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Un debut literario muy promisorio

Por primera vez una rosarina ganó el primer premio en la categoría “Cuento” del Fondo Nacional de las Artes. Se llama Alisa Lein y reivindica el taller literario como el lugar ideal para pensar que todo es posible de ser contado y allí se aprende la forma

Pau Turina / Especial para El Ciudadano

Alisa Lein es la primera rosarina en ganar el primer premio del Fondo Nacional de las Artes en la categoría Cuento, en la que participan escritores y escritoras de todos los rincones del país. En este sentido, hay que destacar que esta autora quedó seleccionada en el primer lugar luego de competir con ochocientos libros. Además, este año en el certamen participaron más de tres mil personas en las categorías Poesía, Cuento, Novela y No ficción.

Vencer la inercia

Alisa es arquitecta y empezó a escribir “de más grande”, a los treinta y cuatro años. “No es una práctica que traía desde chica. En esa época empecé a escribir sola y se lo compartía a mi socia, a mi amiga, a la familia y en general te dicen que está bien pero una al leer se da cuenta que no está bien. Durante un año fui a reuniones con Angélica Gorodischer, eran reuniones para leer y hablar de literatura. Pero seguía buscando algo que me diera la práctica y el aprendizaje sobre el texto mismo”, cuenta.

Fue recién hace cinco años, en 2014, cuando se anotó en el taller literario de Alma Maritano, que comenzó a dedicarle más tiempo a la escritura. “Desde el día que llegué al taller de Alma me reenganché. Me acuerdo que comencé cuando ya estaba empezado el año porque tenía mucha resistencia, hay que vencer cierta inercia. Pero nunca dejé. Alma fue muy receptiva y alentaba la escritura, daba ejercicios que para mí eran posibles, eso fue muy importante porque el nivel de frustración era medido, sentía que los textos eran corregibles. Y eso te ayuda a querer probar otros registros que no son los que te quedan más cómodos”. “Desde 2016, cuando Pablo Colacrai continuó dictando el taller, yo seguí allí y ya son cuatro años trabajando con él. Es mi gran maestro, quien me enseñó y me dio las herramientas que necesitaba. El taller abre un mundo de lecturas que no está tan al alcance. Lecturas que son más difíciles de hacer solos y que acompañados se disfrutan más”, dice Lein.

Armar y desarmar

El libro Abajo es carne cruda reúne diecisiete cuentos de los cuales catorce surgieron de consignas y propuestas del taller. “Algunos surgieron de propuestas de Alma pero la mayoría son hechas por Pablo. Me gusta tomar las propuestas como disparadores. Obviamente que las tomo y las armo, las desarmo y las vuelvo a armar. Pero me gusta que me den esa punta para después desecharla o armar lo propio. Y llevar el texto al taller y compartirlo con compañeros que escriben, que leen y que te hacen un aporte fundamental para poder corregir ese texto desde el cariño, el respeto y el saber. Sólo hay algunos textos que no fueron escritos desde consignas del taller pero también los llevé al taller y tienen la lectura de Pablo y de mis compañeros de los miércoles. Desde el espacio que conozco, ahí se trabaja para aprender el oficio”, asegura la nóvel escritora. La escritora toma las devoluciones de sus compañeros y compañeras; asegura que para ella, el lector o la lectora completa el texto y si no lo puede completar significa que el texto no está funcionando bien. Acerca de las devoluciones que le dan en el taller dice que muchas veces le dicen cosas que nunca había pensado y eso le encanta.

Todo se puede contar

Los cuentos de Alisa Lein poseen un tono extraño, raro, por momentos más cercanos a lo fantástico. “Hay cosas que me doy cuenta que son recurrentes pero creo que eso lo debe decir el lector. Casi siempre terminan apareciendo animales, y creo que tiene que ver con poner en el animal el instinto más crudo y en ese sentido, amoral de la vida, que no esté intelectualizado, racionalizado y que nadie lo cuestione porque es un animal. Entonces toma un carácter de credibilidad, porque si el animal hace algo, es así, no hay otro camino porque así es la naturaleza. Ya sea para contraponer lo que hace el ser humano o por semejanza, que lo coloca en mayor evidencia”, explica Lein. Entre autores y autoras que ha leído y que admira se encuentran Martín Kohan, David Groisman, Amy Hempel, William Faulkner, Juan Marsé, entre otros y otras. “Todos los años vuelvo a leer a Kafka, creo que es volver al lugar donde se escribe bien. Después de leerlo tengo el sentimiento de que todo se puede escribir o contar”, dice.

En relación al primer premio de este certamen, continúa sorprendida por haberlo recibido. “Lo mandé con cero expectativa, me quise tomar el desafío de armar un libro de cuentos, porque tenía mucho escrito, quería ver cómo se conformaba, de probar y armar una obra que signifique en su conjunto. Y me decidí a mandarlo y ahora recibo esta sorpresa. Porque no tengo libros de cuentos publicados, y tampoco había ganado ningún otro premio”, cuenta.

Sin escape

Por otro lado, otro rosarino obtuvo una mención en la misma categoría del certamen. Se trata de Federico Rathge, también alumno del taller de Pablo Colacrai. “Es un escritor genial, tuve la oportunidad de compartir algunas clases y siempre me maravilló su modo de escribir. Es una alegría enorme y creo que también habla de cómo trabajamos en el taller. Federico también comentaba que es un libro creado a partir de consignas y propuestas trabajadas con Pablo”.

Para Alisa Lein la escritura ocupa el lugar de la pasión. Trabaja de arquitecta y le gusta su profesión pero la escritura es algo que la apasiona, la pone nerviosa, le da felicidad y también la angustia. Y aunque no esté escribiendo todo el tiempo siente que escribe desde su cabeza, ya que observa, mira, anota cosas, está todo el tiempo pensando en cuentos y en cómo contarlos. “Siento que no puedo no escribir, no tengo escape”, afirma.

Un cuadrito de momentos felices

“Este noviembre de 2019 va a quedar en un cuadrito de momentos felices”, señala la premiada Alisa Lein, ya que además de recibir este importante premio, se publicó su libro infantil Una historia de alfajores y chinchulines, perteneciente al proyecto Cuenta Ciencia que tiene ilustraciones de Cristina Rosenberg. Cuenta Ciencia aborda temáticas de las Ciencias de la Salud destinada a los niños y es desarrollada por la Dirección de Comunicación de la Ciencia de la UNR junto a profesionales del Hospital de Niños Víctor J. Vilela y fue editado por UNR Editora. Además de este título se encuentran Nacho inventor, de Sergio Pillón; Un pajarito chiquito puede, de Sebastián Carazay, Ojos de galera, de Cecilia Reviglio y Un truco para Matías de María Soledad Casasola.

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