La figura del artista, escritor, cronista y performer chileno Pedro Lemebel (1952-2015) se resignifica con potencia en vísperas del 70° aniversario de su nacimiento, no sólo por la reedición de su obra literaria sino además por la reciente llegada a la plataforma Amazon de un documental de la realizadora chilena Joanna Reposi Garibaldi, un viaje íntimo y poético por la vida de este pionero del movimiento queer en América latina.
Las audaces performances del creador, tanto en solitario como parte del colectivo Las Yeguas del Apocalipsis (junto a Francisco Casas Silva), son el eje del documental Lemebel, una cámara que lo acompaña durante ocho años de su vida y hasta pocos días antes de su muerte, una película que él no alcanzó a ver.
En la conservadora y represiva sociedad chilena de los años 80, Lemebel ponía literalmente su cuerpo, a fuego y sangre, como radical soporte de expresión y para reivindicar a las minorías, homosexuales, pobres, indígenas, desaparecidos, torturados, asesinados, silenciados.
Y es como una performance, precisamente, que se presenta este documental, con el protagonismo absoluto de Lemebel, que en 2022 cumpliría 70 años, pero también la voz en off de amigos que ayudan a contextualizar lo narrado, mientras se proyectan en las paredes de edificios de las calles chilenas imágenes de sus diferentes performances y se entrelazan documentos de archivo: rodando por una escalera en llamas, quemándose el pecho al grito de «eso es bravía, maricón» o bailando descalzo sobre un mapa de América latina cubierto de vidrios, que de a poco, con cada pisada, se tiñe de rojo sangre, tal como sucedió en la región.
Uno de sus textos más célebres y recordados es el manifiesto Hablo por mi diferencia («Mi hombría es aceptarme diferente / Ser cobarde es mucho más duro / Yo no pongo la otra mejilla / Pongo el culo compañero / Y ésa es mi venganza»), que aparece en Loco afán. Crónicas de sidario, material reeditado este mes por el sello Seix Barral, al igual que sus libros De perlas y cicatrices, Háblame de amores, Serenata cafiola, La esquina es mi corazón y la novela Tengo miedo, torero, llevada al cine recientemente.
Si bien todas las obras reeditadas llevan portada blanca, hay una única de color rosa. Se trata de Mi amiga Gladys, un proyecto que quedó interrumpido por su muerte, pero que se publicó en 2016 según las indicaciones que el mismo autor dejó trazadas.
Sin dudas, su obra cumbre es Tengo miedo, torero, también reeditada por el sello de Editorial Planeta, título inspirado en el verso de una antigua canción española, una historia de amor entre un homosexual y un guerrillero en la Chile de 1986, un año que pudo ser decisivo pero no lo fue, cuando hubo un intento de atentado contra Pinochet; una novela sarcástica, tierna e intensa.
En un contexto represivo, signado por dictaduras así como en los primeros años de transición democrática, Lemebel entendió al cuerpo como instrumento político, como soporte para mostrar la violencia arrasadora pero también, la búsqueda de la libertad: un cuerpo disidente que prefería palabras como caliza, loca o maricón, que se expresó primero en el arte y luego en la literatura, tal como él mismo lo explica en el documental.
«En este momento, a cualquier acto o pirueta televisiva le llaman performance. Pero en el tiempo en que yo usé este formato era otra cosa, era el cuerpo como soporte de expresión, plástica, artística político-social. En ese tiempo, la performance era irrepetible, era el gesto extremo, el salto al vacío. Uno nunca sabía qué iba a pasar», cuenta Lemebel en un tramo del documental. «Ese deseo de expresarme cambió de formato, cambió a la literatura», destaca el artista chileno en la película dirigida por su coterránea.
“Quise que el punto de vista del documental fuera desde la performance pero es difícil separar al artista del escritor. Sus libros son muy performáticos y sus presentaciones también, eran una gran puesta en escena. Pedro era profundamente político, inteligente y audaz. Aprovechaba cualquier instancia para instalar las luchas que él consideraba imprescindibles”, dijo a la agencia de noticias Télam la cineasta chilena Joanna Reposi Garibaldi.
