María del Rosario Vera tenía cuatro hijos y 23 años cuando dos pibes que revolvían la basura la encontraron quemada dentro de un contenedor en zona oeste. Fue el 4 de enero pasado. Su familia la buscaba desde el día anterior con desesperación luego de que la joven les mandase mensajes de auxilio. Advertía que si le pasaba algo buscaran a los soldaditos de un policía que vendía drogas en el barrio con el que había entablado una relación luego de separarse del papá de sus chicos, por las palizas que le daba, y mudado a una casilla pegada a las vías de Felipe Moré y Amenábar, corrida por la pobreza. Y así fue. El primero en caer fue el suboficial Andrés Nicolás Miguez, del Comando Radioeléctrico y conocido como Martín, acusado de ordenar el femicidio. Y luego Néstor Hugo Sánchez, alias Huguito, imputado como uno de los autores materiales del crimen. Su ADN estaba en varias partes del cuerpo de la muchacha asesinada, según resultados de la última pericia. Pero ahora la familia Vera teme que el uniformado que ordenó su muerte sea desvinculado de la causa.
“Me mataron a una hermana. Me la violaron. Me la quemaron. Me la torturaron. Me la ataron con sogas y piedras en el cuello. Quiero una justicia verdadera”, dijo Rosa a El Ciudadano tras describir lo dura que se les puso la vida luego de la muerte de Sico, como le decían con cariño a María del Rosario. Los Vera son una familia numerosa: Sico tenía 9 hermanos. Sus padres, de la ciudad misionera de Oberá, criaron a los diez, en su la mayoría mujeres, en el Fonavi de bulevar Seguí y Rouillón. También son una familia muy unida. Los cuatro hijos de Sico, quienes cuando perdieron a su mamá tenían entre 2 y 8 años, se quedaron en el barrio con sus tías. Cada una tiene una tenencia. El mayor ya cumplió los 9 y vive con Rosa. “Quiero lo mejor para mi sobrino. Lo mejor de lo mejor. Lo amamos un montón. Lo quiero como a un hijo. Gracias a Dios está muy contenido”, dijo Rosa, quien vive de una pensión y su marido quedó desocupado. “La plata no alcanza, la estamos peleando. Por suerte tenemos apoyo. Mis hermanas que tienen a los otros chicos también. Vivimos todas en el mismo barrio y nos juntamos siempre de mi mamá. Estamos juntos y unidos. Ahora más que nunca. Nos tocó muy adentro lo de María del Rosario”, contó.
Rosa habla de amor. Pero también de tristeza, de impotencia, de dolor. “Pasó el cumpleaños de mi mamá. ¿Y quién faltaba? María del Rosario. ¿El día de la madre quién faltaba? María del Rosario. ¿El cumpleaños de mi papá quién faltaba? María del Rosario. A mi hermana no la vamos a recuperar más. Pero los tipos que hicieron este asesinato aberrante tienen que pagar. Todos. Porque muchos siguen libres y capaz que pasan por al lado mío y no sé quiénes son”, dijo Rosa que con el correr de los meses incorpora palabras que nunca antes había usado, en busca de justicia.
“Hay un ADN positivo de Sánchez, el imputado que está preso como autor material. El que la mató a mi hermana. Nos dijeron que salió cien por ciento positivo. Para nosotros es algo muy importante. Dicen que el ADN es de sangre y de semen. Que tenía por todo el cuerpo semen. Escuchar esto aunque ya pasaron nueve meses de su muerte sigue siendo muy fuerte para mí. Por suerte nos tocó un fiscal bueno”, agregó Rosa en relación a Florentino Malaponte, quien lleva adelante la acusación.
“Lo que nos preocupa es que no se habló más del policía que está preso. Él es el que ordenó matar a María del Rosario. Tenemos miedo que lo quieran dejar en libertad. Yo misma reconocí el arito de mi hermana que tenía en su billetera”, continuó la mujer.
Desde la Fiscalía informaron que los resultados de las pericias de ADN dieron positivo respecto de uno de los imputados, pero aún no pueden confirmar el abuso sexual. “Si hubo o no abuso aún no está determinado. Hay algunas pericias médicas que se van a solicitar para ahondar en ese aspecto”, dijo un vocero del Ministerio Público de la Acusación que adelantó que Malaponte trabaja en el armado la acusación para solicitar, antes de fin de año, la audiencia preliminar y elevar la causa a juicio. En relación con la identificación de más involucrados en el femicidio, dijeron que “hay líneas de investigación para corroborar o descartar presencia de otras personas”.
Durante las audiencias imputativas, el fiscal Malaponte contó que pocas horas después del femicidio se recibió una llamada anónima al 911 con detalles del crimen. La persona que llamó dijo que no quería ser identificada por miedo a que el transero del barrio, al que acusaba, tomara represalias.
Según ese testimonio, Huguito vivía a menos de 100 metros de la casa de María del Rosario y varios vecinos escucharon gritos que salían de su vivienda. Luego vieron cómo Huguito junto con otros hombres trasladaban en un carro un bulto tapado con una manta. Al parecer la primera intención era dejar el cuerpo sobre las vías del tren que pasa por esa zona y así hacerlo desaparecer. Malaponte agregó que a partir de esa declaración se sumaron otras dos, también anónimas, las que también apuntaron contra Huguito, y lo sindicaron como soldadito de un policía que maneja la venta de drogas en el barrio, y que quedó detenido dos días después de la muerte de Sico como autor intelectual de “homicidio calificado por relación preexistente”.
Finalmente, la joven fue tirada dentro de un contendedor de basura de Felipe Moré y Gaboto, donde la prendieron fuego. Tenía sogas atadas al cuello. Las mismas fueron peritadas con sogas secuestradas de la casa de Huguito al igual que un martillo que pudieron ser usados para asfixiar y golpear a la víctima.
En peligro
Un día antes de morir, Sico envió mensajes de texto desde el celular a su familia donde advertía que su vida corría peligro y culpaba al policía apodado Martín de lo que pudiera pasarle.
Según dijo en los Tribunales una de las hermanas de Sico, la joven estaba en pareja con el uniformado y los días previos a su muerte buscaba un lugar para guardar droga. El dato dio la pista del posible móvil del femicidio, ya que el policía la culpaba de haberse quedado con una porción de los estupefacientes que él vendía en el barrio.
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