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Un pesebre gigante para la Noche buena

Ubicado en el centro viejo de Quito, Ecuador, un pesebre navideño cuenta con figuras de hasta 40 metros e iluminadas por 400 mil luces LED.

Un pesebre navideño, considerado el más grande de Sudamérica con figuras de hasta 40 metros de altura e iluminadas por 400.000 luces LED, corona el cerro de El Panecillo, de 3.000 metros de altitud y domina el centro viejo de Quito, capital de Ecuador.

En el tradicional pesebre, que ocupa unos 3.500 metros cuadrados, aparecen representados la virgen María, San José, el niño Jesús, los tres reyes magos, la estrella de Navidad, un burro y un buey, que se pueden divisar desde varios kilómetros de distancia.

Las enormes figuras metálicas están decoradas con 10.000 metros de manguera luminosa que las rodean de pies a cabeza, formando las coronas de los reyes, los destellos blancos de la estrella, la aureola sobre la cabeza de San José y la cuna amarilla de Jesús.

En una fría pero despejada noche, Marcelo Andrade acudió con su hija Carola, de seis años, a quien le contó la historia de cada una de las nueve figuras del pesebre. La niña quedó encantada con la imponente estatua de la virgen con alas, que mira hacia el norte de Quito, dando la espalda al populoso sur. “Visitar el pesebre es un lindo plan para hacerlo en familia”, destacó.

La escultura de la virgen de 45 metros (incluida su base de concreto y que tiene un mirador) se erige en la cima de la loma desde 1976, cuando luego de tres años concluyó la obra encargada al artista español Agustín de la Herrán Matorras y moldeada con 7.000 piezas de aluminio para convertirse en la mayor obra de ese material de todo el mundo.

La imagen es una réplica de la virgen de Quito, una escultura de 30 centímetros tallada por Bernardo de Legarda en 1734, y se la considera la principal pieza creada por la Escuela Quiteña de arte del siglo XVIII: retrata a la virgen encadenada a una serpiente.

Cientos de personas suelen ascender al cerro, bautizado como El Panecillo por su forma de pan, y que sirvió de fortín a los españoles tras la fundación de Quito el 6 de diciembre de 1534, para visitar a la virgen, que por las noches resplandece con los 16 reflectores de 1.000 watts que le alumbran. El número de turistas ha aumentado, atraído por la escenificación religiosa, la cual se puede apreciar desde varios puntos de la ciudad y a la que se accede por una sinuosa cuesta, en cuyo trayecto también están iluminados 45 árboles que forman el camino. Hacia las seis y media de la tarde se enciende el pesebre, con excepción de las luces del niño Jesús, que permanecerán apagadas hasta la medianoche del 24 de diciembre, cuando se prendan para celebrar su nacimiento. “Ahora que está el pesebre, mucha gente viene a partir de las seis de la tarde, y se queda hasta la medianoche por la iluminación”, dijo un comerciante.

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