Silvina Molina/Télam
«Si me pasa algo, rompé todo», le dijo María Isabel Speratti Aquino a Sacha, su hijo mayor, mientras ella recorría pasillos judiciales en busca de protección, tratando de evitar que su ex pareja Gabriel Nuñez la matara, tal como finalmente ejecutó.
Hoy, su hijo adolescente habla por primera vez y pide cambios en el Poder Judicial que no protegió a su madre.
¿María hizo denuncias judiciales por las violencias que sufría por parte del padre de sus hijos? Sí.
¿María buscó ayuda psicológica y grupal ? Sí.
¿María iba todos todas las semanas al juzgado a seguir la causa? Sí.
¿María y sus hijos Sacha y Teo recibieron protección luego del primer intento de femicidio de Núñez, el 15 de julio de 2021? No.
¿María está muerta? Sí, y la mató Gabriel Núñez el 16 de marzo de este año, en la puerta de su casa en el partido bonaerense de Cañuelas, delante de sus hijos.
A esa casa Télam llegó esta semana para escuchar por primera vez la palabra de Sacha y de su tía materna Rocío, que dejó todo en Buenos Aires y, sin dudarlo, se mudó con sus sobrinos a esa ciudad.
Es imposible no sentir un escalofrío cuando se atraviesa el portón de entrada al playón de ingreso a la vivienda, donde el femicida asesinó a María Isabel.
Rocío abre la puerta, Sacha espera en la cocina, al lado de una gran isla donde se termina de hornear una torta que prepararon especialmente para endulzar una entrevista que resignifica el «rompé todo» porque Sacha sonríe, mira a lo ojos en cada respuesta y en esa mirada no hay odio. Nuñez no lo logró.
Sacha tiene 18 años, está terminando la escuela Agrotécnica y quiere estudiar medicina en La Plata.
El adolescente participa de las marchas que piden justicia para su mamá, para él y para su hermano, y también fue parte de las asambleas preparatorias al aniversario del Ni Una Menos.
«Voy porque mi mamá quería que se sepa lo que pasó y me dijo que si un día le pasaba algo, que rompa todo», dice.
-¿Te ayuda en tu duelo?
-«Me ayuda a entender que esto pasa en otras partes, que no sólo le pasó a mi mamá, le pasa a más gente, y entiendo, porque también escucho cada caso, que es algo común, no son casos aislados».
Las palabras asesinato, muerte, femicidio, no aparecen en su relato, durante todo el encuentro.
-¿Pensaste qué habría que hacer para que no sea algo común?
-«Sinceramente no estoy seguro. Sé que hay que cambiar el Poder Judicial, porque el Poder Judicial no ayudó a mi mamá. Medio como que la ‘boludearon’ en cierto sentido, porque la tenían de un lado para el otro y no le daban ninguna respuesta. No avanzaba nada, o sea, era así, era una lucha todos los días, iba todos los días y nada, siempre salía sin respuesta».
La Fiscalía 1 de Cañuelas, el Juzgado de Paz y el Juzgado de Garantías 8 son las instancias que estuvieron involucradas y lo siguen estando en la causa de María.
Ante esas instancias judiciales dio su testimonio Sacha en 2021 cuando Núñez intentó matar a María Isabel. No lo logró porque el adolescente se interpuso.
Tuvo que volver a declarar luego del asesinato de su madre.
Es decir, no le creyeron la primera vez, porque el juez Martín Miguel Rizzo caratuló como «lesiones leves» ese primer intento de femicidio.
«Esa carátula incorrecta fue un prejuicio, porque no le creyeron a mi sobrino. Sigue el mito. ¿Por qué una mujer va a denunciar, con toda la evidencia, con el testimonio de los hijos y no le creen? Le dan el beneficio de la duda al agresor. Ella siguió pidiendo justicia y siempre fue ninguneada. Hasta estuvo cara a cara con el juez y le dijo: ‘Míreme, no soy un pedazo de carne’, y «ni así», relata Rocío.
-Para vos Rocío ¿Qué debe cambiar para evitar estas situaciones?
