Dos homicidios en el barrio Santa Lucía, ocurridos en enero de 2015 con minutos de diferencia, comenzaron a ventilarse ayer en un juicio oral y público. Las víctimas son tío y sobrino y, según refirió el fiscal Ademar Bianchini, si bien los imputados no son los mismos –hay un acusado por cada crimen– el contexto en el que se produjeron, la violencia extrema que se vivía en el lugar y la cuestión geográfica los vinculan. El funcionario pidió para el más chico de los imputados 22 años de prisión y para el mayor, 27. A este último, el fiscal le sumó un intento de homicidio contra la madre y a la vez abuela de las víctimas. Esta mujer, que fue testigo del crimen de su hijo, declaró. Apuntó a su vecino como el autor del homicidio y brindó su visión de la situación barrial que se vivía en el lugar y cómo se tuvo que ir de la zona tras la muerte de sus seres queridos. El juicio es llevado adelante por los jueces Raquel Cosgaya en la presidencia, Alejandra Rodenas y Rodolfo Zvala y continuará hoy a partir de las 9.
Salvador María Camargo, de 48 años y Alexis José Arias, de 22 años, son parte de esta historia. Ambos están acusados de asesinato.
Según la teoría fiscal Arias mató a Mario Brest, de 15 años, y cuando su familia corrió a socorrerlo fue atacada a tiros por Camargo, quien baleó a Brian Torres, de 19 años, e hirió a su madre Norma.
Las defensas de los imputados, a cargo de Gregorio Gómez por Camargo y Marcelo Argenti por Arias, desecharon la existencia de un nexo causal y sostuvieron la inocencia de sus clientes. A su vez, el último letrado sostuvo que involucran a su defendido para no nombrar al verdadero autor, quien sindicó con nombre y apellido. Por su parte, los acusados prefirieron no declarar.
El testimonio más relevante de la primera jornada del juicio fue el de Norma P., madre y abuela de las víctimas, quien contó su visión de la violencia del barrio y cómo todo se fue deformando gracias a la llegada de la droga. Cómo vecinos que convivían armónicamente se convirtieron en rivales. También contó cómo apareció el grupo de Los Cachones y cómo se tuvo que ir del barrio.
La madrugada del 10 de enero de 2015, en la puerta de la casa de Norma, ubicada en pasaje 1754 al 2000, ella estaba con su hijo Brian Torres, su hija Sabrina y su nieto Mario Brest. Este último tenía ganas de ir al baño y no quiso entrar a la casa de su abuela porque necesitaba intimidad y decidió correr hasta su casa ubicada en las inmediaciones. Norma, de pelo corto y mirada firme, sostuvo que apenas se fue el adolescente escuchó disparos y corrió junto a sus hijos a ver qué pasaba, porque estaban amenazados de muerte, refirió.
Escucharon al instante el grito de su nieta Melisa –hermana de Mario Brest– y corrieron. Al doblar la esquina, por pasaje 1741, a unos metros estaban Camargo, a quien llamó Mario, y su hijo. Camargo comenzó a dispararles, sostuvo Norma. “Yo me acuerdo que le levanté la mano, le decía que no dispare, que no teníamos nada, que quería ver a mi nieto. No sabía que mi nieto estaba muerto. Le decía que no dispare y seguían disparando”; allí la mujer le dirigió una frase a Camargo sin sacarle la vista de encima: “Mirame a la cara” le dijo y agregó: “Seguía disparando, me di vuelta, así –haciendo un gesto– y mi hijo cayó”. La mujer se quebró, pero siguió declarando “Seguía disparando el señor”, sostuvo Norma P., mientras lo miraba a los ojos.
Sostuvo que no volvió a ver a su hijo y tomó una piedra. Según su relato Camargo le disparó y un impacto le rozó la cabeza, pero Norma siguió avanzando. Entonces el hombre se retiró y volvió con una piedra que le tiró a la mujer y le pegó en la cabeza. Tras ello la Norma quedó inconsciente.
Se enteró de la muerte de su hijo en el hospital. Torres vivió un día más tras el ataque, tenía un tiro en la cabeza. Su nieto murió de la misma forma, aunque una hora después de ser herido. La mujer supo la noticia cuando le dieron el alta médica, refirió.
