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Un rosarino dirigirá el coro de la Universidad de San Juan

Por: Santiago Baraldi.- Ramiro Chinetti, alumno de Miguel Ángel Solagna y Cristián Hernández Larguía, conduce aquí Música Verbali.

Alumno dilecto de los maestros Miguel Ángel Solagna primero y Cristian Hernández Larguía después, el actual director coral Ramiro Chinetti, responsable del Música Verbali, fue convocado por la Universidad de San Juan para dirigir su coro. “Rosario es una ciudad con muchos coros pero no de alta calidad. Hoy, por iniciativa de Hernández Larguía, hace unos años se formó la Sociedad de los Cuatro Coros, donde hay un repertorio para nada fácil de interpretar”, dijo el director de Música Verbali, quien admira la música coral del Siglo XVI de Tomas Luis de Victoria y Giovanni Pierluigi da Palestrina, la música coral de Eric Whittaker, además de ser fanático de Pink Floyd, U2 y el grupo noruego A-ha. Chinetti, de 42 años,  además dirigió el coro del Colegio Sagrado Corazón, el Club Gimnasia y Esgrima, el Vocal Abierta de Cañada de Gómez y el juvenil de Ars Nova, que diera origen al Verbali.

—¿Cuál es la realidad coral de Rosario?

—Rosario es una ciudad con muchos coros, pero no de alta calidad. Rosario es una isla. Cuando en el año 2010 concursamos con el Música Verbali en San Juan, nos dimos cuenta dónde estábamos parados. Ya en el 2003, en ocasión de asistir en Córdoba al congreso de la Asociación de Directores de Coros de la República Argentina, donde se debatía mucho y al final de la jornada escuché los coros que se presentaron de distintos puntos del país; me di cuenta de que Rosario estaba en otra cosa…

—¿Cuál fue el aporte de Cristián Hernández Larguía en la actividad coral en la ciudad?

—Fundamental. Bajo su iniciativa, hace cinco años se formó la Sociedad de los Cuatro Coros. Tuve el honor que convocara al Verbali, a él le gustó mucho el trabajo que hicimos, no podía crear que con gente tan joven hiciéramos un repertorio para nada fácil de interpretar. Además se sumaron el Coro de la UCA dirigido por Daniel Garró; muy afinado y prolijo, el Coro Hugo Distler, bajo la dirección de Susana Imbert y obviamente el Pro Música con la dirección de Larguía. Lo que hacemos en los dos o tres encuentros por años es rescatar los repertorios escritos para coro a capella, nada de arreglos. Lo que vemos es que Rosario está poblada de coros pero que solamente se dedican a arreglos corales de música popular. Habiendo tanta música escrita originalmente para coro, digamos que el cantante de coro necesita eso, definitivamente lo forma.

—¿El nivel de los directores influye en el éxito del coro?

—Los directores de coros, en general, están formados como docentes de guitarra, armonistas, que hacen cantar al coro con una pista. La música académica es más respetada y en Rosario se le da mucha manija a esta cosa de cautivar al público y creen que un Madrigal de Monteverde o un Motete de Pelestrina no lo vas a conseguir. Hay un prejuicio. Ese tipo de música es la que hacemos con el Verbali y la gente aplaude. Muchos coros de Rosario no suenan bien por el repertorio que eligen. Hay gente que se presenta en un coro determinado para cantar música popular, y me parece un despropósito, porque por ejemplo, tanto el tango, que está pensado para un bandoneón, o una orquesta típica con su cantante solista o la música folclórica, que está pensada para un grupo de guitarras y un bombo; es algo muy artificial hacer eso con un coro. No termina de cerrar. Si bien en los años 60 estuvo de moda los grupos vocales como Zupay, una cosa es un grupo de cuatro personas, bien coordinadas, a un coro, en el coro se pierde esa magia. El problema es que no hay directores que nos hagan gustar de la otra música. Es lo que estamos haciendo con la Sociedad de los Cuatro Coros, acercarle a la gente aquello que el medio no le da. Es más, ya hay arreglos para coros de cumbia villera, estamos nivelando para abajo.

—¿Cuál fue su formación?

—Siempre me gustó la música, mi madre tenía un tocadiscos portátil y era fanática de Los Beatles y también clásica. Estudiaba música de los libros, escribía algunas cosas en pentagramas, hasta que a los 23 años comencé a tomar clases de guitarra y de piano, todo mientras ya iba por el cuarto año de Ingeniería en Sistemas, en la Tecnológica. En el año 95 ingresé al coro municipal de Beltrán que lo dirige el maestro Miguel Ángel Solagna, mi gran maestro, el que me incentivó a tomar cursos. En la Escuela de Música se había cerrado la cátedra de Dirección Musical por falta de alumnos, es decir que no teníamos formación más que la de hacer cursos. Después, entre varios interesados, apoyados por el propio Solagna, se buscó la forma de gestar la carrera de dirección coral en Rosario. Traíamos a grandes maestros de Buenos Aires a dar cursos y así comencé a formarme hasta que en el 99, Solagna me ofrece dirigir el Coro Juvenil de Ars Nova, ahí comienza mi experiencia como director.

—¿El Música Verbali cómo y cuándo lo formó?

