Un jurado de Nueva York declaró este martes culpable de todos los cargos al Chapo Guzmán, uno de los capos del narcotráfico más famosos del mundo, tras un juicio descomunal en el cual el gobierno estadounidense presentó demoledoras pruebas.
Luego de un juicio de tres meses y 35 horas de deliberaciones a lo largo de seis días, el jurado halló que el mexicano Joaquín «Chapo» Guzmán, de 61 años y considerado el mayor narcotraficante del planeta tras la muerte del colombiano Pablo Escobar, es culpable de los 10 delitos de narcotráfico, posesión de armas y lavado de dinero de los que fue acusado.
La ley estadounidense señala que por la gravedad de los cargos el ex jefe del cartel de Sinaloa debe ser sentenciado a cadena perpetua obligatoria.
El juez Brian Cogan fijó su sentencia para el 25 de junio, pero la defensa anunció que apelará el veredicto.
Al escuchar la decisión del jurado, el ex jefe del cartel de Sinaloa, que vestía traje gris oscuro y camisa beige, miró a su joven esposa Emma Coronel, madre de sus hijas mellizas de siete años, sonrió levemente como para tranquilizarla y se puso la mano derecha en el corazón.
Coronel, de 29 años, vestida con pantalones ajustados negros y una chaqueta verde, le levantó el pulgar de la mano derecha, se cruzó las manos en el pecho y le sopló un beso antes de que los alguaciles retiraran al Chapo rápidamente de la sala.
El Chapo «esperaba este resultado», dijo su abogado Bill Purpura en una conferencia de prensa bajo el granizo y la nieve frente a la corte de Brooklyn.
«Es un hombre fuerte. Para bien o para mal, este es un tipo que nunca se da por vencido», añadió.
«Luchamos hasta el final. Dejamos todo en la cancha por Joaquín Guzmán», pero «las pruebas eran literalmente una avalancha», afirmó otro de sus abogados, Jeffrey Lichtman.
Gran victoria para el gobierno
En los próximos días, el Chapo será probablemente trasladado a una cárcel de Colorado, ADX Florence, conocida como la «Alcatraz de las Montañas Rocosas» y considerada la prisión más segura de Estados Unidos.
Fiscales, jefes de la agencia antidrogas DEA, del FBI y otras agencias federales destacaron en una conferencia de prensa frente a la corte que la condena del Chapo es una gran «victoria» para el gobierno estadounidense, que nunca consiguió extraditar y juzgar a Escobar, el ex jefe del cartel de Medellín que murió en una operación policial en 1993.
El Chapo «es responsable de una cantidad impensable de muerte y destrucción en Estados Unidos y México. Sus drogas destruyeron a muchas familias estadounidenses, solo por codicia (…) Esta es una victoria tremenda», dijo Uttam Dhillon, director interino de la DEA.
Sin embargo, pese a la captura y condena del Chapo, el cartel de Sinaloa sigue en pie, su coacusado Ismael «Mayo» Zambada continúa prófugo y la violencia del narcotráfico no ceja en México, que tuvo un récord de 33.341 homicidios dolosos el año pasado.
En Estados Unidos, donde el consumo de opiáceos se ha convertido en una epidemia, las muertes por sobredosis de drogas siguen subiendo y alcanzaron un promedio de 197 al día en 2017.
Mejor que una narconovela
El juicio del Chapo fue un fascinante viaje a uno de los mayores y más despiadados carteles de la droga y a la vida cotidiana del capo en la clandestinidad de las sierras de Sinaloa, su estado natal, un drama con un casting impresionante: sus propios protagonistas.
La fiscalía convocó al proceso a 56 testigos, desde exsocios del Chapo a agentes del FBI, la DEA y otras agencias del gobierno, así como a funcionarios de varios países latinoamericanos.
El jurado escuchó conversaciones del Chapo con sus socios grabadas por soplones a escondidas y otras interceptadas por el gobierno, y leyó decenas de sus mensajes de texto encriptados, así como cartas que le envió a su mano derecha desde la cárcel.
También vio ladrillos de cocaína, granadas, lanzagranadas y rifles de asalto incautados o destinados al capo.
Pero sobre todo, escuchó innumerables relatos de la vida y obra del Chapo contados por 14 de sus exsocios: secretarios, pilotos, un sicario, un gerente, un contable, sus mayores proveedores de cocaína en Colombia, su mayor traficante en Estados Unidos, su jefe de comunicaciones y hasta una examante que se escapó con él desnudo por un túnel.
Estos testigos relataron cómo el capo compraba toneladas de cocaína en Colombia a 3.000 dólares el kilo, y las transportaba hasta México en submarinos semisumergibles, aviones, barcos pesqueros o contenedores comerciales, a veces con escalas en Ecuador, Guatemala, Belize, República Dominicana u Honduras.
Y cómo la droga llegaba finalmente a Estados Unidos por túneles, escondida en latas de jalapeños en trenes, en camiones de gasolina o en compartimentos secretos en automóviles, y era revendida aquí en hasta por 35.000 dólares el kilo.
Todo gracias a la complicidad de corruptos funcionarios de México que recibieron millones en sobornos, incluidos supuestamente ex presidentes.