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Un pionero de los cartoneros

Por Santiago Baraldi.- Carlos Mieres trabaja en la venta del material descartado hace años, separando lo que los vecinos tiran como un modo de vida digno. El histórico recolector opinó sobre el uso de tracción a sangre en la ciudad y el negocio detrás de la basura.

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Levanta una bolsa llena de vasos plásticos transparentes, “de los gruesos” y afirma que le pagan 3,50 pesos por cada una; en otro bolso tejido, cuadrado e inmenso, se apilan cartones prolijamente doblados por el que recibe 1,20 peso; en el extremo del galpón hay botellas acostadas, listas para ser partidas, por el kilo de vidrio pagan 1,70 peso. Mientras Carlos Mieres, presidente de la Cooperativa de Trabajadores Cartoneros Unidos, sigue con la tarea de separar lo que la ciudad tira, dice estar “orgulloso de que el Papa se acuerde de nosotros, los pobres”. “Se me pone la piel de gallina”, agrega.

Francisco habló esta Navidad del hábito de la cultura del descarte instalado en la sociedad de consumo y alentó a los cartoneros afirmando que el trabajo que hacen es “digno y positivo”. Mieres está feliz de su trabajo que comenzó hace 17 años y que incluso, llevó a su hijo José, también cartonero, a viajar a Brasil en ocasión de la vista del máximo referente de la Iglesia el pasado mes de julio. “Mi hijo estuvo con el Papa –muestra la foto– quien conoce como nadie el trabajo que hacemos. Él cuando estaba en Buenos Aires le brindó apoyo a la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular”, recordó.

Incluso, Mieres destacó el III Encuentro Nacional de la Federación Argentina de Cartoneros y Recicladores que se realizó el pasado 2 de diciembre en Rosario y del que participaron cooperativas de Córdoba, Mendoza, Entre Ríos, Neuquén, Mar del Plata, San Juan, Tucumán, “hasta de la Quiaca vinieron”, añadió. El hombre es viudo y padre de ocho hijos y la “pelea” diariamente con una camioneta que consiguió con mucho esfuerzo. “Incluso vendí tres caballos de los cinco que tenía. Salimos en carro pero cada vez menos, lo grande es con la camioneta”, explica debajo del tinglado donde en una Pelopincho se refrescan los más chicos.

Hace un par de años, a Mieres lo acompaña su compañera Mónica Crespo, quien tiene a sus hijos grandes y en la facultad y espera para los chicos de Carlos un futuro mejor. Mónica no ha tenido problemas en plantarse ante los agentes de Control Urbano que persiguen a los carros: “Todos queremos que no haya carros en Rosario, incluso somos los de la cooperativa los que denunciamos dónde  maltratan a los caballos, que son usados para apuestas en lugares que los picanean, les decimos dónde y nos responden: «sí pero ahí nosotros nos vamos, nos cagan a tiros», entonces, para hacer que hacen controles se la agarran con nosotros. Nos llevan los caballos a los corralones que tienen en el camino viejo a Soldini y cuando los vas a buscar te los devuelven esqueléticos”, denunció la mujer.

Justamente ese fue uno de los temas que los cartoneros de todo el país presentaron como uno de los problemas más comunes. “Es que los grandes empresarios se han dado cuenta de que la basura es negocio y lo quieren para ellos. Entonces empresas como Carrefour, Coto o Easy no nos dejan buscar los cartones que ellos dejan en los playones, los separan para empresa propias que están en el reciclado. Las grandes cantidades las colocan en volquetes y a nosotros nos separan sólo una pequeña parte. Rosario tiene una planta recicladora que la manejan grandes empresarios que ningún cartonero entra. Una noche, nos metimos en los contenedores del Easy y nos molieron a palos, no te dejan que lleves nada”, relata Mieres, quien se molesta cuando un sector de la prensa lo señala como el “empresario de los cartoneros”.

Más de 280 familias viven de separar la basura y están en la cooperativa.

Por su parte, Crespo agrega que “somos como los padres porque Carlos es el pionero en esto y somos quienes estamos detrás que los caballos tengan herradura, que estén con la libreta sanitaria, vacunados, el carro con su patente”. “Nadie como el carrero sabe lo que aguanta su caballo, más de dos o tres horas no podes estar con estos calores”, relató. “Volvés, lo bañas, les das agua, que descanse mientras nosotros separamos todo lo que trajimos. Por la tarde se hace otra recorrida. Por eso nos molesta que Control Urbano no conozca el tema, incluso, cuando se hizo lo del chipeo, que fue una buena idea. Sólo el 30 por ciento de los caballos están chipeados y a los veterinarios los pagamos nosotros”, se quejó. La familia trabaja para juntar y vender el fin de semana a las compra-ventas. “El cartonero gana bien si lo dejan trabajar tranquilo. Se puede juntar entre 1.500 y 2.000 pesos por semana. Ahora estamos tratando de obtener una enfardadora, para presentar el cartón, y una amoladora de plásticos”, afirma Mieres.

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