—El Coro Juvenil de Ars Nova no podía hacer un repertorio más complejo o exquisito porque para ello estaba el coro de adultos. El coro juvenil era para que los chicos se formaran o tuvieran un contacto con la música coral y aquel que tenía condiciones y le interesara pasaba al coro de adultos. El grupo tomó una fuerte identidad y los jóvenes, suele ocurrir, no quieren dejar al grupo y no quieren cambiar de director pero en algún momento tenían que dejar, que van de 14 a 23 años. Hicimos el Ave María de Tomás Luis de Victoria y todos se hicieron fanáticos de su obra. Uno de mis tenores, Rodolfo Leiva, bajó de internet las partituras del ciclo completo de Responsorios de Tiniebla y me dijo: “uno de estos tenemos que hacerlo” y realmente en el coro juvenil era impensado que este tipo de obras se canten. Era un desafío importante, porque es una obra de una hora totalmente a capella, con mucho estudio. Teníamos el inconveniente que era una obra que no la podíamos hacer dentro de Ars Nova, teníamos que ensayar en otro lado y los sábados seguir ensayando para Ars Nova. Comenzamos con el grupo juvenil que se quiso incorporar al desafío, más otros integrantes de distintos coros que fui sumando, a ensayar durante un año, lo hacíamos en el auditorio de Odontología. Lo estrenamos en un convento de Santa Fe, luego en la Capilla del Hospital Provincial y cuando terminamos nos preguntamos cómo seguíamos. Todos quedaron contentos y nos pusimos un nombre: así nació Música Verbali que en latín significa ‘música en palabras’. Cristian Hernández Larguía me dice que no afloje, apostar a que el Verbali  recupere aquellas glorias, como cuando el Coro Estable cantó el Réquiem de Mozart en la Catedral de Buenos Aires dirigido por Karl Richter, o cuando el Pro Música ganó en Arezzo, Italia; el Verbali quiere recuperar esa historia, que la gente joven recupere esa mística.

—Ahora lo espera el Coro de la Universidad de San Juan, ¿tuvo que presentar un proyecto de trabajo?

—El coro universitario hasta el 2001 fue dirigido por su maestro fundador Juan Petraccini; los coristas cobran un sueldo, de ahí en más no hubo continuidad y hubo distintos directores, el problema es que ofrecen un contrato por un año y es poco tiempo para trabajar. Todos los años el coro no sabe qué director va a tener. Hay una idea este año de que definitivamente haya un concurso para tener un director titular, mientras tanto me llamaron porque les gustó cómo trabajé con el Verbali. Ya estuve con la Comisión Artística del Coro formada por músicos, los coros profesionales rentados tiene sus ventajas y desventajas. En el Verbali somos un poco más de 30 integrantes y podemos hacer, después de años, un repertorio más jugado, ensayando dos veces por semana, no hay plata de por medio, cantan por la camiseta. En un coro rentado como en San Juan, con 56 personas con un sueldo, hay gente que le gusta la música y la otra es casi que va solo porque le pagan, sin tanto compromiso. Tengo que hacer un buen diagnóstico del grupo. Mi proyecto es que el coro recupere protagonismo en San Juan. Tienen el Auditorio Juan Victoria, con la mejor acústica de Sudamérica, que se construyó después del terremoto, sin telón, con un órgano de tres mil tubos. Cantar ahí es una experiencia única porque se escucha todo lo que pasa en la sala. Tiene mil butacas y hay que llenarla, cuando eso no ocurre juega en contra en el ánimo del corista. La idea es presentar al coro en salas más pequeñas, menos ambicioso. La idea es contar con una red multiprograma, donde el hilo troncal sea la música religiosa de todos los tiempos a capella o con instrumentos. Muchos programas que se interconecten, con una finalidad didáctica. Este es un coro un poco viciado de cantar sinfónicos corales, por ejemplo, ahora llego y ensayamos para el 20 de abril que haremos el Réquiem de Mozart. Voy a intentar mejorar el coro a capella y por otro lado hacer el diagnóstico del grupo, sabiendo que es un coro rentado, ver qué gente quiere hacer música, quién quiere y no puede porque no le da la voz y otra gente que va solo porque es su trabajo; de todo eso sacar un buen equipo. Muchas veces uno piensa ¿cómo puede ser que un grupo que cobra un sueldo, tienen buenas voces y no suenan bien? Ahí es donde interviene el director.

—¿Cuál es el mejor coro de la Argentina?

—Sin dudas el Estudio Coral Buenos Aires de Carlos López Puccio, es el mejor, el ideal, cantan por la camiseta, sin duda el mejor coro argentino. Todos los años hay mucha gente audicionando para ingresar y trabajar con él y no es nada sencillo. Tiene mucha mística. Tuve la suerte de conocerlo en el Fundación Astengo, me quedé hasta el final y lo esperé para que me firmara la partitura de los Responsorios de Tiniebla de Tomás de Victoria. Era cuando estaba formando el Verbalia. Le mandé en un CD grabaciones nuestras, nos escribimos por mail, y me ayudó mucho; tuve la suerte de volver a verlo en el cumpleaños 90 de Cristián Hernández Larguía.

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