La declamada coordinación en Seguridad entre provincia y Nación quedó en duda en la primera oportunidad de acción conjunta, cuando la persecución de los hermanos Lanatta y Schillaci por territorio santafesino tensionó esa coexistencia a niveles similares a los de la época en que socialistas y kirchneristas intercambiaban un día una pieza de chamamé y otro día un dardo envenenado.
El encuentro cara a cara el domingo a la mañana entre los ministros Pullaro de Santa Fe y Bullrich de la Nación devolvió algo de calma. Los dos ministros entendieron que estaban en el mismo barco y que otro naufragio con anuncios fallidos como el del sábado al mediodía no era una opción para ninguo.
Aquella reunión enfrió las cosas aunque no podrá esconder la ausencia de feeling entre las partes. Pullaro fue contundente para desmentir que la versión de que había tres detenidos hubiera salido de boca de un santafesino y mucho menos de él, rumor que le atribuyen a operadores del PRO para descargar responsabilidades.
A decir verdad, la crisis terminó más prolija de lo que empezó. Si el desembarco de gendarmes en San Carlos fue sin aviso a autoridades locales y con un gendarme herido por otro sin que el hecho se aclare, la salida fue con foto conjunta y conferencia de prensa diseñada a pedido de funcionarios nacionales, incluido un poco merecido protagonismo del bonaerense Cristian Ritondo.
Nadie puede aventurar cómo seguirá la relación de ahora en adelante. “Esta vez cerró con abrazos y todos juntos, quizás mañana empiezan a las patadas de nuevo”, se sinceró un funcionario, conciente de que también en política los vínculos se construyen día a día. Y un dato más: si los fusibles no pueden sortear el cortocircuito circunstancial, los garantes finales del porvenir son Macri y Lifschitz, hasta hoy distantes del incidente.
En la cuerda floja
Patricia Bullrich debutó con un traspié que, vale decirlo, fue un error forzado, pero error al fin. Si no puede evitar que le planten información falsa o que progresen las internas entre las distintas fuerzas nacionales, o dentro de las mismas fuerzas, como parece ser el caso de Gendarmería, se espera de ella y su equipo que estén prevenidos para no pisar el palito.
No es cuestión de disculpar a la ministra, avezada política que durante los últimos años fustigó sin piedad ni límites al gobierno que Cambiemos vino a reemplazar, pero no se estaría abordando el verdadero problema si todo queda en la ingenuidad de Bullrich y su equipo, que se comieron operaciones de su propios subordinados, expusieron al presidente y la vice al papelón y luego intentaron descargar responsabilidades en otros.
En medio de la crisis fueron fagocitados por grupos de poder de las fuerzas de seguridad que disputan, según la versión light, cuotas de poder y liderazgo.
Imposible relajarse
Las mismas reglas de juego corren para las autoridades provinciales. El gobernador se mostró discreto y delegó en sus ministros de Seguridad y Gobierno el manejo de la situación, quizás usufructuado la experiencia acumulada de traspiés de las dos gestiones anteriores del Frente Progresista en materia de seguridad pública. Los gobernadores que lo precedieron, por errores propios en algunos casos y forzados en otros, probaron las medicinas más amargas. También acá hubo narcos que escaparon de a pie por la puerta principal, que fueron soltados horas después de haber sido capturados, o que manejaban el negocioº desde prisión. Ningún dato de la realidad hace suponer que hechos de esas características no se repitan en cualquier momento.
Lo distinto es que Lifschitz, Pullaro y la Policía esta vez corrieron con la ventaja de que la presión estaba sobre Gendarmería y el gobierno nacional. Trabajaron más relajados, buscando tres eslabones de un negocio delictual con epicentro en otra jurisdicción.
Por eso, si el gobierno tiene necesidad de dar una palmada a la fuerza policial en compensaciónpor el ninguneo al que la sometieron sus pares de Nación, la experiencia aconseja no excederse del hecho puntual y evitar triunfalismo publicitario.
Entre otras cosas porque falta que la investigación sobre la triple fuga avance. No pueden descartarse sorpresas. Los Lanatta y Schillaci no llegaron de casualidad a la tapera de San Carlos, alguien les señaló ese escondite y cómo llegar.
Ahora que la película terminó se ve que tuvo dos tiempos. Hasta San Carlos hubo algún soporte externo; de ahí en adelante, una vez que fueron detectados, la fuga se volvió desordenada e improvisada minuto a minuto.
En torno a esa tapera hay interrogantes y quizás surja alguna conexión santafesina, ya sea de grupos dedicados al delito que vendieron algo de logística o de algún contacto de una de las dos fuerzas de seguridad de la provincia. ¿Era la primera vez que se lo usaba de aguantadero? En las pequeñas localidades agropecuarias del interior provincial, al estilo de San Carlos, el boca a boca señala que el narcomenudeo se materializa en estas discretas construcciones rurales y ubicadas a prudente distancia de los cascos urbanos.
La fuga interminable
A un mes del cambio de gobierno, el gabinete de Seguridad nacional quedó en una posición muy delicada. Tanto es así que el Frente Renovador, hoy por hoy un opositor con sentimientos de compasión, quiere convocar a la ministra a dar explicaciones al Congreso. Su admisión de una insólita conversación con el recapturado Martín Lanatta en el aeropuerto de Sauce Viejo es otro traspié que no tiene destino de anécdota. Para la ministra Bullrich la triple fuga no terminó ayer.