El cabezazo de Leal al palo en el cierre del primer tiempo fue premonitorio de lo que vendría de ahí en más en la noche platense. La fortuna estuvo esquiva para la Lepra y todo se derrumbó. Gimnasia aprovechó una pelota parada, las energías se acabaron y el 2-0 final fue un golpe duro que no permitió una despedida con sonrisas. Y en esas caras largas de bronca, De Felippe sorprendió al decir que evaluará su continuidad de acuerdo a los refuerzos que lleguen.
Esa falta de jerarquía fue clave. Newell’s planteó otro partido con dientes apretados como ante Paranaense y lo peleó de igual a igual mientras el físico aguantó. Pero no tuvo jugadores que pudieran marcar la diferencia en las áreas. Esta vez falló el portugués. El palo y el arquero Arias le impidieron festejar. Y no hubo otro que tomara la posta del gol. Y en defensa, la Lepra se durmió dos veces y lo pagó con una dura derrota.
Era obvio que el esfuerzo del jueves iba a sentirse en algún momento. Para evitarlo, Newell’s debía estar arriba en el marcador y no pudo. Y los cambios no resultaron, porque los que entraron nunca encontraron la sintonía del partido.
No se puede ser tan distinto de local y visitante, es cierto. Y eso demuestra que el mayor acierto del entrenador en este corto proceso fue potenciar al equipo desde lo anímico. Sacar ese plus de motivación necesario para que jugadores cuestionados pasaran a ser aplaudidos. Hay un orden, que con Llop no se veía. Hay táctica, que a veces resulta o no. Pero sobretodo hay entrega, lucha, y eso le dio al equipo un nivel que tal vez esté por encima de la realidad de este plantel. Y cuando aparece el cansancio, ese nivel se disipa. Y el equipo se desdibuja, como en el cierre.
Por eso De Felippe reclama jerarquía, la que necesitará Newell’s para no penar en el futuro. Porque con esfuerzo sólo no alcanza. Y si Leal no tiene una buena noche, el panorama se pondrá oscuro.