Todo empezó con un panfleto que le pasó un amigo: decía que el 15 de mayo iba a haber una manifestación del movimiento español Democracia Real Ya. Ahora, se le dice el movimiento de Los Indignados, pero aquel día no se preveía más que una manifestación. Jerónimo fue, le sobraban y sobran motivos para hacerlo: con 20 años, estudiante de segundo año de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, no tiene trabajo (pero sí debe afrontar un alquiler y 1.000 euros anuales de matrícula universitaria) ni un futuro cierto. Todo lo contrario a lo que su familia esperaba para él cuando, en 2000 y por cuestiones puramente económicas, decidió dejar Rosario para buscar algo mejor en Europa. Ahora, Jerónimo tiene la oportunidad de oficiar de periodista y vocero, de militante, estudiante y de indignado de todas las partes del mundo.
Jerónimo Marín Palacios nació en septiembre de 1991. Vivió, hasta el primer año de la década pasada, en barrio Saladillo, en el sur de la ciudad. “El barrio de Messi”, suele destacar en España, a modo de explicar de dónde es. De Rosario se acuerda de las calles “lindas y grandes” y del club Tiro Suizo, donde jugaba al básquet; de sus primos, un poco de su escuela y de algún amigo. Pero de su familia ante todo. La última vez que volvió a la ciudad fue “hace como seis años”, y dice tener planes para venir pero que le falta plata. “No podemos ni visitar a nuestros familiares. Estamos como encerrados”, manifestó. Él tiene una hermana melliza, la matrícula para ambos es carísima y en Ibiza, donde residían, no pueden estudiar, lo que implica pagar un alquiler en otra ciudad y conseguir un trabajo que no existe. “Después de la crisis, las empresas prefirieron salvarse ellas a costa de nosotros. Acá hay gente sumamente capacitada, fijate lo que hemos podido organizar”, cuenta. Como él, su hermana está acampando, pero no en Madrid sino en Tarragona; y sus padres, felices, apoyándolos desde Ibiza.
Eso que han podido organizar es una pequeña comunidad en la Puerta del Sol, la plaza madrileña que tiene un significado similar al de la Plaza de Mayo de Buenos Aires. Jerónimo fue a esa manifestación del 15, de la que supo por el panfleto que le dio el amigo, y volvió dos días después, luego de enterarse de los acampes que habían comenzado a organizarse.
“Fui y me quedé, me sumé a la comisión de difusión y allí estoy trabajando”, señaló. El nivel de organización que alcanzó la asamblea general del Movimiento de Los Indignados es admirable: cada comisión se organiza de manera asamblearia en su interior y acciona, y las decisiones más importantes y generales se toman por consenso (no votación) en asambleas generales de más de 1.000 personas de entre 18 y 65 años. “Y no te olvidés de destacar: son reuniones abiertas y sin jerarquías, así que cualquiera propone”, aclaró Jerónimo.
El acampe de la Plaza del Sol recibe de todo y de todos lados. Les prestan internet, por ejemplo; y también Greenpeace ha donado placas solares para generar energía. Muchos vecinos de la zona abren sus puertas para que los jóvenes (y no tanto) puedan ducharse, y se han acercado profesionales, como abogados o docentes, para asesorar y capacitar a los manifestantes. La organización logró además que la cocina que allí funciona haya alimentado a 50 mil personas por pura voluntad y que esté funcionando una biblioteca en plena plaza, donde la gente se acerca a estudiar. Y por otro lado, el nivel de compromiso pudo hacer que los miles de jóvenes allí acoplados se tomen la cuestión tan en serio que no se permita consumir ni drogas ni alcohol. “Los primeros días había vendedores con latitas de cerveza. Tuvieron que cambiar, porque nadie les compraba: ahora ofrecen Coca Cola y agua mineral”, contó.
“Cada vez son más los que se suman a trabajar”, se entusiasmó Jerónimo. Y llegan más y se suman más propuestas y acciones, muchas que aportan, muchas otras que rozan lo bizarro. “Hay una carpa donde podés ir a relajarte. Se acercaron masajistas, entonces te hacen masajes y escuchás música tranquilo. Y también hay un grupo de gente que sale a repartir abrazos entre los acampantes”, detalla desde Madrid.
Todas estas cosas “raras”, emocionantes y, ante todo, revolucionarias, no han nacido de ningún partido ni de ninguna organización: Democracia Real Ya convocó a una movilización, la que luego desembocó en un acampe espontáneo y que exige un cambio en el sistema, empezando, ante todo, por abolir el bipartidismo y las políticas económicas y corruptas que está padeciendo la población. Hasta el día de hoy, ninguna autoridad ni representante del gobierno o los grandes partidos se ha acercado a hablar con ellos. Pero ni a Jerónimo ni a los manifestantes les afecta, porque es contra ellos que se han movilizado y es eso lo que rescatan: “Se pensaban que España no se movilizaba por nada y ésta resultó ser una movida espontánea. Y lo que importa no es cómo termina, sino el camino: hemos despertado conciencias. Ahora la gente discute, critica, apoya, tiene que estar informada. La revolución se hace primero en la cabeza”.