-«Tendría que haber una democratización de la justicia. Son casi monárquicos. En los otros poderes del Estado vos podés votar y se renuevan cada cuatro años. Tenés esa opción, pero con el Poder Judicial no. Están ahí, tenés que aguantar, se vuelven intocables y hacen todo lo que quieren sin consecuencias, porque pueden. Tendría que haber consecuencias para aquellos que no hacen bien su trabajo porque en este caso resultó en la muerte de una persona. Ellos también son responsables, no solamente el femicida que gatilló. El límite siempre es la muerte, y ni así hubo un cambio».
Es que ese mismo juez interviene en la causa de femicidio. La familia aún no tiene acompañamiento legal.
«Estamos evaluando opciones, todavía hay cosas que no puedo comentar. La realidad es que no queremos estar como María yendo a la fiscalía a cada rato, y naturalmente, no confiamos en el Poder Judicial. Necesitamos el cambio judicial, ver cómo reformamos para facilitarles la vida a las víctimas, que no estén paseándose por todos los pasillos, todo el tiempo tener que ir y volver y explicar», resume Rocío.
Sacha y su tía valoran el apoyo de las amigas de María, de las madres y padres de sus compañeros de colegio, de la activista feminista Cristina Lobaiza, porque Rocío se convirtió, no sólo en sostén afectivo, sino también económico.
Está en trámite la guarda que pidió de sus sobrinos y por lo tanto algunos apoyos estatales no llegan hasta que se resuelva esa instancia.
La Secretaría de Género de Cañuelas le está tramitando un subsidio nacional y otro provincial. Todo es espera, mientras tanto, hay que subsistir y a Rocío le da pudor hablar de lo económico.
Por eso, en las redes identificadas como @JusticiaporMaría, amigas y compañera del grupo de ayuda mutua de María en la ONG Shalomm Bait abrieron una cuenta para acompañarles.
«Ojalá salgan los subsidios para reparar lo irreparable. Hay una responsabilidad muy grande del Estado y la evidencia es enorme, o sea, si hubieran hecho su trabajo como corresponde, mi hermana estaría viva, mis sobrinos no serían huérfanos, tendrían a su madre ¿Cómo van a compensar? Eso nunca van a poder hacerlo, pero aunque sea, que ellos tengan la mejor vida posible», aporta Rocío.
Sacha y su hermano Tao de 13 años van a terapia, y el adolescente se reconoce un entusiasta de ese espacio.
«Me hace muy bien», afirma.
-Además de la terapia debe ser importante el acompañamiento de tus amigos
-«De mis amigos y también de las amigas de mi mamá que estuvieron ahí todo el tiempo».
Hay una red afectiva que resuelve, que ayuda a hacer trámites, que pasa del «estamos para lo que necesiten», a la acción. Y eso se valora en el proceso de duelo que están atravesando. Y se sostienen en el activismo, en participar.
-Sacha, fuiste a la asamblea Ni Una Menos en Villa 31. ¿Cómo fue la experiencia?
-«Estuvo bueno. Había un montón de cosas que yo no veía y que no sabía, por ejemplo hay un proyecto en la Villa 31, se hacen como casas o complejos, y nos contaban que era muy difícil para las mujeres llegar a conseguir una casa, y eso es algo que yo no tenía ni idea. Yo sabía que había un proceso de urbanización, pero son cosas que ignoraba, sinceramente. También hablaban que ahí, en la villa, creo que tienen cerca tres hospitales y solo hay un ginecólogo y que también está re mal».
Tía y sobrino muestran la mejor predisposición para hacer la sección de fotos, saben que es parte del protagonismo no elegido que tienen. Llega Tao del colegio. También quiere sumarse a las fotos.
Entre los hilos que usaba María para hacer las artesanías que vendía en la Fería de San Telmo hay fotos de ellas. Las buscan para ser retratados junto a su mamá.
En la casa de Cañuelas, donde Núñez mató a María hay rueda de mate, hay torta recién horneada, hay una ventana que da a un espacio verde, hay dos perros, hay una frase de la canción ‘Me quedo aquí’ de Gustavo Ceratti, escrita a mano por la tía Sofía, hay dos adolescentes que sonríen. Hay vida.