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Un “destape” que no quiso cuestionar el machismo ni la heterosexualidad hegemónica

El libro “El destape” aborda la irrupción en los 80 de imágenes y narrativas sexuales explícitas y analiza esa manifestación que, aunque permitió debatir sobre el derecho al disfrute de los cuerpos, siguió estigmatizando a las minorías sexuales y cristalizó modelos discriminatorios hacia las mujeres

En su libro “El destape”, la historiadora Natalia Milanesio aborda el fenómeno cultural que se dio en la Argentina con la irrupción en los 80 de imágenes y narrativas sexuales explícitas prohibidas por la dictadura militar y analiza la complejidad de esa manifestación que, si bien permitió el debate sobre el derecho al disfrute de los cuerpos, en su faceta mediática continuó estigmatizando a las minorías sexuales y cristalizando modelos discriminatorios hacia las mujeres.

El libro presenta un análisis minucioso de ese fenómeno de “sexualización de la sociedad y la cultura argentinas” con la apertura democrática, a partir de la investigación de programas periodísticos, películas, y debates hacia el interior de las organizaciones de gays y lesbianas, que dieron lugar a discusiones sobre “derechos y bienestar en salud”.

Milanesio, profesora en la Universidad de Houston e investigadora sobre peronismo, consumo y problemáticas de género, consideró que este fenómeno sembró el terreno para abrir, en la actualidad, el debate y la conciencia sobre el aborto legal y la violencia contra las mujeres.

Experimentar la vida en democracia

Sobre qué aspectos caracterizaron el destape en Argentina y cómo influyó socialmente, Milanesio dijo: “La última dictadura militar censuró y silenció la sexualidad a distintos niveles. Los desnudos en el cine y en la gráfica estaban prohibidos, las sexualidades disidentes eran reprimidas, el erotismo femenino era ignorado. No existía una discusión abierta y honesta sobre el sexo, el cuerpo y el placer. El destape, en cambio, fue la sexualización de la sociedad y la cultura argentinas a partir de 1983 a causa del regreso de la democracia. Fue un fenómeno mediático y cultural que visibilizó con mayor franqueza la discusión sobre sexualidad.

Pero también hubo otros destapes: el de las feministas, de las minorías sexuales, de los sexólogos y de los expertos en salud reproductiva y educación sexual que abrieron discusiones sobre sexualidad centradas en derechos, identidad, bienestar y salud. La sociedad argentina estaba abierta a estos cambios por el silencio, el pacaterismo y la censura anteriores aunque sectores conservadores y la Iglesia católica los criticaron duramente. La nueva libertad de creación y expresión fue una manera de experimentar la vida en democracia. Y también lo fue desde el punto de vista de las audiencias, es decir, poder consumir productos culturales con contenido sexual libremente”.

El machismo y la heterosexualidad hegemónica no se cuestionaron

La autora señala que el destape sexual significó el abordaje de aspectos censurados tanto en los medios de comunicación como en el cine pero a la vez tuvo como contracara la estigmatización de las minorías gays, lesbianas.

Al respecto indica: “El destape no fue igualmente liberador en todos los aspectos conectados con la sexualidad. En su faceta mediática y comercial fue un fenómeno heterosexual que silenció otras sexualidades y que también las deserotizó. El cine de la época está cargado de erotismo hetero pero no ocurre lo mismo con la representación de sexualidades alternativas. Las únicas dos películas de la época con historias gay (Adiós, Roberto y Otra historia de amor) son castas y puritanas y en una de ellas, ni siquiera hay un acercamiento físico entre los protagonistas. Los personajes de lesbianas son siempre villanas.

Como fenómeno orientado a vender revistas y entradas al cine, el destape no pudo, no supo y no quiso cuestionar el machismo ni la heterosexualidad hegemónica ni contribuir a crear una cultura más inclusiva y respetuosa de la diferencia. En la vida cotidiana, la democracia tampoco representó para las minorías sexuales un cambio automático: la discriminación y la persecución policial siguieron y fueron la razón de la organización y movilización de estos sectores a partir de los 80”.

Otro aspecto que se analiza en el texto es la violencia ejercida desde el cine de la violencia hacia la mujer en ese momento de transición democrática.

“Durante los 80 hay un principio de inclusión de la violencia en los medios y fundamentalmente de la erotización de la violencia. Un ejemplo eran las recurrentes cachetadas de Arnaldo André a Luisa Kuliok en Amo y señor, una telenovela que hubiera sido impensada unos años atrás. Algunos momentos de No toca botón naturalizaban el acoso y el maltrato. Por ejemplo cuando Olmedo, en el personaje de psicoanalista, atacaba a Silvia Pérez que hacía de su secretaria. En el cine, éxitos de taquilla como Atrapadas o Correccional de mujeres, que son dramas carcelarios, incluían golpizas, violaciones y acoso.

Por otro lado, los 80 representaron el primer momento en que las feministas visibilizan el tema de la violencia en contra de las mujeres. En 1983, Mabel Montoya, una joven promotora de artículos del hogar, saltó de un cuarto piso para evitar ser violada por un cliente y luego murió en un hospital. Su muerte dio origen al Tribunal de Violencia Contra la Mujer, una organización feminista que luchó en la denuncia y concientización sobre el tema. Hacia fines de la década el Tribunal tomó notoriedad por su acción de protesta y denuncia tras el asesinato de Alicia Muñiz por Carlos Monzón. El caso de Muñiz tuvo gran transcendencia mediática y las feministas buscaron ampliar el debate sobre la violencia doméstica.

Con el regreso de la democracia, las mujeres tuvieron acceso a información confiable como nunca antes: en revistas femeninas, manuales de sexología, charlas, talleres y grupos de discusión que comenzaron a ser organizados por feministas, programas para la mujer y en talleres sexuales que experimentaron un boom en esta época. También surgió con gran éxito comercial una literatura erótica de mujeres para mujeres. Así, temas como el sexo en el embarazo, las fantasías sexuales y el orgasmo femenino comenzaron a ser discutidos con franqueza”.

Un debate más honesto en la actualidad

Acerca de cómo evalúa el destape como un proceso que se inició hace 40 años en la Argentina actual, atravesada por la ola feminista, el matrimonio homosexual y la ley de interrupción voluntaria del embarazo, pero a la vez con un número creciente de femicidios y travesticidios, importante presencia del patriarcado y objetificación de la mujer, la autora apunta: “La relación entre el destape de los 80 y la actualidad está marcada por diferencias y continuidades. Una diferencia importante es el debate y la conciencia que tenemos hoy de temas que en los 80 seguían siendo silenciados y que sólo una minoría feminista, en soledad y bajo la mirada condenatoria de la sociedad, se animaba a denunciar.

El aborto legal y la violencia contra las mujeres con claros ejemplos: temas tabú en los 80 que sólo las feministas se animaban a plantear, son ahora temas instalados en el debate público y movilizan a amplios sectores sociales. La extrema hipersexualización de las mujeres en los medios actuales es un legado del destape mediático de los ochenta, que hoy se presenta recargado y a veces, extremo. Pero con una diferencia: en la actualidad, esa objetificación de la mujer aparece más cuestionada y criticada, cosa que en los 80 sólo ocurría entre los sectores feministas.

Hoy hay más conciencia sobre cuestiones que cuarenta años atrás eran ignoradas: ¿Quién se exhibe? ¿Para qué? ¿Para quién? Las respuestas a estas preguntas abren un debate más honesto sobre la relación entre exhibicionismo y empoderamiento sexual”.

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