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Educar tras las rejas, un proyecto que busca la inclusión

Una mirada sobre la alfabetización en las cárceles santafesinas. Se realiza desde hace dos años en la Unidad N°6.

Guillermo Cabruja no va a olvidarse nunca de aquella tórrida tarde de 2013. Recuerda que eran nueve personas en una celda de dos por cuatro, en uno de los pabellones de la Unidad Penitenciaria 6 y que el calor parecía superar los 70 grados. “Tenía un cagazo impresionante”, confiesa a dos años de ese 23 de diciembre que cambió para siempre su mirada sobre la población penal y también, la suerte de muchos jóvenes privados de libertad. Es que ese día se puso en marcha el programa “Yo sí puedo”, un método de alfabetización cubano que en 65 clases permite aprender a leer y escribir. Y dio resultados. Unos 26 internos de la cárcel rosarina se graduaron tras las rejas (ocho más que en 2014) gracias a la labor de 40 voluntarios de la Multisectorial de Solidaridad con Cuba que no cuenta con ningún tipo de ayuda estatal.

“Se habla de seguridad para pedir más policías y más gendarmes en las calles. Cuando en verdad lo que se necesita es más inclusión, más educación. Y la verdadera inclusión es el trabajo”, reflexionó Cabruja, coordinador del grupo alfabetizador y del Centro de Estudios en Políticas de Estado y Sociedad (Cepes).

“En la cárcel se ve la mayor de las desigualdades y todas juntas”, agregó Cabruja para resaltar que los penales están poblados de personas de bajos recursos económicos. “Mientras otros niños tenían actos escolares, ellos estaban pidiendo en las calles o robando. Tenían una vida que no era correcta. Y es un acto de Justicia graduarlos como personas que saben leer y escribir”, dijo.

Las estadísticas en dos años de experiencias hablan por sí solas. Según Cabruja, “de todos los jóvenes que participan en procesos educativos, menos de un seis por ciento reincide en el delito”. La cifra contrasta con la “carencia de políticas educativas” por parte del Estado que no brinda ninguna actividad para los internos.

“Cuando llegamos a la Unidad 6 en 2013 nos encontramos con muchos jóvenes que hacía más de cuatro años que estaban presos y eran analfabetos. El Servicio Penitenciario no les da nada, sólo una canchita de fútbol, pero no cuentan con ningún proceso creativo”, agregó pero también resaltó la buena relación que mantienen con las autoridades del penal que les permiten el ingreso para alfabetizar.

En relación al método “Yo sí puedo” explicó que es un programa audiovisual y alfanumérico muy económico y breve que en las condiciones de encierro logran concretar en cien días (un poco más que en otros lugares donde se desarrolla en 65 clases de media hora cada una). Además de leer y escribir los alumnos aprenden a sumar, restar, multiplicar y dividir.

En 2014 fueron 18 los internos que consiguieron su diploma, ocho menos que los 26 que se graduaron este año de la mano de 40 voluntarios de la Multisectoria de Solidaridad con Cuba, la organización que trajo el programa a la Argentina.

Cabruja dijo que a comienzos de 2015 realizaron un censo entre los 434 internos del penal, de los cuales 108 manifestaron que querían alfabetizarse. Aunque no todos lograron el objetivo, la iniciativa mostró una cruda realidad: que un cuarto de la población penal es analfabeta.

“Como concepto, la alfabetización no cambia a una persona. Es una herramienta que la ayuda. Lo único que puede cambiar a una persona es el amor. Que le demos cariño, que los abracemos”, aseguró.

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