Los que reportaron alguna vez en un servicio de inteligencia saben que hasta que los entierren se cuenta con herramientas que permiten inmiscuir las narices en cualquier otra agencia. Cuando mi hija Olga Vladimirevna me dijo que en las redes sociales se comentaban cuestiones que intentaban dislocar al equipo argentino luego de la derrota ante Croacia, decidí poner en funcionamiento mis recursos para saber qué origen tenían esas especies y a quién le interesaba que la selección de este país terminará por quedarse sin pasar esta fase del Mundial.
Se sabe que el fútbol hoy está atravesado por oscuridades de todo tipo, desde el dinero que se mueve en espurios negocios, hasta la injerencia de personajes ajenos a ese universo que sólo buscan obtener beneficios para su lanzamiento político o institucional. El fútbol para esta gente es un trampolín y una máquina de fabricar dinero. No voy a decir que nosotros, el Partido, no nos servíamos del deporte para conseguir cosas pero allí no había ningún interés particular. Nosotros manipulábamos algunas conciencias en aras de que la comunidad de repúblicas fuera un solo corazón.
Apelando entonces a mi experiencia y a algunos contactos que guardo desde mediados de los años 80, cuando pisé estas tierras antes de que en la mía estallara todo con la Perestroika, me encontré con el colorado Bruzenov, un hijo de paisano, comisionado en Rosario y que no tiene mucho de qué enterarse por aquí salvo en lo que hace a un entramado narcopolicial y a organizaciones de izquierda algo radicalizadas. Me enteré así de que la selección argentina fue por momentos el pato de la boda. Algo de lo que había que tirar para llevar agua a distintos molinos. Claro, aquí tienen un presidente que además de un exitoso empresario fue un exitoso presidente de club de fútbol. Lo que pasó, dicen los espías, es que los hombres más cercanos al primer mandatario pidieron pista para alzar su perfil, sobre todo el económico.
Y aquí todo vale, vender derechos por un lado, acumular poder de decisión, presionar hasta los mismos jugadores, o a su técnico, y tejer envidias y rivalidades, y hasta fraguar peleas a puño limpio. Bruzenov me confió que buena parte de la AFI había estado afectada a generar estos rumores por órdenes expresas –no me dio nombres, no era necesario– porque este gobierno está cada vez más seguro que la forma de im-plementar sus nocivas políticas es controlar todos los resortes de la empatía pública. Y la selección es uno de ellos. Por suerte, y creo que fue lo que pasó, el resorte saltó más de la cuenta y se acomodó por propia voluntad en los octavos de final. En mis años rusos, la necesidad del pueblo era la necesidad del partido, en Argentina parece ser opuesta a la del gobierno.