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Un derrumbe bursátil que expresa más temores

La caída de las acciones de los bancos en Europa y Estados Unidos, puede abrir las puertas a una recesión global.

La descomunal caída de las acciones de los bancos en Europa y en Estados Unidos durante la última semana parece indicar que la crisis de las deudas podría abrir la vía a un crac bancario, llevando la economía mundial a una nueva recesión.

Los datos oficiales publicados por Estados Unidos y por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) sobre el segundo trimestre muestran que las economías centrales están perdiendo fuerza.

La economía estadounidense habría crecido 1,3 por ciento en ese período, un ritmo menor al 1,9 por ciento estimado, con el consumo subiendo apenas un 0,1 por ciento y el gasto público cayendo 1,1 por ciento.

Después de cuatro años del estallido de la crisis de las hipotecas “subprime”, la revisión de las cifras oficiales de la producción estadounidense desde el cuarto trimestre de 2008 hasta el último de 2010, han golpeado a las autoridades y empresas norteamericanas.

En lugar de la contracción de 3,8 por ciento del último trimestre de 2008, como se informó a comienzos de 2009, la economía cayó en realidad un 8,9 por ciento. En todo 2009 retrocedió un 3,5 por ciento y no un 2,6 por ciento, como se había informado anteriormente.

Ahora, los indicadores prevén una ralentización aún mayor, y en Europa más que en Estados Unidos.

En el segundo trimestre, Italia, Francia y España casi no han crecido y, a tasa interanual, se espera un crecimiento del 1,5 por ciento, bien por debajo del 2,5 por ciento previsto.

A medida que avanza el año, por otra parte, esas previsiones podrían caer aún más ya que las políticas de duro ajuste fiscal en todos los países del área no auguran nada bueno en términos de crecimiento.

En este marco de señales recesivas, no puede extrañar que la desconfianza en la capacidad de repago de las deudas soberanas se estén trasladando a los bancos y a las grandes empresas.

Y es que la crisis de 2007-2009 impidió una nueva Gran Depresión al evitar la quiebra de los bancos. Para ello, los estados incrementaron su deuda pública. Así, el precio de que el sistema financiero no colapsara fue el ajuste fiscal que, siempre insuficiente, condujo a la crisis de las deudas soberanas (Grecia, Irlanda y Portugal) que ahora amenaza incluso a Francia y Estados Unidos.

Pero ahora se ve que lo único que pudieron lograr las políticas de salvataje estatal de bancos, aseguradores y empresas, fue retrasar la hora de la verdad.

El colosal endeudamiento público que ha costado esta intervención ha agravado la crisis sin resolver el problema de fondo: la pésima calidad de las carteras bancarias y la necesidad de un saneamiento a fondo que supone la existencia de deudas impagables por parte de particulares, empresas y Estados.

La especulación desenfrenada que el miércoles pasado llevó a un recorte del 26 por ciento de las acciones del principal banco francés, la Societé Generale, que no se basan en simples rumores de mercado, aunque haya mucho de esto.

Lo cierto es que el fantasma de que la calificación crediticia francesa sea rebajada de AAA a AA Plus por las agencias de rating, como ocurriera con Estados Unidos, está sobre la mesa, a pesar de las negativas del gobierno de Francia y de las propias calificadoras.

La alta exposición de las entidades francesas a las deudas de los bancos españoles, griegos, italianos y portugueses es una realidad insoslayable. Situación a la que no escapan tampoco los bancos alemanes. La crisis de la deuda se va corriendo así de los países «periféricos» a los «centrales», como se viera en las últimas semanas con Estados Unidos.

La masiva venta de acciones bancarias a ambos lados del Atlántico y su conversión en liquidez a través de la compra de divisas, incluyendo en primer lugar al dólar y los Bonos del Tesoro estadounidense, constituyen una verdadera estampida.

Y cuando los mercados quieren estar líquidos es porque temen mayores convulsiones. Máxime cuando las discrepancias políticas en las cúpulas dirigentes de Estados Unidos y Europa se agudizan día a día, como pudo verse en el choque dentro del Congreso estadounidense y dentro de la Unión Europea.

Mientras tanto, la crisis política se acerca a Alemania, donde la canciller Angela Merkel arriesga la ruptura dentro de su partido si el Bundestag aprueba, con el apoyo socialdemócrata, su propuesta de aceptar la ampliación del Fondo de Estabilización Financiera consensuada en la última cumbre de la Unión Europea.

El jueves y el viernes, la emisión de la Reserva Federal ha dado un poco de aire los mercados, lo mismo que la prohibición de ventas de «posiciones cortas» en los países europeos más amenazados.

Pero la amenaza de recesión y crisis bancarias no augura más que un período de evolución de «serruchos» pronunciados en la curva de los mercados y los especialistas coindicen en que, por el momento, no hay soluciones a la vista.

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