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Un programa para 13 mil pibes que funciona y es la contracara del plan Bullrich

Se llama Nueva Oportunidad y se extiende en toda Santa Fe. Busca incluir y abrir puertas a los jóvenes a través de apoyo, capacitaciones y cooperativas

El anuncio de Patricia Bullrich sobre un servicio civil voluntario que albergará a los pibes que no trabajan ni estudian generó una serie de repudios. Un discurso armado en plena campaña electoral que, lejos de ser una propuesta seria, se transforma, a medida que se indaga sobre la iniciativa, en una bomba de humo. Es que este servicio, que dependería de Gendarmería Nacional, la misma que fue denunciada cuando desembarcó en Rosario por excesos y abusos, la misma que tiene en su haber muertes como la de Santiago Maldonado, se dedicaría a educar a los mismos pibes vulnerables, a los que mata. Pero lo curioso es que para este proyecto no hay presupuesto, por lo que difícilmente pueda llevarse adelante.

¿Qué hacer con este grupo de pibes? ¿Qué necesitan para salir de la marginalidad y quedar integrados?

En Santa Fe, una propuesta que se fue armando de a poco hoy alberga a 13.500 pibes en toda la provincia, en una franja de 18 a 25 años. Precisamente la franja que alimenta los índices de homicidios que por primera vez bajaron en ese sector.

Se llama Nueva Oportunidad. Se trata de un proceso que se inició hace 6 años con chicos que estaban por fuera de la escuela, del trabajo y que estaban atravesado un momento complicado. Es un plan que aborda el problema en forma integral y que está dirigido a jóvenes en situación de alta vulnerabilidad social. “A quienes se los acompaña en un trayecto pedagógico de capacitación y fortalecimiento de vínculos sociales y se les permite capacitarse y participar de espacios de intercambio y reflexión para que adquieran herramientas de inserción laboral y hábitos de convivencia social”, sostiene Luciano Vigoni, a cargo del proyecto.

Los pibes cuentan también con Unidades Productivas (emprendimientos sociales). Son en algunos casos el corolario de meses de capacitación y producción. Se destacan «El horno está para bollos», una panadería del centro; El Vivero de la asociación civil «El Ombú»; la Huerta Agroecológica, del barrio Santa Lucía; la carpintería «Los 6 amigos», de zona oeste; la fábrica de baldosas «La Lagunita» y la huerta «La rosarina linda», entre otros. También hay nuevos barberos, manicuras, cooperativas de zanjeos. Proyectos que los pibes van armando para tener trabajo, ya que por más que se capaciten el trabajo formal no es algo que sobre, por lo que entre ellos y con ayuda del Estado provincial van encontrando su salida.

Durante este tiempo inauguraron una escuela para 100 chicos orientada al deporte. “Estamos convencidos que a estos jóvenes se les despertó el deseo, el enamoramiento en el oficio, y el pensar en el trabajo colectivamente», sostuvo Vigoni.

Las capacitaciones en oficios van desde carpintería, electricidad y albañilería, hasta arbitraje deportivo, peón y vareador de caballos, video y foto, vivero y fabricación de instrumentos musicales.

Los pibes encuentran en los espacios de acompañamiento un lugar donde apoyarse, empoderarse y abrirse un camino hacia el futuro que resulta hostil. A partir de allí tienen ofertas de capacitaciones y muchos logran el ansiado trabajo en cooperativas. El Estado invierte dinero en este proyecto a largo plazo, donde muchos encontraron el camino que los lleva hasta el futuro.

Luciano Vigoni sostiene que transitamos la cotidianeidad en esta sociedad de consumo, donde predomina el individualismo y la inmediatez, la empatía por el otro se diluye, la participación política y las construcciones colectivas parecen dejar de ser una opción de vida. Y en ese marco sostiene que es importante politizar los recorridos de los jóvenes para que ellos sean los próximos dirigentes, gobernantes o legisladores.

“Profundizar procesos de socialización, sostenidos desde una escucha a los otros que esté atenta a los sufrimientos y miedos, pero también a las forma de hablar, de sentir, de amar, de expresar, convidando a comprendernos, para producir juntos otras subjetividades”.

No es fácil definir el proyecto, pero en la presentación del libro que da cuenta del programa que se realizó en junio pasado los jóvenes definieron claramente cómo el programa les cambio la vida.

El primer testimonio fue el de Maga, una joven del grupo de Constructores de la convivencia del Distrito Oeste, que al verse privada del futuro sentía que no tenía vida. Y encontró en ese espacio, donde debaten temas abordando la educación popular y en los acompañantes que sostienen el espacio, un intercambio en el que su vida despertó. La joven se capacitó, pudo perforar la soledad y de alguna manera encontró la fuerza para volver a estudiar.

“La soledad, el trazador común en las vidas de estas pibas y pibes, eso que eyecta hacia pulsiones mortíferas, emergente de la vida de millones de jóvenes en Latinoamérica, ese fue el punto de partida y de inflexión”, explica Carina Capeletti, una de las referentes del proyecto.

En la presentación del libro los pibes emocionaron. Lucas, de la Unidad Productiva de carpintería en pediómetros, dijo: “La soledad te hace pensar que cualquiera que se te acerca te viene a atacar y lo único que podés hacer es defenderte, entonces yo estaba siempre a la defensiva. Cuando está a la defensiva no te encontrás con nadie, no podés”.

“Reflexionaron sobre eso que les ocurre cuando el encuentro con otro se vuelve un lugar de cuidado, un lugar vital, de aprendizajes. Un tránsito por oficios de panificación, peluquería, huerta, que comienzan a marcar las ganas de volver a estudiar, el encuentro con lo otro como posibilitador de encontrarse con uno mismo a través de los deseos y así es como se desata el huracán”, sostiene Capeletti.

Decía Maga que “el Nueva Oportunidad es como un huracán, vos empezás y no sabés dónde te puede dejar, pero siempre te permite ir por más”.

Lucas comenzó en el Nueva Oportunidad, hizo huerta, terminó la secundaria, ahora está en la unidad productiva de carpintería y comenzó a estudiar en la facultad, eso es lo que para él condensa el deseo, el futuro y lo colectivo, porque siempre es con otros.

Dana, desde pequeña, se formó sin darse cuenta, dice ella, en las comunidades eclesiales de base junto al Padre Montaldo, se fue de mochilera, volvió y hoy junto a un grupo de amigos y compañeros armaron para los pibes y pibas del barrio, el Centro Cultural La Cabida, además estudia Psicología Social y cuando habla de lo que hace con otros dice: “Aguante la cabida” porque dar cabida es “dar lugar”

Flor es referente de un grupo de más de veinte jóvenes en el barrio Santa Lucía que decidió darse una nueva oportunidad para construir un futuro juntos, así dice ella, pero además agrega: “Nosotros queremos algo, que quizás parezca muy loco, nosotros queremos un mundo mejor” y sobre el final de la rueda de entrevistas remata con una frase:

…“lo imposible es una construcción del hombre, porque el hombre haciendo posible lo imposible demostró que lo imposible es posible”…

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