Mañana se cumplirá un cuarto de siglo de la muerte del húngaro nacionalizado argentino Ladislao José Biro, autor de 32 inventos, entre ellos el bolígrafo, que se popularizó como “birome” y le dio fama internacional. Biro falleció el jueves 24 de octubre de 1985 en el porteño Hospital Alemán, a los 86 años.
Inquieto y polifacético personaje, había nacido el 29 de septiembre de 1899 en Budapest, Hungría, como László József Bíró –nombre que castellanizó al radicarse en la Argentina– en el seno de una familia de clase media judeohúngara conformada por su padre Matías y su madre Juana Ullmann.
En 1914, con tan sólo 15 años de edad, participó como soldado en la Primera Guerra Mundial. Luego estudió ciencias biológicas, filosofía y latín. Más tarde, cursó el primer año de medicina, pero dejó esos estudios para dedicarse de lleno al hipnotismo. Biro también fue despachante de aduana, escultor, vendedor y corredor de autos, agente de bolsa, pintor y periodista.
Su primer invento fue una lapicera a fuente, que debía llenarse con agua, y que cubría a una composición sólida de anilinas, que se van disolviendo parcialmente a medida que corre el agua. Pero el joven periodista Biro estaba molesto por los trastornos que le ocasionaba su pluma fuente cuando se le atascaba en medio de un reportaje. Fue entonces cuando la idea del que sería su invento más célebre nació mientras Ladislao observaba a unos niños que jugaban en la calle con bolitas. En algún momento una de las bolitas atravesó un charco y al salir de este siguió trazando una línea de agua sobre la superficie seca de la calle. La dificultad de trasladar ese mecanismo a un instrumento de escritura residía entonces en la imposibilidad de desarrollar esferas de un tamaño suficientemente pequeño. Con esta idea Biro patentó en Hungría, en 1938, un prototipo rudimentario que nunca se llegó a comercializar.
Ese año, mientras trabajaba como reportero de un periódico húngaro en Yugoslavia, escribió una nota sobre un escritorio de la entrada del hotel donde estaba hospedado, con un primitivo modelo de bolígrafo que a veces funcionaba y otras veces no. La nota era un borrador que debía enviar a Hungría y a su lado se encontraba un hombre bajito con anteojos acompañado por una bella joven. Luego de enviar el telegrama, el conserje del hotel le dijo: “Ese señor que estaba a su lado es un ingeniero y vio que usted escribe con un instrumento que él no conoce. ¿Aceptaría conversar con él?”. Ladislao aceptó. Durante la entrevista, ese señor le preguntó quién era y a qué se dedicaba; a lo que él le respondió que era un periodista húngaro, que estaba trabajando eventualmente en Yugoslavia y que además era inventor. Luego le preguntó: “¿Por qué no viene a trabajar a la Argentina?”. El ingeniero le entregó una tarjeta personal firmada y le aseguró que con ella no iba a tener problemas para recibir la visa en el consulado argentino en Yugoslavia o en Francia. Al observar la tarjeta, Ladislao leyó: “Agustín P. Justo, presidente”. Y decidió guardar bien esa tarjeta por si algún día llegaba a necesitarla.
El 2 de noviembre de 1930 Ladislao se había casado con Elsa Isabel Schick. Ese año inventó una máquina para lavar ropa, que pudo ser fabricada en serie. El 16 de abril de 1932 nació su única hija, Mariana.
A los 33 años Ladislao ya había inventado la caja automática para automóviles, totalmente mecánica.
Luego, Biro se dirigió a Francia en busca de un financista también húngaro que residía en París. Allí conoció a Juan Jorge Meyne, con quien trabó una gran amistad, y con quien se asoció para la producción del bolígrafo. Ladislao trabajó como periodista y pintor, pero gracias a contactos importantes con el gobierno galo comenzó a trabajar en los laboratorios del servicio secreto de las fuerzas armadas francesas. Hasta que los nazis avanzaron sobre Francia. Entonces buscó la tarjeta del presidente Justo y no dudó en viajar a la Argentina.
Ladislao viajó junto a Meyne, su esposa y su hija en el barco español “Sevilla” y llegó a Buenos Aires en mayo de 1940. Al poco tiempo, Ladislao adoptó la ciudadanía argentina y formó la Compañía Biro-Meyne-Biro junto con su hermano y Meyne.
En un garaje con 40 operarios y un bajo presupuesto perfeccionó su invento y lo lanzaron al mercado bajo el nombre comercial de Birome, acrónimo formado por las sílabas iniciales de los apellidos Biro y Meyne.
Al principio los libreros consideraron que esos “lapicitos a tinta” eran demasiado baratos como para venderlos como herramienta de trabajo y los vendían como juguetes para chicos. Al respecto, en su última entrevista antes de fallecer, Biro afirmó: “Mi «juguete» dejó 36 millones de dólares en el tesoro argentino, dinero que el país ganó vendiendo productos no de la tierra sino del cerebro”.
Cuando la birome comenzó a promocionarse se la llamó esferográfica y se hacía hincapié en que siempre estaba cargada, secaba en el acto, permitía hacer copias con papel carbónico, era única para la aviación y su tinta era indeleble. Desde 1941, Biro comenzó a realizar numerosos experimentos para perfeccionar el bolígrafo, ya que no tuvo gran éxito al principio por tener imperfecciones en la tinta y por estar mal fabricado.
En 1942 logró el apoyo financiero de Luis Lang y Henry Martin, pero a fines de 1943 sucedió un hecho que puso a prueba la fuerza de voluntad no sólo de Biro sino también de todas las personas que trabajaban en la empresa; los financistas decidieron no aportar más dinero, y casi tuvo que cerrar la fábrica.
En ese marco, en 1944, Ladislao vendió la patente del bolígrafo a la firma norteamericana Eversharp-Faber por dos millones de dólares, y el francés Marcel Bich adquirió los derechos de fabricación y comercialización en Europa, donde apareció con la marca Bic.
Promediando la década del 40, la sociedad formada por Biro y sus socios quebró, aquejada por falta de financiamiento y por nuevos inventos que no tuvieron éxito comercial. Un antiguo proveedor, Francisco Barcelloni, intentó entusiasmar a Biro para fabricar un bolígrafo de bajo costo. No logró convencerlo y se instaló por su cuenta; mejoró el flujo de tinta y ensayó una bolilla de triple dureza. Luego, Barcelloni contrató a Biro para la dirección de la nueva fábrica.
Mientras tanto, Ladislao logró que numerosas familias de Hungría se radicaran en la Argentina y patentó otros inventos, entre ellos el sistema de sustentación magnética que se utiliza en algunos trenes de alta velocidad y un termómetro clínico. También registró la tinta para bolígrafos, el perfumero a bolilla –más tarde, con el mismo principio se crearon los desodorantes a bolilla–, el sistema retráctil de las lapiceras, la boquilla de carbón activado para los cigarrillos, un proceso continuo para resinas fenólicas, un proceso para mejorar la resistencia de varillas de acero, un dispositivo para obtener energía de las olas del mar, un sistema molecular e isotópico para fraccionamiento de gases y un método para enriquecer uranio, tema que lo ocupó desde 1981 hasta el fin de su vida.