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Un hijo de la tradición guerrera

Tras ser adoptado por Artigas y convertirse en su lugarteniente, el caudillo indígena Andresito fue reconocido como un revolucionario luego de ser soslayado durante 200 años. Camogli rescata su figura de líder en la lucha independentista.

HISTORIA
Andresito. Historia de un pueblo en armas
Pablo Camogli
Aguilar / 2015, 264 páginas

“Hoy se yergue majestuoso, de espaldas al río Paraná. Es un hercúleo cuerpo de acero inoxidable de más de veinte metros de alto que ha modificado para siempre las facciones de la ciudad de Posadas. Es, quizás, la estatua más grande que se haya realizado sobre un personaje de nuestro pasado nacional”, afirma Pablo Camogli en las primeras líneas de su libro Andresito. Historia de un pueblo en armas y que, como el título señala, trata de Andrés Guacurarí y Artigas, “Andresito”, quien fuera el único caudillo y gobernador indígena surgido en la Revolución de Mayo. Tras ser adoptado y haber peleado como lugarteniente de José Artigas, se unió también a Manuel Belgrano, encabezó un ejército de dos mil indígenas y llegó a ser comandante general, gobernador de Misiones y de Corrientes. Sin embargo, su experiencia quedó soslayada por 200 años hasta que hace poco fue reconocido como prócer. La larga sombra que lo sepultó es develada ahora por Camogli, quien narra su historia, aunque no se trata de una biografía más a la que acostumbra el género histórico argentino. El historiador y periodista misionero aborda la vida de su coterráneo remontándose a la sociedad que lo gestó, la de los guaraníes, y al medio y marco de época que lo vio ponerse al frente de la lucha independentista. Un motivo es que su historia es desconocida para los argentinos pero, además, a Camogli le interesa destacar que Andresito no es un personaje curioso sino “una figura clave capaz de resignificar, con su sola existencia, la interpretación más difundida sobre el estallido revolucionario e independentista del siglo XIX”. En lo que sigue, describe la singularidad de su mirada sobre el personaje.
—¿En qué sentido Andresito encarna las tradiciones de resistencia guaraníes y criollas?
—Andresito es el emergente individual de una larga tradición guerrera y de resistencia encarnada por el pueblo guaraní. A lo largo de los siglos, los guaraníes fueron configurando su cosmovisión en términos ideológicos, algo así como su perfil socio cultural, en donde se distingue, como elemento central, la defensa irrestricta de su autonomía, no sólo como pueblo, sino, más bien, como aldeas autónomas que establecían alianzas mayores según las circunstancias así lo demandaran. Con ese principio autonómico como estandarte, los guaraníes resistieron la conquista. Primero en lucha contra los españoles de Asunción del Paraguay, pero fundamentalmente contra los esclavistas portugueses de San Pablo. En esas luchas, contaron con el apoyo de los padres de la Compañía de Jesús, los jesuitas, con los cuales los guaraníes fundaron y vivieron durante 150 años en las Misiones. El éxito de las reducciones estuvo, básicamente, en la capacidad de los jesuitas de percibir esa cosmovisión ideológica y ese afán autonomista de los guaraníes. Las Misiones fueron, antes que un gran espacio unificado, una sumatoria de pueblos autónomos capaces de confederarse según las circunstancias, como durante la lucha contra los bandeirantes o durante las guerras guaraníticas. Toda esa impronta guerrera y autonomista es la que se imbrica con el ideario de tipo moderno que pregona la Revolución. Para los guaraníes, la Revolución no fue un quiebre, más bien permitió retomar antiguas luchas y resignificar el concepto de autonomía, ahora bajo el ideario federal artiguista. En suma, Andrés Guacurarí y Artigas fue un emergente de todo ese proceso histórico. Fue la encarnación en un líder de una larga trayectoria guerrera en defensa de la autonomía de las aldeas nativas. Andresito tuvo que surgir como comandante general porque el contexto de los guaraní-misioneros de la década de 1810 lo demandaba. Para llegar a esta conclusión es necesario repensar la forma en que se interpreta la historia. Podemos hacer como la historia tradicional, que considera que son los hombres (los próceres, los héroes, los grandes personajes) los que definen “La Historia” o podemos establecer como principio básico que son los contextos históricos los que definen a los hombres. Andresito, como cualquier otro personaje destacado del pasado, solo se transformó en un personaje importante porque hubo un contexto específico que demandó de su presencia.
 —¿Por qué piensa que la gesta de Andresito o del pueblo en armas es más una acción endógena que exógena? Si se compara con los revolucionarios de Mayo porteños, ¿qué diferencias existen?
