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Un llamado de atención, pero sin ningún beneficiario

El 58 por ciento desaprueba la gestión de Cristina, pero el 69 por ciento desaprueba el rol de los opositores.

Casualidad o paradoja, el mismo día en que Fernando de la Rúa y Carlos Chacho Álvarez, inspiradores del primer cacerolazo, cruzaban reproches ante un tribunal por los sobornos en el Senado durante su gobierno, una nueva protesta masiva y ruidosa ganó las calles de las principales ciudades del país, esta vez contra la administración de Cristina Kirchner.

En aquella ocasión el reclamo con cacerolas sobrevino al corralito bancario dispuesto por la Alianza el 1º de diciembre de 2001, que luego se tradujo en pesificación de depósitos, y el jueves pasado apareció en respuesta a un cúmulo de factores, entre las que también sobresalen restricciones como el cepo al dólar.

Antes de que esta columna comience a provocar irritación en el lector, es preciso aclarar que las situaciones no son equiparables. Lejos está la Argentina de sufrir una crisis como la de 2001 y la protesta actual no tiene la misma masividad ni conlleva amenazas institucionales. Pero hay cuestiones comunes que sirven para avanzar sobre el análisis.

Por un lado la economía vuelve a estar bajo la lupa, con el dólar en la marquesina, y por el otro, la protesta apunta claramente al gobierno, pero también interpela a una oposición que tiene en aquel rejunte de la Alianza un ejemplo a no repetir. Mariel Fornoni, de la Consultura Management & Fit, señaló que el cacerolazo expresó un cambio de humor social que ya reflejaban las encuestas, pero advirtió que la disconformidad tiene que ver tanto con el gobierno como con la oposición. “El 58 por ciento desaprueba la gestión K, pero el 69 desaprueba el rol de la oposición”, precisó, y  vinculó el malhumor a las perspectivas económicas ya que un 60 por ciento cree que la economía va a estar peor en un futuro cercano. “El cambio se da cuando empiezan a ser distintas las expectativas en torno a la situación económica”, razonó y recordó que cuando la economía empeora la corrupción ya no tiene vallas de contención. “Por eso el caso Ciccone este año no pega igual que el Schoklender el año pasado”, dijo.

Las razones

Inflación, desempleo, salarios y corrupción aparecen en la escala de preocupaciones de los argentinos, en ese orden, pero al tope de ese ranking sigue –por lejos– la inseguridad. Tanto la inseguridad como la inflación, sin embargo, están ausentes del discurso oficial ni parecen ser canalizados por la oposición, que se enfrascó en un debate que a la sociedad aún poco le interesa como es la re-reelección o el voto joven. En ese marco, sobrevino otro debate: si los “caceroleros” estaban dentro del 46 por ciento que ya le dio la espalda a CFK en octubre pasado o si la presidenta perdió adhesiones en el poco tiempo que lleva de segundo mandato. El jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, calificó como “minoritario” el reclamo de sectores de clase media y alta que ya estaban contra el gobierno.

Ese razonamiento fue reforzado por el sociólogo cercano al oficialismo Artemio López, quien dijo que “nada nuevo bajo el sol” trajo la marcha desde el punto de vista político-electoral. “Las caceroleadas resultan hoy una práctica típica del fenómeno de audiencias redundantes, con epicentro en el centro norte de la Capital y bastante poco productiva al momento de inducir cambios en el estado de opinión pública nacional, que sigue teniendo al oficialismo como mayoría sólida de preferencias y a la gestión del gobierno en general, y la coyuntura socioeconómica favorable en particular, como el eje de esta mayoría electoral”, remarcó López.

Para Fornoni, “no es tan así”. “La presidenta ganó con gran parte del voto de la clase media, y de ese 58 por ciento que desaprueba la gestión, un 60 por ciento votó en contra, pero hay un 40 por ciento que manifiesta haberla votado y no es un número menor”, ponderó.

Hay un dato insoslayable. CFK y su gobierno no son lo mismo hoy que en la campaña electoral. La economía está haciendo pagar una herencia propia, no asumida en su momento, pero también cambió el discurso con respecto a 2011 y el estilo volvió a ser radical y confrontativo. Ese discurso también se ve reflejado en acciones. Por un lado puso en jaque a gobernadores como Daniel Scioli hace un mes o Daniel Peralta ahora. Pero por otro profundiza su opción por los sectores más desprotegidos al decidir que sólo la Asignación Universal por Hijo se actualice de acuerdo con la inflación real.

La profundización del modelo ya tiene una estructura política para salir a bancar cualquier decisión. Se trata de Unidos y Organizados, con base en La Cámpora, el Movimiento Evita, Kolina y otras agrupaciones más chicas. Unidos y Organizados prepara actos contra intendentes rebeldes del Conurbano y será la base del acto del 27 de octubre en el segundo aniversario de la muerte de Néstor Kirchner.

Como sea, el cacerolazo vuelve a ser un llamado de atención. No se puede magnificar ni menospreciar. Las movilizaciones suelen ser representaciones de un sector. Pero lo que debe preguntarse el gobierno es por qué a 11 meses de haber ganado con el 54 por ciento de los votos generó una reacción semejante. Este oficialismo vivió situaciones similares en 2008 y 2009 y se sobrepuso. Por lo pronto, se espera que la economía repunte el año próximo. La disyuntiva kirchnerista vuelve a ser acelerar o pisar el freno.

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