Luego de una audiencia imputativa que se extendió por más de dos horas, la jueza Irma Bilotta hizo en parte lugar al pedido de la fiscal Valeria Piazza y ordenó prisión preventiva efectiva por 30 días por “homicidio simple con dolo eventual”, con penas que van de 8 a 25 años, para Lautaro González Riaño, el ex jugador de Colón de Santa Fe que el domingo a la madrugada intentó evadir un control de tránsito en Salta y Ovidio Lagos y, a alta velocidad, atropelló una cuadra mas adelante a Diego Torres, un motociclista de 20 años que murió luego en el Hospital de Emergencia Clemente Álvarez (Heca) debido a las graves heridas sufridas.
Uno de los motivos en los que basó su requerimiento la representante del Ministerio Público de la Acusación (MPA) fue sobre “el peligro de fuga de González Riaño, del mismo modo que quiso evadir el control” y evocó el relato del jefe de inspectores de tránsito que estaba a cargo la noche en que se produjo el siniestro.
Pese a que el abogado defensor del acusado, Claudio Puccinelli intentó evitar que Piazza se explayara sobre la declaración del inspector por considerar que “no era prueba alguna ni se estaba en una argumentación de juicio”, la jueza no hizo lugar a su pedido, por lo que la fiscal relató que, según dichos del trabajador municipal, González Riaño se desplazaba por Salta y cuando se le hace seña para que se detenga hace case omiso a la orden y, “en cambio, acelera y luego atropella y mata”.
Y hay más, según explicó Piazza, cuando se produjo el choque le hicieron el control de alcoholemia que arrojó un nivel de 1,45, cuando el máximo es 0,5. Tras los hechos, el conductor fue demorado y desde el MPA pidieron que se le extrajeran muestras de sangre y orina, a lo que el acusado se rehusó. “Debido a eso, solicitamos al juez de Garantías Héctor Jesús Dónnola que emitiera una orden para hacer los exámenes pero también desoyó los oficios del magistrado”, enfatizó la fiscal.
Una “alocada carrera”
Desde la defensa insistieron con que la calificación legal solicitada por las Fiscalía era incorrecta y que el delito en que incurrió González Riaño no encuadraba en lo solicitado por la parte acusadora ya que el conductor “no quiso hacer daño a nadie”. Además, el abogado consideró que “la supuesta alocada carrera” a la que hace mención el MPA en su escrito no era tal, ya que “fue un trayecto de apenas 50 metros” luego de que su defendido “vio un tumulto de gente en una esquina y al no conocer las calles de Rosario no pensó que se trataba de un control municipal”.
Al inicio de la audiencia, Bilotta le enunció los derechos al conductor que mató a Torres, aclarándole que tenía la posibilidad de abstenerse de declarar, como también de responder preguntas. Sin embargo, el joven, a quien se lo notó tranquilo, casi imperturbable y con la mirada en alto durante las horas que duró el cónclave, dijo que quería hablar pero que no iba a contestar ningún tipo de requerimientos.
Vestido con jeans azules, zapatillas Adidas negras y campera de cuero marrón, el muchacho sólo contó que vivía en Santa Fe con su madre y sus hermanas, a una cuadra de la casa de su padre –un reconocido periodista deportivo de la ciudad capital–, que estudiaba abogacía y que hacía poco había regresado de España por un intercambio universitario. Sin derramar ni una lágrima y como quien repite fragmentos de un texto aprendido de memoria, González Riaño dijo: “Vi un tumulto de gente, continúo mi marcha y colisiono. No me imaginé que mi acción iba a causar daño a alguien. Me gustaría pedir perdón a los familiares del fallecido”.
Mientras la madre, hermanos y primos de Diego lloraban sin consuelo sentados en la última fila de asientos de la sala de audiencias, escucharon también algunos de los planteos de Puccinelli, quien sostuvo que “la fiscal no hizo referencia a la causa de la muerte” que, de acuerdo a los informes preliminares, fue por un impacto “cráneo frontal” con el parabrisas del vehículo que conducía González Riaño, y que “no se encontró ningún casco en la escena”, lo cual, según el defensor, podría haber morigerado las consecuencias del choque.
El llanto y el dolor de toda una familia
“Quiero que me devuelvan a mi hijo, quiero verle de nuevo su sonrisa”, repetía una y otra vez en un mar de lágrimas, en la puerta de Tribunales, Catalina, la madre de Diego Torres, el joven de 20 años que murió en el Heca después de que fuera atropellado violentamente el domingo a la madrugada por el ex jugador de Colón de Santa Fe Lautaro González Riaño, quien conducía alcoholizado e intentó evadir un control de tránsito en Ovidio Lagos y Salta, cruzó el semáforo en rojo en Catamarca y protagonizó el fatal siniestro.
Diego se desplazaba esa noche a bordo de una moto marca Motomel tipo custom. Con la señal en verde, el muchacho continuó su marcha de regreso a su casa en la zona noroeste de la ciudad.
Era padre de una nena de dos años, trabajaba de mañana pero hacía unos meses le había comentado a su madre que la plata no le alcanzaba y por eso tomó un empleo de noche como lavacopas en un bar. De allí venía cuando fue atropellado por González Riaño.
Sin consuelo, Catalina recordó algunas de las cosas que enumeró durante la audiencia el abogado defensor del acusado de matar a su hijo. “Dijo que si lo metían preso iba a perder la posibilidad de seguir estudiando y de jugar al fútbol porque el libro de pases cerraba el 25 de agosto, pero la vida de mi hijo se cerró cuando este asesino lo mató”, sentenció la mujer.
Efectivamente, uno de los argumentos del defensor para que al imputado no le dieran prisión efectiva, fue que tenía la posibilidad de fichar para un club de Santa Fe. Sin embargo, la fiscal le respondió que “la Justicia es igual para todos y no hace diferencias”.