Por Arlen Buchara y Luciana Mangó
En 2004 el director de cine mexicano Sergio Arau estrenó la película “Un mundo sin mexicanos”. La trama era sencilla y contundente. Planteaba la misteriosa desaparición de toda la población latina e hispana del estado de California. Con ese argumento, el director ponía en debate cómo la economía de Estados Unidos se sostiene sobre una mano de obra considerada una ciudadanía de segunda. Dieciséis años después, el movimiento feminista mexicano convoca a un día sin mujeres en los trabajos ni en las calles, sin una niña en las escuelas y sin una joven en las universidades el lunes 9 de marzo. La consigna es desaparecer como desaparecen los cuerpos de las mujeres. Los motivos para la huelga sobran: sólo en enero de 2020 fueron asesinadas 10 mujeres por día en México.
Este lunes será el 4° Paro Internacional por el Día de la Mujer Trabajadora. En Argentina la huelga será Plurinacional, y convoca a mujeres, lesbianas, bisexuales, travestis, trans, no binaries, afros, originarias e indígenas, en consonancia con la construcción de un feminismo inclusivo, popular, transversal e intergeneracional. Entre el día sin mexicanos de Arau y el Paro Internacional hay similitudes, más allá de que el primero sea ficción y el nuestro una realidad. Desde 2017 la huelga es la forma que construimos en todo el mundo para visibilizar las desigualdades y violencias de las que somos blanco. Es una jornada de lucha para decir basta a la violencia de género, a los femicidios y travesticidios, a la desigualdad en el trabajo, a las tareas de cuidado no remuneradas y al derecho negado a decidir sobre nuestros cuerpos. También hay una diferencia: mientras en la película la población latina desaparece, nosotres estaremos en las calles este lunes 9 (en México será el 8) y, una vez más, haremos de la movilización popular un hecho político.
Desde México hasta Argentina el feminismo latinoamericano es punta de lanza. De la poeta mexicana Susana Chávez (asesinada en 2011) salió la frase Ni Una Menos que en 2015 se volvió una consigna global en Argentina. El grito de aborto legal con el verde como insignia rompió las fronteras nacionales e inspiró al resto de las latinoamericanas a impulsar el debate en sus países. Las feministas chilenas son una parte fundamental de la movilización contra el gobierno de Sebastián Piñera y uno de los ejemplos fue la canción “Un violador en tu camino”, que se volvió internacional. Las cholas en Bolivia resisten al golpe de Estado de Jeanine Añez que tiene una saña racista contra las originarias.
Incluso el Paro Internacional del 8M tiene inspiración en Argentina. El 19 octubre de 2016 los feminismos lanzaron esa medida de fuerza al conocerse la noticia del femicidio de Lucía Pérez en Mar del Plata. Hubo paro de dos horas en los lugares de trabajo y en las tareas de cuidado, y movilizaciones en todo el país. Uno de los lemas fue “Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”, lanzado desde Rosario por la poeta Itatí Schwartzman.
El Paro será el cuarto a nivel mundial y el sexto en Argentina. Llega al país después de cuatro años que marcaron la identidad de los feminismos argentinos con el Ni Una Menos de 2015, las movilizaciones por el aborto legal y la resistencia a las políticas de ajuste del gobierno de Mauricio Macri como luchas constitutivas. Pero la historia de los feminismos va más allá y se construye desde la vuelta de la democracia dentro de la trayectoria del movimiento de derechos humanos y en los Encuentros Nacionales (ahora Plurinacionales) de Mujeres y Disidencias. Estos últimos cuatro años fueron de crecimiento a nivel organizativo y también de debate identitario. Si en 2018 asomaba el fantasma de un feminismo biologicista que nos hacía definir, una vez más, que el movimiento que construimos es con todas y todes, este año la discusión está superada. Ahora charlamos cómo vamos a dar el debate de trabajo sexual/prostitución, que divide a quienes defienden un modelo abolicionista y a quienes piden la despenalización y regulación del trabajo sexual. Pero también está en discusión cuál será el rol de nuestro movimiento después de los cuatro años de resistencia al macrismo y al neoliberalismo, con un gobierno de ampliación de derechos que no sólo promete responder a muchas de nuestras demandas, sino que puso en un lugar de decisión a muchas de nuestras referentas.
Las razones para parar el país, Latinoamérica y el mundo sobran. En los primeros meses del año 68 mujeres fueron asesinadas en Argentina por la violencia machista y hubo 11 travesticidios/transfemicidios. Travestis y trans constituyen el colectivo más relegado de las siglas LGTBIQ, con un promedio de vida de 35 años por la exclusión, violencia y discriminación. Otra de las demandas es el derecho a decidir sobre el propio cuerpo a partir de la legalización y despenalización del aborto, que se da en un contexto distinto y con viento verde a favor. El presidente Alberto Fernández dijo públicamente que está de acuerdo y anunció que enviará un proyecto al Congreso Nacional en los próximos días, que será debatido junto con el de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Otra de las exigencias de este Paro es la implementación y actualización de la ley de Educación Sexual Integral y la aplicación de la ley Micaela en todos los niveles del Estado.
Las políticas de ajuste del macrismo impactaron en la feminización de la pobreza. Las mujeres son las más precarizadas y padecen más que los varones el desempleo, sobre todo las más jóvenes. Por eso, la renegociación de la deuda con el FMI aparece como uno de los reclamos del movimiento feminista. La fecha está marcada también por la visibilización de las desigualdades en el trabajo. Según el Indec, en Argentina las mujeres ganan en promedio un 27 por ciento menos que los varones y tienen mayores dificultades para ocupar cargos de decisión y jerarquía. Además, otro punto fuerte es debatir las tareas domésticas y de cuidado, que son hechas en un 70 por ciento por mujeres.
Este suplemento es la forma que desde la Cooperativa de Trabajo La Cigarra Ltda. encontramos para decir basta: queremos dejar de contar muertas, queremos otra forma de vincularnos, queremos iguales oportunidades que los varones, queremos decidir abortar o maternar y que la vida no se nos vaya en esa decisión. Lo hacemos a pesar del momento económico difícil que atravesamos. Hacer periodismo hoy exige capacitarnos y revisar no sólo la forma en la que se distribuye el poder al interior de las redacciones sino también el modo en que quienes gobiernan piensan el derecho a la información. Lo hacemos para que el acceso a los derechos deje de ser un privilegio de unos pocos y para que el mundo sea cada día un poco más como lo soñamos.