Cintia Kemelmajer / Conicet
Cuidado: prender la televisión para ver el noticiero puede ser un acto compulsivo de consecuencias insospechadas. “El noticiero es adictivo y más cuando el mundo es inestable”, decía el teórico de la comunicación Roger Silverstone. La investigadora del Conicet Brenda Focás lo retoma en su libro El delito y sus públicos. Inseguridad, medios y polarización Unsam Edita), que publicó a fines de 2020.
En él refleja esa obsesión que causan los noticieros televisivos a través de cifras según la última Encuesta de Consumos Culturales, en la que el noticiero es el elegido como el género preferido de los argentinos para informarse. Detrás de esos datos creció la verdadera inquietud de Focas como científica: estudiar la incidencia de las noticias de delito e inseguridad en la vida cotidiana de las personas.
“Las representaciones de distintos casos delictivos constituyen el eje en torno al cual se organiza la mayoría de los noticieros de la televisión abierta”, plantea Focás como puntapié para zambullirse en una pregunta compleja: ¿cómo impactan esas noticias en la vida de las personas?
Motivada por ese interrogante, a partir de 2008 comenzó su derrotero en torno al análisis de las representaciones de las noticias policiales, que culminó tres años después con el trabajo de campo y, en 2016, cuando se doctoró con una tesis en la que condensó su indagación. Cuatro años después, lo adaptó a un lenguaje más accesible para este libro, en el que analizó de manera profunda la producción, el consumo y la circulación de las noticias de inseguridad.
“Quise conocer cómo las noticias truculentas pregnaban en las audiencias, de la mano del crecimiento de la llamada «inseguridad» en la agenda pública”, recuerda Focás. “Cuando empecé a indagar en el tema, me encontré con mucha literatura que hipotetizaba que la gente no salía de su casa porque miraba muchos noticieros, y ligaban la sensación de inseguridad con la exageración de los medios, entonces empecé a cuestionar esa idea.
A preguntarme si efectivamente era tan así. Quería estudiar cuál era el verdadero efecto de los medios en las personas, qué dialéctica había entre las encuestas, las prácticas y las representaciones mediáticas”.
Sección fija en los medios de comunicación
Para comenzar el estudio tuvo que remontarse al surgimiento de la categoría inseguridad, es decir, las últimas décadas. “Es difícil establecer el comienzo de un fenómeno de esta magnitud”, entiende Focás, “aunque hay cierto consenso en que promediando los años noventa, y con algunos antecedentes en los ochenta, comenzó a gestarse una demanda de inseguridad que, eclipsada por la crisis de desempleo de 1995 y los sucesivos vaivenes que desembocaron en el estallido de 2001, solo se hizo sentir cuando la situación económica estuvo controlada”.
Una vez iniciada la etapa de recuperación económica post crisis 2001, la inseguridad se consolidó como problema central público y, a la vez, como sección fija en los medios de comunicación. Lo que sucedió luego de ese estallido, en los últimos años, es curioso.
Tal como explica la autora, si bien hubo una disminución en las tasas de delito, no hubo un aumento de la aceptabilidad o de un umbral de riesgo aceptable de la vida social, sino más bien una intensificación de aquella demanda de “seguridad” y del descontento. “Como muestra el investigador Gabriel Kessler, la inseguridad es una percepción o un sentimiento”, señala Focás.
Esto, dice, implica que más allá del aumento real de las tasas de delitos, la inseguridad se haya conformado como un concepto polisémico, que aglutina otras preocupaciones sociales.
Problemas y desafíos
La investigación se nutrió de tres grandes perspectivas teóricas: la sociología del delito –en especial los estudios del temor al delito o miedo al crimen–, los estudios de recepción –o consumo de medios– y el análisis de las rutinas periodísticas.
En la práctica, realizó entrevistas con disparadores audiovisuales (fragmentos de noticias policiales) a vecinos y vecinas de Villa Urquiza y Saavedra, dos barrios que, según la última Encuesta de Victimización del Gobierno de Caba, tienen alta percepción de temor al delito.
Desde el inicio de las entrevistas, Focas se encontró con que las noticias policiales eran parte de los discursos de los vecinos en el relato por mayor seguridad.
Las personas entrevistadas daban cuenta de un conocimiento sobre cómo se producían las noticias y sus intereses políticos. Focas entiende que eso sucedió porque, en paralelo a su trabajo de campo, por esos años en el país comenzaba a debatirse la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
“Lo primero que me llamó la atención fue que las personas tenían mucho conocimiento acerca de la construcción de las noticias, de las empresas periodísticas, no había una mirada de que «los medios reflejan la realidad», sino que la visión era bastante crítica. Yo quería hablar de la noticia policial, y los entrevistados me hablaban de las fuentes”, recuerda Focás.
¿Cómo sorteó esa situación? Capitalizándola: trabajó la polarización y estudió las raíces de los comentarios que le hacían sus entrevistados, que podían ser frases como “ese periodista es muy sensacionalista porque es de la oposición”, o “ese medio inventa”.
Así, llegó a conclusiones como las siguientes: “Al consumir las noticias de inseguridad, los públicos cuestionan la fuente de información, incluso antes de mirar el contenido. Se centran en la empresa periodística a la que pertenece el informe y dedican los primeros comentarios al canal emisor para luego prestar atención a la noticia”. Para la autora, en el escenario antagónico de medios, la noticia de inseguridad se posicionó como una noticia polarizante.
Toparse con la mirada crítica de las audiencias llevó a Focás a indagar en las y los periodistas de los medios. “Como las personas entrevistadas me los traían como referentes, noté que ciertos periodistas de policiales de televisión habían logrado un lugar de preponderancia”, explica Focás.
“Ahí pude indagar en que estos periodistas eran referentes a partir del posicionamiento de la inseguridad como problema público. Al entrevistarlos pude establecer cruces entre cómo los periodistas entienden su rutina de trabajo, cómo eso impacta en las percepciones de inseguridad y cómo las audiencias creen que los periodistas construyen las noticias”.
Diferentes percepciones en una mirada intergeneracional
Focás despliega en su libro una mirada intergeneracional sobre el vínculo con la inseguridad y con las noticias sobre el tema en adultos mayores, adultos y jóvenes. “En adultos mayores me encontré con una mirada nostálgica por la seguridad perdida –indica la investigadora–. En los jóvenes, al revés: la inseguridad es algo con lo que nacieron, se criaron, una dimensión más de la vida cotidiana. Si bien no estaba naturalizado, era una mirada situacional de la inseguridad, como si fuera una cuestión más individual que social. «Me robaron por mi culpa, porque voy distraído con el celular por la calle», me decían”.
En “El delito y sus públicos”, la autora pivotea entre la dimensión cognitiva de cómo es la recepción de las noticias en las personas y una dimensión más emocional, apuntada a lo que sienten los espectadores al consumir información sobre delitos.
“Creo que analizar fenómenos como este es relevante ya que no es bueno tener una sociedad atemorizada –apunta Focás–. Las personas que tienen temor cambian sus comportamientos, sus creencias, la forma de moverse. Si bien los medios pueden incidir, creo que las noticias tienen que tener algún tipo de asidero con la vida cotidiana: que le hayan robado a un vecino, o que alguien cercano sufra violencia de género, esas cuestiones condicionan más allá del sensacionalismo mediático”.