El gran historiador inglés Eric Hobsbawm asegura que el mayor partido político de estos tiempos es el de los ex comunistas, pero esa aseveración no amilanó a Daniel Kohen cuando se propuso trazar el mapa actual en la Argentina de esa familia política en Marea roja.
Este libro, que acaba de publicar Sudamericana, es –según su autor– una obra de “divulgación” para no iniciados que husmea con mirada académica y no facciosa la “lógica, ideario y presencia” de diversos grupos de lo que denomina “la familia leninista”.
Su escaso peso electoral nunca le ha impedido integrar fenómenos de gran resonancia pública, como ahora son la insurgencia estudiantil, el piqueterismo o despuntes de un nuevo sindicalismo autónomo, que en este libro se despliegan en casos emblemáticos como el nuevo gremialismo del subte, algunas empresas fabriles, la Federación Universitaria de Buenos Aires (Fuba) y otros conflictos.
Kohen se ha centrado en este sector clásico sin ignorar que la izquierda radicalizada es apenas una variedad de una tradición mayor que incluye a la familia socialdemócrata y a la autonomista, y que, en el país del peronismo, es imposible ignorar la variante de la “izquierda nac&pop”, todas dotadas de espesor ideológico e histórico.
“El kirchnerismo es el punto de referencia y el gran contrincante de la izquierda roja porque le quitó el patrimonio de la movilización, del antiimperialismo a partir de la visita de Bush a Mar del Plata y, sobre todo, de los derechos humanos”, verifica Kohen.
Advierte sobre la sensación de “despojo” que viven esas fuerzas tras la “inminencia revolucionaria” de 2001 y el singular posicionamiento de los grupos trotzkistas (PO, MST, PTS) y maoístas (PCR) junto a la oposición sistemática en temas centrales de la agenda como la resolución 125.
Marea roja repasa la actualidad de una treintena de organizaciones que no sólo reivindican un cambio social radical, sino que se adjudican ser “partido de vanguardia” de la clase obrera, pese a formidables recolocaciones como la del PC, el único de los “cinco grandes” de la familia leninista local que sufrió la crisis de la caída del “socialismo real”.
Pese a las diferencias, Kohen hilvana como mínimos denominadores comunes de esta familia política “la definición del enemigo, el culto al líder, la autopercepción como grupo iluminado, la sacralización de su saber, la pérdida de la individualidad de sus militantes y el catastrofismo”.
En su libro tampoco resistió la tentación de comparar a los herederos locales del jefe de la Revolución Rusa con la secta francesa de los “raelianos”, que a mediados de los 70 postuló un mito de la creación por los ovnis y estructuró su religión en base a la fe con una ritualidad estricta.
“El santoral de rememoraciones de la izquierda roja nada tiene que envidiarle al de la Iglesia Católica”, apunta Kohen, quien pareciera no vacilar al ubicar a la familia de la izquierda roja en la categoría de las grandes religiones contemporáneas.