Calvo, trabajador de la Universidad de Maryland, desde Estados Unidos, y Aruguete, trabajadora de la Universidad de Quilmes y Austral, desde Buenos Aires, comentaron sobre una investigación que es resultado de intercambios con distintos tipos de instituciones a partir de preocupaciones políticas, sociales y culturales.
«Hemos trabajado con muchísimos chequeadores, con instituciones universitarias y otras de la sociedad civil. Nuestro trabajo tiene un propósito académico pero sobre todo uno social y político: que esto pueda ser una herramienta de reflexión para pensarse en este momento de profunda polarización no solo política sino afectiva», sostiene Aruguete a propósito de la publicación del libro.
En la presentación de la investigación los autores aclaran que es una continuidad con el trabajo anterior, publicado en 2020. ¿Qué cambió entre un libro y otro en relación a redes sociales y medios? Aruguete desliza: «Aumentó la intensidad de la polarización. En ambos libros, pero en este más explícitamente, analizamos la polarización política, es decir, qué es lo que nos distingue de los otros en función de nuestras preferencias políticas o de nuestra adscripción o rechazo a ciertas propuestas, identidades políticas, ofertas. Pero también analizamos cómo se da la intensidad de nuestras distancias con los otros a partir de cómo nos interpelan afectivamente y a partir de las emociones que nos generan. La intensidad de esas distancias se profundizó, estamos más polarizados y eso fomenta la intensidad de nuestros intercambios en redes sociales, tanto los que apoyamos como los que nos generan profundo rechazo.
Otro elemento tiene que ver con los cambios en la composición no sólo de los administradores sino de los usuarios y usuarias que habitan las plataformas. Cuando hicimos el trabajo anterior, Twitter era más demócrata, más progresista, proderechos y los usuarios que habitaban Facebook eran más conservadores y más antiderechos. En este momento y en vistas del objetivo político que tiene Elon Musk también la composición de sus usuarios va migrando y hace que prevalezcan formas distintas y más polarizadas».
Por su parte, Calvo apuntó: «Cuando hicimos el primer libro estábamos tratando de ver las redes de conjunto, había mucha necesidad en Estados Unidos y en Argentina de ver cómo todo conectaba con todo, entonces tratamos de entender dónde estaban ubicados y qué tipo de contenidos circulaban. Eso era importante porque había una sensación muy fragmentaria de cómo se leían las redes de conjunto. Una vez que está eso la pregunta es cómo reciben la información, cómo la procesan, entonces la visión de conjunto de redes no explicaba cómo interactuamos y qué es lo que nos polarizaba.
Distintas formas de habitar un escenario nuevo con múltiples actores disputando una agenda
Aruguete dice: «Me gusta hablar del escenario mediático-digital porque tanto conceptualmente como en la actividad cotidiana no hay agendas en paralelo sino distintas formas de habitar un escenario nuevo donde múltiples actores están disputando una agenda, determinados encuadres alrededor de los eventos en donde algunas perspectivas logran legitimarse y amplificarse mientras que otras tienden más a reducirse. En esa disputa los medios son un actor político más que están viendo cómo intentan disputar un poder simbólico. Una de las primeras hipótesis de las que partimos es que la polarización no depende del lugar en el cual se ubica el otro o del perfil editorial que quiere tener sino que depende, fundamentalmente, de cuál es la percepción del consumo que el usuario o usuaria tiene de ese medio.
O sea que esa cobertura es contraria a la percepción de la realidad que tiene el usuario que expulsa ese medio. Por el contrario, hay otros usuarios que asimilan a ciertos medios y sienten que están jugando a favor. Esta sensación de hostilidad con el medio o de percibirlo como que está sesgado para el otro lado, y por ende el nivel de reputación del medio baja, puede pensarse como modelo para cualquier tipo de interacción. Podemos pensarlo con los políticos o con los fact checkers (en referencia a quienes se dedican a verificar datos).
Calvo agrega: «Una forma de ejemplificarlo es un votante moderado que está en el centro y percibe quizás que La Nación es de centro o centro derecha. Uno que está a la izquierda percibe que es de extrema derecha. Uno que está a la derecha lo percibe como un medio moderado. Eso lo vemos con todos los medios, no tienen una posición fija en el espacio sino que los sesgos de la gente cambian de acuerdo al tipo de contenido.
Sobre cómo se integran medios y redes sociales, estamos analizando cómo la gente navega en las redes sociales y vemos que hay un 6, 8% de la población que tiene Twitter e interactúa de forma más o menos habitual. Lo que la mayoría no sabe es que hay un cuarto de la población que no tiene Twitter pero accede a través de un medio digital. Eso es así entre los medios digitales y Twitter y otras redes tradicionales: cerca de un tercio de los ingresos a los medios tradicionales ocurre a través de redes sociales. El nivel de integración es altísimo».
«Hay distintos tipos de estrategias de fake news que, incluso, tienen que ver con el contenido: cuando uno lanza una falsedad, una falsedad a medias, descontextualiza una información o tergiversa y descontextualiza un tipo de información. Son distintas formas de generar fake news en el sentido de que la estrategia lo que busca es capitalizar políticamente una operación de información que es conveniente para determinado sector. En los estudios nos encontramos con una variante que nos resultó singular y es cuando una cuenta fake propone o pone a circular una fake news presentándose como un medio que hace sátira política.