar de encuentro la Plaza Libertad, en el barrio del Abasto, los domingos.
Artivismo queer
“En Casa Kaos bancamos el arte local. En Rosario se mira a las disidencias de afuera, cuando la movida de lo queer o de lo disidente de acá es muy fuerte. La idea es también potenciar eso y conectarnos con los otros colectivos, con todo lo que va surgiendo. Porque estamos en un momento de revolución del arte, donde hoy un montón de plataformas y disciplinas artísticas que también está bueno conocer y abrirse a eso”, remarca Malena.
“Nosotrxs entendemos el arte como un motor de transformación social y como disidencias no nos podemos sentir cómodas en cualquier espacio, en cualquier clase. Las mismas compañeras nos han dicho que han querido ir a clases de danza, de pole dance, y hay ambientes donde realmente no te sentís cómoda porque te miran mal, por las situaciones que suceden. Este es un espacio donde pueden venir todxs lxs cuerpxs, pueden sentirse seguros”, dice.
Tatiana reafirma la misma idea: “En los espacios en Rosario pasa algo: como que poner la banderita del orgullo o de las personas trans es súper fácil. Yo siempre les digo a las chicas que una travesti se entiende más cuando hay otra travesti en ese lugar. Entonces, que la casa éste también formada por personas disidentes, en este caso Yoe que es un varón trans, yo que soy una mujer trans, Male que es una lesbiana. Está formado por disidentes qué entendemos esta realidad, que tenemos esa vivencia”, explicó y dijo: “yo creo que hoy no tenemos otro lugar de pertenencia como éste desde lo cultural”.
Por eso, quieren salvarlo. Casa Kaos tiene que renovar el contrato de alquiler, para lo que necesitan 70 mil pesos. Para conseguirlo, apelan al financiamiento colectivo, al aporte solidario. Se puede colaborar comprándoles un Cafecito haciendo click acá. En su Instagram pueden encontrar más información.
Malena ordena la charla. “La casa tiene tres lineamientos desde la autogestión. La gestión cultural queer, que es todo este trabajo de los talleres, seminarios, que están atravesados por políticas concretas, como el cupo travesti trans, donde hay producciones, hay ensayos. La idea es que la gente pueda venir a producir arte queer, a producir cultura queer. Por el otro lado tenemos el lineamiento de contención y acompañamiento, que es lo que estamos proyectando con este vínculo con el Estado, que sea un lugar donde las compañeras puedan llegar y tener un amparo que no sea la esquina. Y para eso necesitamos recursos. Y también nos entendemos como una organización política, lo queramos o no. Que lo queremos igual. Somos una organización política, nos estamos constituyendo de esa manera. Con todo lo que estamos haciendo estamos haciendo política”, afirma y anuncia: “estamos pensando en convertirnos en Asociación Civil”.
«En ese sentido», dice Malena, «entendemos que es importante la declaración de la Emergencia Cultural, la Ordenanza de Espacios Culturales, qué es algo que se está trabajando. Nosotras estamos acompañando porque no hay nada que nos legalice. Somos espacios legítimos pero somos espacios ilegales».
Susy Shock, mujer, artista, trans, sudaca, dijo una vez: «La autogestión no sucede porque no pudimos estar en el mercado cultural. Nosotras desde los márgenes construimos, estamos ahí por elección». Malena lee la frase de una entrevista, a modo de manifiesto.
“¿Qué es el Kaos?”, les pregunté, antes de saludar a La Veneno y subirme a la bicicleta. Me hablaron de lo anárquico y azaroso del universo. No sé. Yo escuché que el Kaos es militancia, orgullo y organización.
Para ayudar a Casa Kaos pueden comprarles un Cafecito.