“Empecé grabando a Pedro en 2007, fueron ocho años de registro, intermitentes. La idea original siempre se mantuvo que fue Pedro como protagonista de un documental narrado desde la mirada de la performance. Porque en ese entonces era muy reconocido desde la literatura, pero no era tan conocido desde su obra con Las Yeguas del Apocalipsis, junto a Pancho Casas. Habían sido acciones fugaces a fines de la dictadura pinochetista. Y Pedro estuvo encantado”, contó la directora, cuyo documental fue premiado en el Festival de Berlín y en el de Santiago de Chile, Sanfic.
La cineasta Joanna Reposi Garibaldi ofreció también algunas precisiones acerca de cómo fue el proceso de armado de su película: «Elegí el documental como soporte porque te permite jugar con muchos lenguajes, indagar en las imágenes y en la textura. Por eso justamente que me quise involucrar con la performance; quería que la película misma sea una performance de la historia. Siempre quise hacerlo desde el videoarte y nunca traicioné el espíritu original de la película. Y Pedro no era un personaje fácil. Por eso duramos ocho años de registro, nos mandábamos a la mierda mutuamente, pero no éramos rencorosos. Siempre volvíamos. Lo que no estaba en ningún guion era su muerte. Fue rápidamente. Y sentí que me faltó mucho por hacer, que quedaron cosas truncadas que habíamos soñado hacer. Incluso sus dos últimas performances están en la película. Una Frida vieja, enferma, en silla de ruedas (como Pedro) aparece en el documental, tan solo días antes de morir. Le pidió a la enfermera unos aros, maquillarse, para travestirse de Frida enferma. Cuando me enfrenté a todo el material, en 2018, la muerte estaba muy presente, por eso parto de ese hecho. No podía hacer oídos sordos a algo tan poderoso. El material me lo arrojaba».
Al mismo tiempo, la realizadora buscó poner en palabras la dimensión artístico-política de Lemebel. «Es un personaje latinoamericano fascinante. Una persona genial que se identifica con la dignidad. Fue siempre muy consecuente consigo mismo, nunca traicionó su historia, su origen, lo que él defendía, y la dignidad. Un gran artista, referente, precursor del movimiento queer en Hispanoamérica, muy valiente, aguerrido. Me parecía super interesante su postura frente a la vida, cómo se paraba frente al mundo», expresó.
Y acerca de cómo lo conoció, ahondó: «Fue en un programa de televisión cultural que se llamaba El show de los libros, que emerge post dictadura, en los 90, y conducía Antonio Skarmeta, para la Televisión Nacional de Chile. Yo entré a trabajar ahí en el 99 como realizadora. Recogíamos los libros de los escritores nacionales chilenos y hacíamos recreaciones, con sus textos, entrevistas apoyadas con los textos, un pequeño corto, videoarte. Y estábamos haciendo un programa sobre homosexualidad y literatura y como él era un referente lo queríamos tener en el programa. La productora lo llamó muchas veces y yo dije «bueno, vamos a verlo a la radio», donde él leía sus crónicas y las musicalizaba. Lo fuimos a esperar, a hacer guardia. Cuando él sale, con su turbante, nos dice: «¿Qué hacen aquí?». «Te vinimos a buscar», dijimos. Y ahí entendió lo que queríamos. Nos fuimos juntos a la productora y lo entrevisté durante una hora. Enganchamos enseguida, él estaba encantado. Le dije que se traiga diferentes ropas porque lo iba a fotografiar. Le dije: «Te quiero sacar fotos, pasarlas a diapositivas y proyectarlas por toda la ciudad. Desde ahí surgió una amistad, un respeto mutuo, lo empiezo a visitar en su casa. En un momento, me voy a estudiar cine a Londres y cuando vuelvo empezamos a hacer la película».
Finalmente, Reposi Garibaldi dio su parecer acerca de si el artista tuvo el reconocimiento que merecía: «Creo que en vida, Pedro tuvo mucho cariño, afecto y reconocimiento de su público. Sus presentaciones se llenaban en Chile, era como un rockstar. Pero las elites querían ningunearlo. Su obra fue muy reconocida, especialmente en términos de performance, que fue adquirida por el MOMA de Nueva York, el Museo Reina Sofía de España y otras galerías y museos».