“La propuesta consiste en un evento multimedia. Totalmente alejado de la presentación tradicional. No hay oradores hablando de la bondad del libro ni del autor. La presentación es una obra conceptual que dura aproximadamente 40 minutos, en la que combinamos música, ilustración digital y, por supuesto, literatura. A través de pequeñísimos extractos del libro y detalles de la idea del “arte-caos” que tomo del filósofo alemán Teodoro H. Adorno. Es un espectáculo distinto al libro. El libro es la excusa que generó todo esto”, comenta Martín Perisset sobre su texto Un payaso de novela que será presentado esta tarde a las 17, en la Biblioteca Argentina (Presidente Roca 731). Como bien adelanta el autor, la propuesta será atípica y propone un espectáculo que combina literatura, música y dibujos digitales, como una forma de disfrutar y jugar con la literatura.
“Después de muchas presentaciones, estoy en condiciones de afirmar que no se van a arrepentir quienes asistan. Al que no le gusta la música le van a gustar las ilustraciones, al que no le gusten las ilustraciones, le gustará la literatura, al que no la literatura, la música. En el combo final sale un muy buen producto, si hablamos en términos mercantiles, tan de moda en estos tiempos”, se anima a señalar el autor quien compartirá escenario con Sebastián Scalpelli, Leonardo Ruffini, Hernán Berti y Carlos Villa. Con ellos puso en marcha una gira artística que llegará, incluso, a la Feria del Libro de Río Negro, en Cippoletti.
Sin embargo, la pieza central de su obra es su novela, un texto que retoma a un personaje, Horacio Oliveira, del libro Rayuela, el célebre trabajo de Julio Cortázar. Entrevistado por El Ciudadano, el joven escritor de Carcarañá, reflexiona sobre los aspectos filosóficos del personaje literario.
—¿Por qué elegiste a Cortázar y su personaje?
—Leo mucho, desde muy chico, y cuando descubrí Rayuela entendí por primera vez que debajo de las palabras hay otras capas. Que escritores como Cortázar dejan que pasen cosas debajo de la primera capa de palabras (en realidad esas cosas pasan dentro de uno mismo, del lector, pero el escritor las despierta). Por ejemplo, Cortázar me hizo descubrir a los surrealistas y encontré otra forma de pensar el arte. Me hizo descubrir el jazz y encontré en mí una nueva manera de escuchar música. Me hizo descubrir la filosofía y encontré otros modos de entender el mundo. Por eso elegía a Cortázar, porque ante todo es mi forma de homenajearlo. Su personaje, Horacio Oliveira, fue el que me tomó de la mano y me enseñó a leer jugando, saltando en un pie hasta el cielo o hasta donde la estabilidad lo permitiera. Ese personaje tan entrañable para mí, había quedado varado en la cornisa infinita del capítulo 56 y podría decir que quise rescatarlo, pero sería demasiado pretencioso de mi parte. Prefiero decir que él me volvió a encontrar, cuando me senté a leer Rayuela por enésima vez. Oliveira volvió para hacerme entender que si en un primer momento la idea era leer jugando, ahora era momento de escribir jugando. Del lector activo al escritor activo. La clave de Un Payaso de novela está en el capítulo 99 de Rayuela, donde los personajes hablan de Morelli (alter ego de Cortázar) y de su manera particular de pensar la literatura.
—Si tu posición frente al arte es la de introducir caos en el orden, siguiendo a Adorno ¿qué propone la novela en ese sentido?
—La pregunta inexorable es si mi trabajo se lee como Rayuela. Y mi respuesta es no, porque si repetía el formato no sólo sería un copión sino que no estaría jugando. Sería una estafa a Cortázar. La idea de que “La misión del arte es introducir el caos en el orden” es de Teodoro H. Adorno, el filósofo alemán. Justo el mismo nombre del gato de Cortázar. Un Payaso de novela está escrito siguiendo el formato de un álbum de fotos. El lector tiene un álbum de fotos de los últimos días de Horacio Oliveira en las manos y no una película. En un álbum no se sabe todo. Faltan partes. Es decir que sólo conocemos momentos: cuando estamos juntos, cuando alguien nos habla de él, cuando él mismo nos cuenta lo que le está pasando. Es como nuestra propia vida, que ni siquiera nosotros la conocemos completamente. ¿Alguna vez te pusiste a pensar que en este momento alguien está hablando, bien o mal de vos, provocando tal vez algún hecho que mañana te va a ocurrir y vos no lo sabés? Esta novela termina siendo como esos dibujos que te propone el psicólogo, en donde ciertas líneas te inducen a trazar imaginativamente las que cierran la figura. A veces las líneas ausentes son las más importantes, como en mi vida, en tu vida, en cualquier vida. Tenemos sólo un álbum que es una herramienta para deconstruir una vida. No se entrega la historia envuelta, prolija, con un moño encima, para que el lector se siente cómodamente en un sillón a leer problemas ajenos, sin comprometerse en el drama que también podría ser el suyo. Si el que lee esta novela, cuando termina, sigue siendo el mismo, sin que nada haya pasado en su interior, mi trabajo como escritor ha fracasado.
—¿Por qué la historia de un payaso triste, de un hombre acabado?
—Se juntan dos cuestiones. Primero, que la última vez que supimos de Oliveira trabajaba de acomodador en el circo de los Ferraguto e imaginé que después de 50 años había cambiado su puesto, siendo ahora el payaso del circo. Y segundo, tiene que ver con el uso de las máscaras en la vida cotidiana de cada uno de nosotros. Jugar o saber que no estamos sólo frente a un payaso, sino que todos somos payasos que en distintas horas del día cambiamos la mascara dependiendo del escenario que nos toca: el trabajo, la casa, los amigos, en el colectivo, en una oficina de reclamos. Hay muchos circos simultáneos. Asimismo no creo que Oliveira sea un payaso triste. Puede estarlo por momentos, pero en realidad es un tipo como cualquiera, alegre a veces, triste otras, pensativo o irreflexivo, pero todo por momentos. Tampoco es un tipo acabado, porque un hombre que espera seguir viviendo en los demás, aún después de su muerte, no lo es de ni un poquito. Todo lo contrario.