Si bien se puede considerar que el todo es más que la suma de las partes, esto último configura la base elemental para la concreción de un proyecto. El Ciudadano cumple un año más, veintitrés, con la lógica de que nada de lo que sale a la calle o se publica, puede ser posible solo con el esfuerzo individual.
Un nuevo aniversario es motivo de festejo (sí, de festejo) y también de reflexión. Tomarse un momento para revisar, una instancia que parece no tener lugar en la vorágine del día a día y así todo queda, todo se naturaliza. Es necesario contar y hacer público, que a pesar de las adversidades de este último año, quienes integran esta cooperativa hicieron lo posible, cada uno desde su lugar, para despejar las dificultades y colaborar para que este medio siga existiendo en un mercado cada vez más concentrado.
En un contexto, pero sobre todo en un ámbito profesional, donde prima el individualismo y la carencia de humildad es moneda corriente, seguir apostando por volcar lo mejor de cada uno de nosotros para agregarle valor a un proyecto colectivo, con dificultades y con limitaciones, sigue siendo reconocible.
Asumo el riesgo de incurrir en la autorreferencialidad para recordar un poco lo que representa para mí formar parte de este proyecto colectivo. El Ciudadano es el diario que recibía por debajo de la puerta durante la adolescencia, es el medio que elegía para navegar por la web en mi época de estudiante, son las firmas y las tapas que prefería leer y que después se convirtieron en quienes hoy son mis compañeros y compañeras. Con apenas un puñado de años en la redacción de calle Lagos (y en la de mi casa durante la pandemia) entendí que esa identificación desde muy joven no era casualidad.
Parte del ejercicio de la autorreflexión lleva a recordar, a tratar de entender, pero también a mirar hacia adelante. La irrupción de la pandemia agudizó todas las dificultades en un contexto ya complicado, y el caso de nuestra cooperativa no fue la excepción.
Cambios de hábitos, readaptarse a nuevas formas de trabajar y de intercambiar. Una mudanza en el medio. Partidas y llegadas de compañeras y compañeros. Sucesos con orden cronológico incierto, pero troncales para nuestra historia, atravesada por los imponderables de la pandemia.
Este desorden mundial aceleró algunas prácticas que ya asomaban en el oficio y terminó por dinamitar los pocos puentes que quedaban en los lazos interpersonales de la profesión. El desafío estará en capitalizar esas nuevas formas que ofrecen mejores soluciones y en reconstruir la cercanía que perdimos durante la pandemia. Hay ideas, hay trabajadores y trabajadoras, hay talento, no hay condicionamientos, hay cosas que contarles a quienes nos leen y a quienes no, hay recursos, hay pasado pero también futuro. Un gran cariño y felicidades a quienes integran la Cooperativa La Cigarra y a quienes hacen posible y viable El Ciudadano.