—Eso tiene que ver con cómo se interpreta al proceso revolucionario e independentista. Y al respecto hay dos caminos posibles. Uno, que es el que denomino como el del actual consenso historiográfico, que es el que plantea que la revolución llegó de Europa, inspirada por la Revolución Francesa y bajo el paradigma de las ideas liberales de tipo moderno, las que fueron introducidas en América por las elites locales mediante los nuevos espacios de sociabilización, como la opinión pública, la prensa y las tertulias. Esta es la interpretación del origen exógeno de la revolución. Otro camino es pensar que el germen revolucionario estaba en América, más específicamente en los sectores populares, cuya explotación por parte del sistema colonial era la faceta más marcada. Fueron estos sectores los que comenzaron a actuar en clave revolucionaria mucho antes que las elites modernas e ilustradas. Los guaraníes rebelados contra el tratado de Permuta de 1750, que desembocó en las guerras guaraníticas, son un antecedente claro de ello. Ni hablar de las enormes y multitudinarias revueltas andinas de segunda mitad del siglo XVIII, cuyo capítulo más célebre es el de Túpac Amaru. Otro tanto se puede decir de la independencia de Haití, lograda por los esclavos negros que tomaron las armas contra sus patrones. O sea, desde mucho tiempo antes los pueblos americanos venían luchando contra el colonialismo. En primer término lo hicieron como forma de resistencia, pero para mediados del siglo XVIII esas luchas comienzan a expresar un programa de reivindicaciones de claro tinte revolucionario e, incluso, independentista. Esta es la mirada endógena del proceso revolucionario.
—¿Cómo fue posible que un indio fuese gobernador?  
—Fue posible por una conjunción de aspectos. El más importante de ellos es la existencia de José Artigas y su propuesta de un federalismo radicalizado, según el cual establecía que no sólo todos éramos iguales en términos de discurso político, sino que también lo éramos en la práctica política. Y si todos éramos iguales, lo mismo daba que gobernara un blanco o un indio. Esto, que puede parecer una obviedad, en aquella época era una postura muy radicalizada que espantó a buena parte de la elite dirigente de Buenos Aires y Montevideo. Artigas incluyó dentro de su proyecto político a los pueblos originarios y los puso en igualdad de condiciones con el resto del colectivo social en el marco de la Liga de los Pueblos Libres. En ese contexto de revolución social envió a su hijo adoptivo, Andresito, a asumir el control sobre la provincia de Misiones, a la sazón habitada por guaraníes. Si bien aquello ya era un acto de enorme significancia, no dejaba de expresar ciertos límites a la propuesta radicalizada: era un indio gobernando entre indios. Poco tiempo después, Artigas tuvo la oportunidad de plasmar en la práctica el alcance de su propuesta. Fue en 1818, cuando remitió a Andresito y sus lanzas guaraníes hacia la provincia de Corrientes, en donde se había derrocado al gobernador que le respondía. Andrés Guacurarí doblegó al ejército correntino, ingresó a la ciudad y gobernó la provincia durante varios meses. Esta situación traspasó todos los límites conocidos. Ya no sólo se trataba de un indio gobernando entre indios, ahora era un indio gobernando entre blancos. La determinación de José Artigas había alcanzado un límite peligroso desde la óptica de las elites blancas locales y se lo harían pagar con un crucial apoyo hacia los portugueses que acosaban la Banda Oriental. En contrapartida, los guaraníes le estarán por siempre agradecidos, tanto como para convertirse en su última compañía antes de emigrar al Paraguay.

Otro Bicentenario

“Santa Fe nació artiguista, y es parte de la identidad que se ocultó y ninguneó en esta provincia llamada «normal»”, expresó el periodista rosarino Alfredo Montenegro, quien participará, junto con Camogli, de las Jornadas de los Pueblos Libres que se desarrollarán jueves y viernes en Posadas, y recordarán el bicentenario del congreso reunido por la Liga Artiguista, llamado justamente Congreso de los Pueblos Libres. Para Montenegro, que participará en la mesa que aborda la vida de Andresito, la memoria de este acontecimiento es vital para la provincia y el país porque es un claro ejemplo de que hubo un proyecto revolucionario surgido en 1810, de la mano de Artigas.   Montenegro sostiene que es importante reescribir la historia de esa posible Patria Grande porque “los intereses de la clase poderosa no aceptaban una reforma agraria como la de Artigas, ni el funcionamiento asambleario, democrático y con inclusión de los pueblos originarios”.

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