Virulencia
En su alegato de apertura Bianchini sostuvo que Santa Lucía es un barrio pequeño, marginal, con escasos accesos y viviendas humildes. Dijo que en aquella época la violencia en el lugar era extrema, aunque afirmó que la investigación no despuntó las razones de tremenda rivalidad entre dos grupos del barrio, uno de ellos la familia de Norma.
Por su parte, la mujer sostuvo que llegó al barrio con su familia en 1999. “Lo inauguramos con los vecinos”, refirió. Dijo que entre ellos estaban los Camargo y los Arias y había una buena convivencia con todos los habitantes. Norma planteó que el quiebre se produjo con la llegada de un hombre al barrio, Julio Pereyra, y los últimos cuatros años comenzó una rivalidad entre los vecinos, sostuvo.
Explicó que aparecieron otros vecinos con otra finalidad: “Vender drogas, poner armas. Apareció un hombre, Pereyra Julio, y ahí empezó”. Sostuvo que a partir de allí hubo un grupo por un lado y uno más por el otro, con la finalidad de vender drogas en el barrio. Este hombre ofrecía armas y hubo chicos que fueron hacia ese lado y chicos que no, sostuvo.
Refirió que su familia no se plegó a ese grupo, que muchas veces fue hablar con Mario Camargo, con la mamá de Arias, con Julio y les decía: “Paremos esto que va a haber muertos”. “La señora de él –por Camargo– trabajaba conmigo, también con las hijas. Teníamos un centro comunitario y ayudábamos a los chicos del barrio”. Refirió que tras ello las amenazas fueron continuas y se denunciaron en reiteradas oportunidades.
Contó que en una oportunidad Arias junto al hijo de Camargo iban en moto, se bajaron y el primero le pegó un tiro a su hija en la pierna. Refirió que cada vez que denunciaba, le allanaban la casa y le rompían todo, por lo que dejó la puerta abierta. Y sostuvo que la única arma que tenía en la vivienda era la Biblia.
Norma contó que el 28 de marzo, tras la muerte de Mario Brest y su hijo Brian Torres, se fue del barrio; el acoso se había incrementado luego de los homicidios, refirió. Sostuvo que hubo que sacarlos con patrullero y terminaron quemando el camión donde llevaban sus cosas. Quince días antes se cruzó con Camargo y el padre de Arias que hablaban; cuando pasó Camargo dijo: “A esta vieja hay que matarla y que se termine todo”, pero no pensó que la situación iba a tener este final.
Otro muerto
Horas después del ataque, cuando se conoció la noticia de que Mario y Brian habían muerto, otro integrante de Los Cachones fue asesinado: según voceros del caso, Lucas Maturano, alias Congo, estaba en la tarde del domingo 11 de marzo con un hermano de Brian Torres en su casa de pasaje 1754 al 2000 cuando un joven que bajó de un Ford Falcon le metió un tiro fatal en el pecho, mientras que quien lo acompañaba recibió un disparo en la pierna. Por el caso fueron detenidos Brian Z., de 20 años, quien vive a una cuadra y fue apuntado como el tirador por el testigo, y Jorge B., de 51 y acusado de ser el conductor del auto, a quienes les incautaron una pistola 22. El juez ordenó que la víctima y los testigos recibieran custodia. Los investigadores sostienen que los detenidos también integran las filas de los Camargo.
Pereyra
Julio Pereyra fue asesinado el 23 de mayo de 2015. Se encontraba sobre su auto en el puente de su casa ubicada en pasaje 1756 al 2200 cuando fue baleado por dos personas que llegaron hasta el lugar. Un año antes había sido atacado a tiros y los autores del hecho fueron condenados en un juicio abreviado.
Origen de los Cachones
Los Cachones fueron un grupo de adolescentes con base en Santa Lucía. Siete años atrás mataron a Rubén Arriola –fue asesinado el 24 de abril de 2010 durante una pelea barrial– y los chicos del barrio, entre los que incluyó a los hijos de Camargo, hicieron unas camisetas de fútbol con la cara de su hijo y le pusieron Los Cachones y allí surgió el apodo. Según fuentes policiales su hijo Rubén era el mandamás de ese grupo.