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Un Papa que busca no quedar aislado

En una carta de puño y letra el papa Francisco le confió a un cura de La Rioja que sus famosos “gestos” forman parte de su ser cotidiano y lo ayudan a evitar “que quede aislado”.

En una carta de puño y letra el papa Francisco le confió a un cura de La Rioja que sus famosos “gestos” forman parte de su ser cotidiano y lo ayudan a evitar “que quede aislado”.

Enrique Martínez, párroco de la Anunciación del Señor, en el barrio Cochangasta de la capital riojana, había escrito a Bergoglio el 1º de mayo, tras la fiesta de San José en la capilla que le está dedicada en el barrio 4 de Junio, para contarle el espíritu con que se había vivido la celebración y afirmó a la agencia Aica: “También el Papa necesita esto. Hay problemas graves, que a nosotros nos tocan periféricamente, pero a él le van directo al corazón”.

“Le cuentan tantas cosas malas que quería darle una linda alegría”, relató el padre Quique, como lo llaman.

En su respuesta, Francisco le comentó: “Estoy a la vista de la gente y hago vida normal: misa pública a la mañana, como en el comedor con todos, etc. Esto me hace bien y evita que quede aislado”.

En la carta el sumo pontífice valora la posibilidad de continuar viviendo en Santa Marta, en contacto con los obispos, sacerdotes y religiosos que allí se hospedan, compartiendo los desayunos, almuerzos y cenas en el comedor del edificio.

El padre Quique, que en su hablar mezcla la cadencia de su Córdoba natal con la tonada particular del habla riojana, recibió el domingo, momentos antes de celebrar misa, una carta que había caído en la casa de retiros Tinkunaco, que administra la hermana Lucrecia, de las Esclavas del Sagrado Corazón, al lado del templo.

Mientras se acomodaba el alba, la estola y ceñía el cíngulo a la cintura para comenzar con la Eucaristía dominical, Martínez advirtió la presencia de la carta.

En ese momento ingresó a la sacristía una chica del coro para consultarle por unas canciones de misa, a quien el sacerdote sorprendió con la grata nueva. “Mirá quien nos escribe –le dijo–. El papa Francisco”.

El sacerdote evocó en su misiva del 1º de mayo: “Le contaba del calor popular de la fiesta, donde se había integrado toda la comunidad, incluso los enfermos. La procesión se paraba a cada rato y me esperaba a que caminara media cuadra o una cuadra para darle la unción a un enfermito; y no tenían problema de esperar. Y yo pensaba: le cuentan (al Papa) tantas cosas malas, que quería darle una linda alegría”.

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