Conocida en el país a partir de su estreno en 2019, protagonizada por Nelson Rueda junto al recordado Arturo Bonín, Un instante sin Dios, escrita y dirigida oportunamente por el destacado dramaturgo y director platense Daniel Dalmaroni, tendrá desde este fin de semana una versión rosarina, protagonizada por Hugo Trifiro y Daniel Olmos, bajo la dirección de Christian Álvarez, que se presentará, por el momento, los sábados de agosto en el Espacio Dorado del Centro Cultural La Toma, con asistencia de dirección de Gisela Bernardini, fotografía de Theo Figueroa y videos de Matías Aghem.
Inquietante y por momentos conmovedora, la pieza, ganadora en 2020 del premio Estrella de Mar a la mejor dramaturgia, indaga en las grandes intrigas, los grandes enigmas, misterios y profundas oscuridades del ser humano, al tiempo que promete un final inesperado.
Un empresario visita a un sacerdote de una parroquia de frontera para ofrecerle una cuantiosa donación para su iglesia. Sin embargo, lo que parece un simple gesto de caridad, conlleva una singular condición: una confesión que invierte la lógica habitual del cura que escucha al feligrés, dado que el que aquí deberá confesarse será el sacerdote frente al empresario. En ese sentido, se ponen en juego una serie de interrogantes en relación con eso que el cura deberá o no contar a cambio de dinero, en el marco de un thriller que sostiene la tensión dramática, donde se cuela, como suele pasar con el teatro argentino contemporáneo, la última dictadura cívico-militar y todas las contradicciones de la Iglesia como esa institución intocable que nunca da explicaciones, dejando abiertas otras preguntas: entre más, quién es este empresario y quién es el cura, y que representa cada uno.
Abismarse al texto
“El origen de esta propuesta fue de parte de los dos actores que en busca de un director me convocaron a mí. Hugo acercó la propuesta de esta obra a Daniel, se ponen a trabajar, y en ese recorrido me proponen sumarme como director. De inmediato, apenas leí el texto, me impactó mucho por el tema central y por todo lo que genera la obra como resonancia, sobre todo, porque está muy bien escrita. Al mismo tiempo, fue un gran desafío poder profundizar en un texto que me permite trabajar con algo que me interesa mucho en el teatro, que tiene que ver con ir capa por capa, juntando muchas capas, en relación con la interpretación, y con lo que tienen para aportar estos dos actores, con esa búsqueda del actor consciente. Es un texto muy vasto que permite ir por esas profundidades, y como es un thriller, está lleno de enigmas, de cosas ocultas, de cuestiones que se van develando poco a poco”, contó a modo de adelanto el director Christian Álvarez.
“También fue muy interesante adentrarnos en un texto de un dramaturgo de la talla de Dalmaroni, con el cambio que esta obra implica en su escritura (siempre más asociada a la comedia negra), con dos actores talentosos a lo que si bien conozco desde hace muchos años, nunca los había dirigido”, sumó el director que junto a Trifiro y Olmos y la asistente de dirección compartió en medio del proceso de trabajo una reunión con el autor, donde intercambiaron visiones y pareceres acerca de la obra, una instancia muy enriquecedora para el proceso que estaban transitando.
Entre capas
Tal como refirió Álvarez, en la propuesta dramática de la obra hay una serie de capas que se van develando en un recorrido donde, como un eco, late la última dictadura cívico-militar en la Argentina. “La obra transcurre 40 años después del golpe del 76, el último golpe militar que hemos vivido como país que trajo la más feroz dictadura. Y en ese contexto, en esos 40 años, la necesidad de haber transitado por distintas etapas desde aquellos Juicios a la Juntas Militares apenas llegada a la democracia con Alfonsín, a retomar los juicios desde el 2003 y así generar una instancia de reconocimiento a toda la lucha de los Organismos de Derechos Humanos, las Madres, los Abuelas, los Hijos, frente a la posibilidad de pensar este país desde un lugar de Memoria, Verdad y Justicia. En ese marco, se encuentran estos dos personajes, el cura un poco mayor que el empresario, y ahí, a partir de ese encuentro cuatro décadas después de ese comienzo de la última dictadura cívico-militar, es cuando empiezan a hablar de los primeros años como sacerdote y del lugar en el que empezó a ejercer como párroco, de su traslado a esta iglesia de frontera, y es allí donde aparecen las oscuridades de un momento, en un contexto donde las cosas, lamentablemente, no fueron saldadas del todo como sociedad. Y lo más impactante es que todo lo que nos sucedió todavía subyace en este tiempo: la pata civil e incluso eclesiástica también están ahí para ser revisadas, sobre todo con un Papa que tiene una visión nueva y particular de lo que significa la Iglesia, que se pregunta para qué está y cuál es su verdadero poder”, planteó el director, también actor, titiritero, y referente local de la Asociación Argentina de Actores.
