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Un Mundial sin disidencias y con demasiadas prohibiciones

Las imágenes de Qatar 2022 nos llegan con pocas mujeres y ninguna disidencia. A pesar de la rigidez de las autoridades, algunos ya se animaron a expresar su rebeldía, haciendo oír su voz en el Mundial más "exclusivo" de la historia. 

Por Elisa Bearzotti 

Con el alma hecha trizas, sufriendo al estilo argento y el cortisol por las nubes esta semana miré, al igual que el resto de los argentinos dispersos por el mundo, el partido Argentina-Polonia. Tengo que decir que, como buena neófita del fútbol, me cuesta entender que esto que se parece tanto al dolor algunos lo entiendan como “disfrute”. Quizás por eso, a duras penas logro sumarme a la locura general que inunda las calles, los negocios y las casas antes de cada partido. Pero tampoco puedo evadirme.

Todo transcurre normalmente hasta que de pronto, cerca de la hora de inicio, se oye un silencio que aturde, nada se mueve, hasta los pájaros parecen sumarse al rito y guardan sus trinos para más tarde, para el momento en que los gritos y los abrazos anuncien el esperado gol. En cualquier parte se advierten las respiraciones pesadas, los movimientos controlados, los músculos tensos, y en la calle es posible adivinar el desarrollo del juego por la presencia o ausencia de aclamaciones, abucheos y lamentos… el peor momento es cuando no se escucha nada… el silencio es tan pesado que anuncia oscuros presagios. Finalmente, yo también me dejo abrazar por el sortilegio y me sumo a la alegría general cuando ganamos, o caigo en la más profunda depresión cuando perdemos. Sí, soy alguien que no entiende de fútbol, pero se deja envolver por su magia.

Claro que no sólo de magia vive el Mundial y en estos días los portales vernáculos multiplicaron simpáticas imágenes sobre las “andanzas” de los hinchas argentinos en Qatar, que incluyen los clásicos festejos con abrazos a todo el mundo -árabes, ingleses o marcianos-, la fiesta inesperada en la mansión de un jeque, los ilustres desconocidos con túnicas blancas que prueban dulce de leche por primera vez y cuyo dedo levantado sirve como reaseguro de nuestra argentinidad, más las peripecias de Marley y Mirko, siempre al borde del ridículo, pero zafando. Sin embargo, lo que llama mi atención es que en todas las secuencias aparecen sólo hombres… y me pregunto: además de Susana y su comitiva… ¿no hay mujeres argentinas en Qatar?

Creo que sí, seguramente algunas viajaron y deben estar deambulando por los exclusivos centros comerciales del súper exclusivo país árabe, cargando valijas y disfrutando del exotismo qatarí. Claro que en este caso, para definir bien la situación es preciso recurrir  al diccionario de la Real Academia Española y remitirnos a la acepción más estricta del término “exclusivo”: “que excluye, que corresponde o está limitado a una persona, cosa o grupo, excluyendo a los demás”; y otra, tan interesante como la primera: “privilegio o derecho por el que una persona o entidad pueden hacer algo prohibido a los demás”. Ambas definiciones pueden servir para explicar porque no vemos mujeres ni disidencias en Qatar.

Como rezan las leyes de la física, a toda acción (aunque sea negativa) le corresponde una reacción y en este mundial, las reacciones no se hicieron esperar. Hace unos días por ejemplo, mientras se disputaba el partido Portugal-Uruguay un hincha ingresó al campo de juego del estadio e interrumpió el partido con la bandera del orgullo LGBTIQ+ y una remera con reclamos por Ucrania y las mujeres de Irán.

El hombre logró llegar hasta el círculo central portando la bandera en su mano derecha, hasta que fue interceptado por los guardias de seguridad. Esta se convirtió en la primera manifestación pública a favor de los derechos humanos durante el Mundial de Qatar 2022, marcado por una polémica ley local que estipula un castigo con años de prisión a las relaciones entre personas del mismo sexo. Más claro lo puso el exfutbolista qatarí Khalid Salman, uno de los embajadores del Mundial, quien en la previa del inicio de la Copa del Mundo calificó a la homosexualidad como un “daño mental”.

Otro que se sumó a las protestas fue el ministro de Deportes británico, Stuart Andrew, quien durante el partido entre Inglaterra y Gales, se atrevió s portar el brazalete con los colores del arcoíris “OneLove”, que la FIFA había prohibido. “No voy a alejarme de lo que soy. Nuestro mensaje es que nadie debería tener que ocultar quien es”, dijo el ministro, quien se declaró homosexual en una entrevista con el diario The Standard. Andrew, quien también es ministro de Igualdad, señaló que como hombre y homosexual está en una “posición única” para enviar un mensaje de solidaridad a los hinchas que no se sintieron seguros o cómodos para viajar a Qatar para participar de la cita ecuménica del fútbol.

“Quise mostrar apoyo y estuve encantado al ver que la ministra de Alemania, que asistió a un partido, lo llevó. Creo que es importante”, concluyó Andrew. En respuesta, el secretario general del Comité Supremo del Mundial Qatar 2022, Hassan Al-Thawadi, dejó planteado que los brazaletes “OneLove” resultan “un mensaje de división” debido a que representan valores que no son islámicos. “Esta es una parte del mundo que tiene su propio conjunto de valores”, defendió la autoridad del Mundial en declaraciones reproducidas por el periódico Doha News, y agregó: “No es Qatar, es el mundo árabe. Que los equipos vengan y prediquen o hagan declaraciones, está bien. Pero lo que esencialmente estás diciendo es que estás protestando contra un país islámico que organiza un evento. ¿Dónde termina eso? ¿Significa que ningún país islámico podrá participar en nada?”, planteó.

Quizás para poner algo de ¿equidad? en el torneo, y para contrabalancear las críticas que arrecian desde el mundo occidental, la FIFA decidió que por primera vez en la historia de una Copa del Mundo masculina, un partido sería arbitrado por una terna de mujeres. Se trata del match disputado entre Alemania y Costa Rica, cuyos seleccionados fueron supervisados por la francesa Stéphanie Frappart, y tuvo como juezas asistentes a la brasileña Neuza Back y a la mexicana Karen Díaz.

Frappart, de 38 años, es arbitra FIFA desde 2011 y ya dirigió en la Eurocopa, Liga de Campeones, Europa Liga, Supercopa de Europa y Liga francesa de primera división. La vasta experiencia de ella y sus colegas garantiza la probidad de sus capacidades, y debería alcanzar también para validar sus decisiones. Sin embargo, y a pesar de la cada vez más usual presencia de mujeres, aún queda mucho camino por recorrer para asegurar la participación de grupos largamente relegados en el ámbito deportivo. Un camino no libre de obstáculos pero lleno de desafíos y promesas, que sin lugar a dudas aportará en la construcción de un milenio más igualitario, más libre y decididamente, más justo.

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