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Un pastor desquiciado y un condenado a muerte convergen en una relación explosiva

En “Inside Man”, el devoto referente de una congregación que cae en una espiral de violencia por un hecho fortuito y un asesino que espera su ejecución se mueven en una tensa intriga moldeada entre el thriller y la comedia negra

Especial para El Ciudadano

Inside Man es una serie de la BBC difundida por Netflix. En las riendas del proyecto se encuentran Steven Moffat (Sherlock) y Paul McGuigan, un director británico, a cargo de los cuatro capítulos que componen la serie, que en sus comienzos prometió una obra relevante. La dupla británica permitía entrever la ejecución de un producto, cuanto menos, eficaz, pero lamentablemente no logran encontrar el tono adecuado para una historia que podía tener sus aristas interesantes.

El relato parte desplegando dos líneas diversas que no tardarán en converger en una misma y complicada intriga. Por un lado el pastor Harry (David Tennant), un hombre devoto dedicado a su congregación y a su familia que, por un hecho fortuito, se ve envuelto en una inusitada espiral de violencia. Por proteger de modo algo desatinado al sacristán de su parroquia, un joven con ciertos y profundos problemas, Harry desata una trama que termina por implicar a su propio hijo en un hecho relacionado con la pornografía infantil.

A partir de ahí, las pésimas decisiones de Harry terminarán con el secuestro de la profesora de matemáticas de su hijo, Janice (Dolly Wells), quien malentendiendo la situación se convierte en una amenaza para la familia del pastor. Todo, claro, con cada mal paso que dé Harry, irá de mal en peor.

Por otro lado se desarrolla la historia de Jefferson (Stanley Tucci), un asesino condenado a muerte a la espera de su inminente ejecución en una cárcel de máxima seguridad. Jefferson, ayudado por otro singular asesino con capacidad de memoria fotográfica, se dedica en su encierro a resolver casos policiales apelando a su rigurosa inteligencia. Su brillante capacidad deductiva lo ha convertido en una figura relevante a la que se apela para resolver asesinatos y desapariciones.

La indecisión: un problema notorio y sostenible

El punto de contacto entre ambas líneas es Beth (Lydia West), una periodista joven que ha conocido casualmente a Janice, la profesora del hijo de Harry, y que, por ciertas circunstancias, sospecha que a su amiga le ha sucedido algo malo, aunque nadie denuncie su posible desaparición. Para resolver esa intriga acude a Jefferson, a quien ya había intentado infructuosamente entrevistar por la singularidad de sus dotes detectivescas. Allí, ambas líneas se unen.

Ahora bien, la premisa inicial puede resultar atractiva y no deja de presentar un gran potencial, pero un potencial que lamentablemente nunca es explotado efectivamente. El principal problema (y es que en realidad son varios) es que McGuigan y Moffat no encuentran jamás un tono adecuado para darle un apoyo sólido al relato. Hay una cierta indecisión y mucha torpeza. Demasiada y evidente. El tono oscila permanentemente entre el de un thriller convencional y el de una comedia negra absurda y desbocada, pero en ninguno de los tópicos esbozados encuentra jamás un punto de sustento estable para desplegar sus pretenciosas ideas ni sus delirantes peripecias.

El tono absurdo de comedia negra (negrísima) asoma con indeterminación y timidez, acumulando permanentemente gestos humorísticos sin gracia y trazos gruesos en la caricatura de algunos personajes, lo cual atenta estrepitosamente contra el relato. Y es esa indecisión a la hora de abordar el humor absurdo en toda su intensidad lo que echa por tierra todo el planteo, porque es eso, y sólo eso, la clara adscripción al absurdo, lo que podría establecer un marco adecuado para sostener una maraña de situaciones por demás de inverosímiles, lo cual, ante tal despropósito, se convierte en un problema notorio e insostenible.

Cuando todo es arbitrario y caprichoso

Al no apuntalar eficazmente el lado del humor absurdo, la serie revela toda su inconsistencia. El punto de partida y todo el desarrollo posterior, por igual, se presentan como algo absolutamente inverosímil Por un lado, las deducciones mediante las cuales Jefferson, el asesino brillante, resuelve los casos, rozan la estupidez. Su pose sobradora de genio se vuelve ridícula ante lo risible de cada deducción que postula. Y por otro lado, el derrotero del pastor Harry es tan arbitrario que puede generar incluso cierta indignación. Ninguna de las decisiones que lo llevan a esa caída libre de violencia logra sustentarse sobre una base coherente. Todo es arbitrario. Todo un capricho. Y el relato se convierte en una acumulación insostenible de gestos inmotivados.

Sumando puntos al despropósito generalizado, la serie incluso pretende plantear seriamente ciertos temas ríspidos, como esa discutible idea de que, en las circunstancias adecuadas, cualquiera puede convertirse en un asesino o una asesina. Afirmación que para ser proferida necesitaría de otro contexto diverso a esta suma de caprichos narrativos que llevan a Harry, el hombre devoto y gentil, ha asumir su lado siniestro.

Finalmente, la breve serie de cuatro capítulos (tal vez su única virtud) cierra con una escena posterior a los créditos que deja la puerta abierta para otra temporada posible. Pero claro, dado este inicio, su posible continuación es un hecho irrelevante.

A pesar de todo, Inside Man configuró un gran éxito en la cadena Netflix. Lo cual, sobra aclarar, habla sobre el estado actual del universo de las series.

Inside Man / Netflix / 1era. Temporada

Creadores: Steven Moffat y Paul McGuigan

Intérpretes: David Tennant, Stanley Tucci, Lydia West

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