Respecto de cuál es el perfil de estos dos personajes, de lo que ocultan o encierran y que de un modo u otro sale a la luz, Álvarez planteó: “El perfil de estos personajes lo define finalmente el espectador. Hay que ponerse en ese lugar y ver quiénes son estos dos tipos, qué es lo que sucede entre ellos, porque el texto va dejando entrever cosas de un modo muy ingenioso. Y es, al mismo tiempo, el encuentro de dos soledades, de dos tipos grandes, dos hombres grandes que tienen sus historias, sus vivencias, y se encuentran en un determinado momento de ese recorrido con esos recovecos que habitan las vidas de todos los seres humanos, donde hay algo que se vuelve inevitable, inexorable, en ese devenir entre los años 70 y la actualidad, donde brillan en el texto los grandes enigmas y las grandes preguntas de todos los seres humanos, interrogantes que nos suelen llevar a lugares recónditos e incómodos. Es una obra que nos invita a bucear en las historias de estos dos seres humanos, a mirarlos desde lugares diferentes, porque no hay una linealidad ni una moralización de los personajes. En todo caso, cada uno se tendrá que hacer cargo de lo que ha sido, de lo que es y de lo que ha transitado y generado con el otro, con el resto de la gente, y ahí es donde el texto de Dalmaroni interpela al espectador que, entendemos, no saldrá indemne con el final que propone la obra que es igual de inquietante que todo el texto, porque nada es lo que parece”.
Finalmente, el director habló de lo que implica pensarse como espectador dentro de esta singular problemática en los tiempos que corren, donde se busca reinstalar, incluso, la vieja teoría de los dos demonios, de cara a lo que pasó con el terrorismo de Estado en los 70. Y si bien en términos temáticos la última dictadura puede resultar un lugar bastante común en el teatro argentino contemporáneo, el enfoque que propone Dalmaroni en Un instante sin Dios es completamente diferente.
“Creo que el gran problema del presente es pensarnos no desde el teatro sino desde el momento terrible que estamos viviendo. Claramente, la contemporaneidad de estos personajes y de esta historia en otro momento del país tendría connotaciones completamente diferentes, porque estos personajes indagan en sus propias historias pero son historias que no están ajenas a lo que pasó y pasa en el país. Para junio del año pasado, cuando arrancamos con este proyecto, había una lucecita de esperanza, podíamos pensar que algunas cosas se podían recomponer, que algo sería posible, pero pasó todo lo contrario, pasó lo que pasó en aquel 2015 (cuando ganó las elecciones Mauricio Macri), pasó lo peor, y lo peor es lo que estamos transitando como sociedad. En ese punto, efectivamente el teatro o cualquier expresión cultural y artística nos tiene que interpelar. Estamos rotos por todos lados y por lo tanto el teatro que podemos hacer es un teatro de rompecabezas y rompecuerpos; vamos juntando los fragmentos de seres humanos que transitan este tiempo sin ningún tipo de posibilidad de corrernos de lo que nos pasa, pero tenemos una responsabilidad y no podemos mirar para otro lado”, concluyó Álvarez.
Para agendar
Un instante sin Dios, de Daniel Dalmaroni, con las actuaciones de Hugo Trifiro y Daniel Olmos, bajo la dirección de Christian Álvarez, se presentará desde este sábado, todos los sábados de agosto en el Espacio Dorado del Centro Cultural de La Toma (Tucumán 1349, subsuelo). Reservas con descuento +549-341-3000421. IG: @uninstantesindiosrosario, @espaciodoradodelatoma